Me
comentaba de manera simpática un amigo que una de las cosas más fáciles conseguidas
en su larga vida fue ser abuelo; te levantas un buen día y tu hija te llama
emocionada diciéndote que lo has sido; tú piensas y le respondes, ¡cuánto me
alegro hija mía!
Con
independencia de los sentimientos que cada persona tenga y cómo los manifieste,
eso de que convertirte en abuela o abuelo debe suponer una alegría y
satisfacción muy profunda porque conlleva la confirmación del deseo que siempre
subyace; aquel ser a quien un día engendraste se ha hecho por fin adulto y ha
sido capaz de prepararse para generar a su vez una nueva vida; la enorme
satisfacción de que tu sombra llegará mucho más allá de donde te lleven tus
años.
Los
abuelos, antaño, siempre permanecían más en la retaguardia. La relación que
tenían con los nietos era de menos ascendencia por ser más lejana su presencia
aunque existieran casos muy distintos para cada situación. La madre que por
aquel entonces no estaba en la mayoría de los casos incorporada a la vida
laboral fuera del hogar era la que diariamente bregaba con la descendencia.
Hoy
la cosa no es así y las mujeres trabajan también en otros ámbitos aportando su
forma de entender la vida a esta sociedad tan compleja. Con este estilo de
familia que nos hemos dado, los abuelos han dejado de ser como esa estructura
periférica en la familia paterno filial para entrar a formar parte de ella. Hoy
los abuelos también forman parte de la estructura familiar en toda su esencia
porque se han convertido en unos cotidianos “padres alternativos” de urgencia
para sus nietos durante los días laborables y algunos más.
Cuántas
familias deben el actual estatus de los progenitores a la labor diaria y
servicial de los abuelos; una labor que en ocasiones comienza antes del
amanecer y que dura hasta bien entrada la tarde o la noche. Los abuelos se
convierten así en asistentes de día para todo lo que sus nietos puedan
necesitar. Una labor que si bien en muchos casos es desarrollada con
suficiencia debido al bienestar físico, en otras ocasiones pasa por ser una
carga agradable, pero carga al fin y al cabo. Hoy es algo cotidiano ver a algún
amigo ya estrenado en estas lides que pasea tan ufano el cochecito de su nieto,
haga el tiempo que haga, mientras va a comprar el periódico y el pan. Los
ojillos y la sonrisa delatan su complacencia.
Los
abuelos hoy se han convertido en reservistas de tiempos anteriores en los que
había menos bienes para disfrutar, menos cosas y posibilidades, menos
desarrollo y menos dinero en los bolsillos pero curiosamente más valores a
conquistar que hoy.
Los
abuelos han pasado de ser a modo de presidentes honorarios a presidentes con
funciones ejecutivas en esa empresa que es la familia y además sin cobrar un
duro. Si la cosa terminase así todos nos daríamos por contentos porque
supondría una agradable manera de llenar las horas de los que ya cumplieron.
Sin embargo lo más triste es que estos “presidentes ejecutivos”, estos
baluartes, estos reservistas, empiezan ya a recibir cada mañana que amanece a
los nietos que siempre acogieron pero acompañados también de sus padres, hijos suyos, porque la
crisis no los deja ir a otro sitio. Y esto ya son otras músicas más preocupantes
para ellos...y para todos.
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Lunes, 29 de Abril del 2024