Opinión

Los abuelos, presidentes ejecutivos de la familia

Fermín Gassol Peco | Sábado, 6 de Octubre del 2018
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Me comentaba de manera simpática un amigo que una de las cosas más fáciles conseguidas en su larga vida fue ser abuelo; te levantas un buen día y tu hija te llama emocionada diciéndote que lo has sido; tú piensas y le respondes, ¡cuánto me alegro hija mía!

Con independencia de los sentimientos que cada persona tenga y cómo los manifieste, eso de que convertirte en abuela o abuelo debe suponer una alegría y satisfacción muy profunda porque conlleva la confirmación del deseo que siempre subyace; aquel ser a quien un día engendraste se ha hecho por fin adulto y ha sido capaz de prepararse para generar a su vez una nueva vida; la enorme satisfacción de que tu sombra llegará mucho más allá de donde te lleven tus años.

Los abuelos, antaño, siempre permanecían más en la retaguardia. La relación que tenían con los nietos era de menos ascendencia por ser más lejana su presencia aunque existieran casos muy distintos para cada situación. La madre que por aquel entonces no estaba en la mayoría de los casos incorporada a la vida laboral fuera del hogar era la que diariamente bregaba con la descendencia.

Hoy la cosa no es así y las mujeres trabajan también en otros ámbitos aportando su forma de entender la vida a esta sociedad tan compleja. Con este estilo de familia que nos hemos dado, los abuelos han dejado de ser como esa estructura periférica en la familia paterno filial para entrar a formar parte de ella. Hoy los abuelos también forman parte de la estructura familiar en toda su esencia porque se han convertido en unos cotidianos “padres alternativos” de urgencia para sus nietos durante los días laborables y algunos más.

Cuántas familias deben el actual estatus de los progenitores a la labor diaria y servicial de los abuelos; una labor que en ocasiones comienza antes del amanecer y que dura hasta bien entrada la tarde o la noche. Los abuelos se convierten así en asistentes de día para todo lo que sus nietos puedan necesitar. Una labor que si bien en muchos casos es desarrollada con suficiencia debido al bienestar físico, en otras ocasiones pasa por ser una carga agradable, pero carga al fin y al cabo. Hoy es algo cotidiano ver a algún amigo ya estrenado en estas lides que pasea tan ufano el cochecito de su nieto, haga el tiempo que haga, mientras va a comprar el periódico y el pan. Los ojillos y la sonrisa delatan su complacencia.

Los abuelos hoy se han convertido en reservistas de tiempos anteriores en los que había menos bienes para disfrutar, menos cosas y posibilidades, menos desarrollo y menos dinero en los bolsillos pero curiosamente más valores a conquistar que hoy.

Los abuelos han pasado de ser a modo de presidentes honorarios a presidentes con funciones ejecutivas en esa empresa que es la familia y además sin cobrar un duro. Si la cosa terminase así todos nos daríamos por contentos porque supondría una agradable manera de llenar las horas de los que ya cumplieron. Sin embargo lo más triste es que estos “presidentes ejecutivos”, estos baluartes, estos reservistas, empiezan ya a recibir cada mañana que amanece a los nietos que siempre acogieron pero acompañados  también de sus padres, hijos suyos, porque la crisis no los deja ir a otro sitio. Y esto ya son otras músicas más preocupantes para ellos...y para todos.

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