Opinión

Erre que erre

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 6 de Octubre del 2018
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El día 27 de septiembre pasado, Francisco Navarro ofrecía una entrevista realizada al sacerdote que había trabajado en una parroquia de Tomelloso y al que el obispo de Ciudad Real había cambiado de destino. La entrevista y redacción fueron, como siempre en este gran periodista, de lujo.

Como es mi costumbre en los acontecimientos me interesan mucho los detalles que rodean al argumento principal. El hecho de cambiar a un sacerdote de campo de trabajo no es ninguna noticia, sí lo es el que no haya sustituto para ese puesto, vacío ahora, o el obispo y sus asesores no crean conveniente reponerlo. 

Que no haya hoy sacerdotes, para ocupar los puestos creados años atrás, no coge desprevenido a nadie, que conozca la mentalidad de la jerarquía eclesiástica y el devenir de los tiempos actuales en los que la Religión Católica es puesta en la palestra o simplemente ninguneada.

Es un hecho de dimensiones mundiales. No hay parroquia o comunidad cristiana que no eche de menos la labor acertada de los sacerdotes. Las causas son numerosísimas, desde la escasez física de los presbíteros hasta la dedicación de éstos a tareas que no son propias “sensu stricto” de su identidad sacramental.

No me postulo yo para analizar las causas y ofrecer soluciones efectivas y rápidas al problema, entre otras razones porque  no estoy orate y aún me alumbra alguna lucidez mental.

Si a un árbol se le secan las hojas, no es porque calienta el sol, sino por otras causas bien distintas, posiblemente alojadas en las raíces y tallos que soportan esas hojas.

El hecho de que en las misas dominicales predominen en las cabezas nevadas por los años, no es por falta de sacerdote que celebre la Eucaristía, es que no hay renovación de esas presencias con otras más jóvenes. Y no es  que a las nuevas generaciones no importe la religión, claro que les interesa, pero no el modo como se la ofrecen en colegios, institutos y parroquias, junto a la infantilidad de muchas de sus proposiciones.

El problema está en la raíz de todo el entramado eclesial, lo enuncia Xabier Picaza (1) en su escrito titulado “Notas para una reforma de la Iglesia”  aparecido el día cinco de octubre (ayer) del presente año en su blog (2).

Entresaco parte del texto del eminente teólogo donde hace un planteamiento, a mi juicio, muy exacto del problema.

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Dicen algunos que debemos re-fundar la iglesia: volver al fundamento,  deconstruir lo construido, y empezar de nuevo desde principio, como hizo Jesús e hicieron de formas distintas sus primeros seguidores.

Dicen otros que más que refundar hay que reformar, pues la fundación ha sido buena, en Cristo y sus primeros seguidores, las mujeres de la pascua y luego Pedro y Pablo, el Discípulo Amado y Mateo, con los otros hombres y mujeres cuya voz ha sido menos recogida en la Escritura (pero luego ha sido con frecuencia de-formada). No está en forma hoy la Iglesia, por eso hace falta reformarla.

De re-forma hablaron hace cinco siglos Lutero y otros muchos, apelando con frecuencia a los soldados y a las inquisiciones, terminando la "jugada" a tablas (es decir, imposiciones políticas), tras la guerra de los treinta años (1618-1648), con gran desventaja hispana y de los Austrias.

La "re-construcción" de la Iglesia (empezando por el templo derruido de San Damián) llenó la vida de Francisco (el de Asís), que quiso volver al evangelio sin más (ni menos), sin glosas, con amor fraterno a todas las creaturas.
Actualmente (2018) debemos reformar mucho, trans-formar así la Iglesia, las iglesias, unos y otros (católicos y protestantes con los ortodoxos y los de otras confesiones), para así recuperar el "aliento" de evangelio, en un mundo que corre el riesgo de quedar sin alma y sin aliento, discutiendo muchas veces sobre temas secundarios (¡son galgos, son podencos!), mientras olvidamos lo importante, que según Mt 23, 23 es la justicia, la misericordia, la fidelidad...”

 

Más claro, agua. Que es una tarea pesada y de tiempo nadie lo niega. Que es de todos, evidente; de los que nos sentimos miembros de la Iglesia y de los que se sitúan fuera por cualquier razón, porque sus ideas y opiniones orientarán el camino a seguir.

Mientras que los grandes teólogos siguen pensando y dando soluciones apropiadas a los problemas eclesiales anexos a los tiempos, nuestros jerarcas continúan “erre que erre” “montados en sus trece” y “la casa sin barrer”, lamentando la falta de sacerdotes ordenados y desconfiando de la responsabilidad de los seglares (mujeres y hombres) en la Comunidad de Jesús.

Continuarán orientando pastorales diocesanas con sabor a Trento. Las homilías se transformarán en charlas teñidas de teologías de antaño. Las vestiduras del clero volverán a modas de traje talar y sotana. Se doblará el número de crucifijos en las iglesias; si ya hay uno presidiendo el retablo  no es óbice para instalar otro encima de la Mesa de la Eucaristía, dirán. Irán retirando lentamente la participación de  los seglares como ministros extraordinarios  de la Comunión, etc., etc.

 

Nota 1: Xabier Picaza es un teólogo español de muy alto renombre, en su preparación intelectual cuenta con un Doctorado en Teología de la Universidad de Salamanca donde fue profesor de Teología. Doctor en Filosofía por la Universidad Santo Tomás de Roma, al tiempo que se especializó en filología de la Biblia  en el Instituto Bíblico Romano.

Nota 2:   La dirección del artículo es:    http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2018/10/01/notas-para-una-reforma-de-la-iglesia

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