Martín, muy profesional en su trabajo, exquisito en el trato del entorno, tuvo demasiadas dudas en la dirección del equipo. El equipo no ha sabido que jugar, cambió de sistema y once con demasiada frecuencia y le costó buscar acomodo a algunos jugadores. Es cierto que las lesiones de hombres importantes tampoco le ayudaron. El técnico quiso conformar un bloque que fuera protagonista con la pelota, lo cual no siempre se consiguió, pero el problema vino más por la parte defensiva, con un equipo demasiado largo a veces, con mucha distancia en sus líneas y que ofreció síntomas de fragilidad en ese fútbol físico e intenso de la tercera división, donde hay que anticipar, competir en los duelos individuales, no perder la concentración en las jugadas de estrategia, cuerpear constantemente y jugar con ese oficio que impida perder balones en zonas de riesgo. El equipo olvidó estas lecciones y sus rivales le generaron muchas ocasiones de gol. 

Confió Darío en futbolistas de su órbita y empezó a relegar a otros. Ahí está el caso de Moya, volante al que ha reconvertido como central, dejando en la banca a Loren Molinero, que fue una de las revelaciones de la pasada campaña. En Villarrobledo premió con la titularidad a Amorín y Ureña su buen cuarto de hora final ante el Atlético de Albacete, pero no recompensó de igual manera a Javi Fernández  que también aportó mucho en esa reacción final del equipo. Ha convertido en indiscutible a Gascón, cuando su rendimiento ha sido desigual y podría haber dado más oportunidades a jugadores como Loren Zaragoza. El banquillo  en su último partido  en Villarrobledo estaba plagado de los pocos futbolistas locales que han ido sobreviviendo en el club los últimos años. Siempre defenderé que un buen equipo debe estructurarse en torno a un núcleo de futbolistas de la casa y después fichar hombres que mejoren lo existente, apoyándose lo justo en los intermediarios. Y en relación con esto, el club, y esto ya no es achacable al técnico cesado, debería replantearse la filosofía con su primer equipo juvenil donde son muy pocos los locales que figuran en la plantilla. 

Ahora llega Juli Espinosa, técnico de la casa, que puede ser un técnico de transición, o ¿por qué no? un entrenador de recorrido más largo.  Con las dificultades que supone subirse a un tren en marcha, tiene tiempo suficiente para imponer su sello a un equipo que necesitaba un cambio. El problema es que tiene la obligación ineludible de sacar adelante el partido del próximo domingo ante el Quintanar del Rey. Pero las urgencias y las presiones forman parte del juego y Juli Espinosa llega con las pilas cargadas de ilusión. Suerte para él y también para Darío, al que seguramente  el fútbol le brindará nuevas oportunidades.