El día 27 de septiembre pasado, Francisco Navarro
ofrecía una entrevista realizada al sacerdote que había trabajado en una
parroquia de Tomelloso y al que el obispo de Ciudad Real había cambiado de
destino. La entrevista y redacción fueron, como siempre en este gran periodista,
de lujo.
Como es mi costumbre en los acontecimientos me
interesan mucho los detalles que rodean al argumento principal. El hecho de
cambiar a un sacerdote de campo de trabajo no es ninguna noticia, sí lo es el
que no haya sustituto para ese puesto, vacío ahora, o el obispo y sus asesores
no crean conveniente reponerlo.
Que no haya hoy sacerdotes, para ocupar los puestos
creados años atrás, no coge desprevenido a nadie, que conozca la mentalidad de
la jerarquía eclesiástica y el devenir de los tiempos actuales en los que la
Religión Católica es puesta en la palestra o simplemente ninguneada.
Es un hecho de dimensiones mundiales. No hay
parroquia o comunidad cristiana que no eche de menos la labor acertada de los sacerdotes.
Las causas son numerosísimas, desde la escasez física de los presbíteros hasta
la dedicación de éstos a tareas que no son propias “sensu stricto” de su
identidad sacramental.
No me postulo yo para analizar las causas y ofrecer
soluciones efectivas y rápidas al problema, entre otras razones porque no estoy orate y aún me alumbra alguna
lucidez mental.
Si a un árbol se le secan las hojas, no es porque calienta
el sol, sino por otras causas bien distintas, posiblemente alojadas en las
raíces y tallos que soportan esas hojas.
El hecho de que en las misas dominicales predominen
en las cabezas nevadas por los años, no es por falta de sacerdote que celebre
la Eucaristía, es que no hay renovación de esas presencias con otras más
jóvenes. Y no es que a las nuevas
generaciones no importe la religión, claro que les interesa, pero no el modo
como se la ofrecen en colegios, institutos y parroquias, junto a la
infantilidad de muchas de sus proposiciones.
El problema está en la raíz de todo el entramado
eclesial, lo enuncia Xabier Picaza (1) en su escrito titulado “Notas para
una reforma de la Iglesia” aparecido
el día cinco de octubre (ayer) del presente año en su blog (2).
Entresaco parte del texto del eminente teólogo donde
hace un planteamiento, a mi juicio, muy exacto del problema.
o
o
“Dicen algunos que debemos re-fundar la iglesia: volver
al fundamento, de‒construir lo
construido, y empezar de nuevo desde principio, como hizo Jesús e hicieron de
formas distintas sus primeros seguidores.
Dicen otros que más que refundar hay
que re‒formar, pues
la fundación ha sido buena, en Cristo y sus primeros seguidores, las mujeres de
la pascua y luego Pedro y Pablo, el Discípulo Amado y Mateo, con los otros
hombres y mujeres cuya voz ha sido menos recogida en la Escritura (pero luego
ha sido con frecuencia de-formada). No está en forma hoy la Iglesia, por eso
hace falta reformarla.
De re-forma hablaron hace cinco
siglos Lutero y otros muchos, apelando con frecuencia a los
soldados y a las inquisiciones, terminando la "jugada" a tablas (es
decir, imposiciones políticas), tras la guerra de los treinta años (1618-1648),
con gran desventaja hispana y de los Austrias.
La "re-construcción" de la
Iglesia (empezando por el templo derruido de San Damián) llenó la vida de
Francisco (el de Asís), que quiso volver al
evangelio sin más (ni menos), sin glosas, con amor fraterno a todas las
creaturas.
Actualmente (2018) debemos reformar mucho, trans-formar así la
Iglesia, las iglesias, unos y otros (católicos y protestantes con los ortodoxos
y los de otras confesiones), para así recuperar el "aliento" de
evangelio, en un mundo que corre el riesgo de quedar sin alma y sin aliento,
discutiendo muchas veces sobre temas secundarios (¡son galgos, son podencos!),
mientras olvidamos lo importante, que según Mt 23, 23 es la justicia, la
misericordia, la fidelidad...”
Más claro, agua. Que es
una tarea pesada y de tiempo nadie lo niega. Que es de todos, evidente; de los
que nos sentimos miembros de la Iglesia y de los que se sitúan fuera por
cualquier razón, porque sus ideas y opiniones orientarán el camino a seguir.
Mientras que los grandes
teólogos siguen pensando y dando soluciones apropiadas a los problemas eclesiales
anexos a los tiempos, nuestros jerarcas continúan “erre que erre” “montados en sus trece” y “la casa sin barrer”, lamentando
la falta de sacerdotes ordenados y desconfiando de la responsabilidad de los
seglares (mujeres y hombres) en la Comunidad de Jesús.
Continuarán orientando pastorales
diocesanas con sabor a Trento. Las homilías se transformarán en charlas teñidas
de teologías de antaño. Las vestiduras del clero volverán a modas de traje
talar y sotana. Se doblará el número de crucifijos en las iglesias; si ya hay
uno presidiendo el retablo no es óbice
para instalar otro encima de la Mesa de la Eucaristía, dirán. Irán retirando
lentamente la participación de los
seglares como ministros extraordinarios
de la Comunión, etc., etc.
Nota 1: Xabier Picaza es un teólogo español de muy
alto renombre, en su preparación intelectual cuenta con un Doctorado en
Teología de la Universidad de Salamanca donde fue profesor de Teología. Doctor
en Filosofía por la Universidad Santo Tomás de Roma, al tiempo que se
especializó en filología de la Biblia en
el Instituto Bíblico Romano.
Nota 2: La dirección del artículo es: http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2018/10/01/notas-para-una-reforma-de-la-iglesia
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
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