Introducción: En el capítulo anterior habíamos dejado un
cierto país de los animales organizado por una mente pensante.
Llevábamos unos meses
viviendo con la nueva organización que había elaborado el señor Kakías sobre
nuestro país, pero había muchos problemas. Era como caminar por una zona de
pedregal, muy incómodo para muchos, menos para los ungulados, o sea las cabras
y familiares. Esto pasaba ahora, algunos celebraban la nueva ordenación eran aquellos que habían recibido
algún cargo social. Los que
representaban a los distintos grupos en los que nos habían dividido y que se
llamaban Politeiai.
A los Andreas se les subió
el cargo a la cabeza (como decís los humanos), paseaban muy estirados, con la
cara muy seria y mirando de reojo a quienes se cruzaban en su camino. Cargados
todo el día con los palos que les servirían para defendernos y mantener el
orden entre nosotros. Sin embargo en numerosas ocasiones se olvidaban del
“armamento” y ayudaban a los paisanos, que se encontraban en alguna dificultad.
Un día de estos, después
de comer, me tumbé a la sombra de un árbol que había cerca del arroyo. Entre el
sopor de los manjares deglutidos y la música que producía el agua al correr
entre los guijarros, me quedé dormido.
Tuve un sueño muy
interesante. Te lo cuento: Soñé que los vivientes habitantes del país
evolucionábamos, me explico, nos hacíamos más inteligentes, inventábamos
sonidos con los que comunicarnos mejor, construíamos albergues para dormir
bien, cuidábamos mucho las cuevas que nos protegían de los fríos y de las
tormentas y muchas más cosas.
Al hacernos más
inteligentes, cuando nos reuníamos, ya no hablábamos solo de noticias, chistes
y chismorreos, ahora cuando alguien afirmaba algo lo respaldaba con razones,
causas y circunstancias, con lo que se formaba una tertulia muy animada e
interesante, aportando cada cual más ideas, distintas perspectivas del asunto y
conclusiones importantes inimaginadas.
En el transcurso de mi
sueño apareció un amigo que era del grupo de los monos y comenzó la siguiente
disquisición: Si los habitantes de nuestro país siguiéramos evolucionando,
seríamos más inteligentes. Si somos más inteligentes concluiremos, que para
vivir bien y sin problemas debemos olvidarnos de peleas, riñas, y violencias;
cuando alguno de nosotros se sienta ofendido por algo, lo hablamos, analizamos
la situación y solucionamos el asunto. Sabemos que las malas relaciones entre
nosotros siempre son perjudiciales para las partes implicadas.
Puesto que la inteligencia
es una cualidad que tenemos, deberíamos usarla para seguir avanzando individual
y socialmente, lo que nos llevaría a tener una convivencia agradable entre
todos, porque si unimos la inteligencia de cada uno de los componentes del
grupo, alcanzaremos metas excelentes. La inteligencia nos hará ver nuestros
propios errores y nos descubrirá el camino de una vida más interesante y culta.
Usando la inteligencia y
la memoria que nos recuerda las experiencias vividas, podremos almacenar en
nuestro cerebro más conocimientos. Y así nuestra sabiduría podría crecer como
los árboles más altos del bosque.
Además la inteligencia con
la experiencia y el conocimiento nos harán más responsables en nuestros
trabajos, fortalecerá los vínculos de amistades entre nosotros y serán como peldaños
para escalar lo que nos propongamos. Sabremos cómo hay que comportarse para no
molestar a nadie y si cabe ayudarle a ser más feliz.
Con estas tres
herramientas dejaremos de depender de los demás, podremos ser suficientemente
autónomos. Tendremos una visión más completa y amplia de nuestro mundo.
El discurso del simio me
dejó algo intranquilo. Me resultaba difícil compaginar las conclusiones a las
que había llegado con la organización social del país que había definido el
señor Kakías.
Me resultaba inútil gran
parte del plan organizativo. ¿Para qué tener guardianes (Andreas) que nos defiendan? o ¿los Dikastés
(administradores de justicia)? Si podemos solucionar las rencillas y discordias
dialogando y respetando las opiniones de los demás; incluso en caso de gran
dilema, podríamos decidir la solución votando entre los implicados.
Pero lo que menos podía
encajar, lo que más chirriaba en mi mente en el puzle de mi sueño y la
realidad, era que no cabía la gran cantidad de representantes de las familias,
clases y grupos. Eran muchísimos, vivían y comían de lo que aportábamos el
resto de habitantes. Además tampoco nos representaban en las asambleas como
nosotros queríamos, ni defendían las ideas que nos habían prometido.
Y para colmo, como ahora
eran los que gobernaban, porque los habíamos elegido, tenían un poder especial
sobre la sociedad. Algunos eran muy responsables, pero otros muchos se
aprovechaban del cargo, vivían a costa de los gobernados y no producían ningún
bien al país de mi sueño.
Se me había ocurrido una
solución: reducir al mínimo posible el número de estos
representantes-gobernantes. Nosotros habíamos evolucionado, teníamos
inteligencia, experiencia, conocimientos y cultura, por lo tanto ¿para qué
necesitábamos tantos dirigentes? Pensándolo bien apenas aportaban al país
beneficios en comparación con sus gastos, gustos y necesidades; aunque ellos
decían que sí, que eran muy necesarios. Incluso discutían y se insultaban en
sus asambleas por causas, decían, de los ciudadanos y defensa de sus intereses.
Si todos cumplíamos con
nuestras obligaciones de familia y deberes sociales, para qué queríamos
supervisores, orientadores y defensores de causas vacuas de interés. En
conclusión ¿para qué queríamos la organización de Kakías si con nuestro cerebro
y buen hacer la habíamos superado?
Un ruido ensordecedor y un
resplandor impresionante precursores de una tormenta me despertaron de mi sueño
y me urgieron a refugiarme en la guarida con mis cachorros y mi hembra.
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Martes, 23 de Abril del 2024
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