Opinión

Ludopatía y estoicismo

Joaquín Patón Pardina | Sábado, 8 de Diciembre del 2018
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“Están apareciendo como setas”. El símil es adecuado sabiendo que estamos en otoño tiempo propicio para buscar setas, manjar a todas luces exquisito.

Los que están apareciendo como setas son los centros de juegos de azar en cualquier ciudad con un cierto número de habitantes. En lugares céntricos o cercanos a suficientes afluencias de gente de todas las edades, en especial jóvenes e incluso menores de edad.

No tengo la menor duda de que esos centros cumplen minuciosamente con la normativa pertinente, de lo contrario la autoridad habría intervenido en su funcionamiento, tomando las medidas oportunas.

El eje sobre el que giran estos centros es el de la apuesta con pequeñas (no siempre) cantidades de dinero y resultado rápido de ganancia o pérdida. El fenómeno psicológico es interesante, digno de atención, de estudio y de comunicación a la franja joven de la sociedad. Se da  un disparo de nervios, adrenalina y ansiedad en el apostante en tres tiempos: el momento de aportar el dinero, instante de decidir la opción de la cual dice tener el pálpito, y el tiempo, habitualmente breve, de espera de resultado favorable. 

El jugador sabe que se enfrenta  al dilema acierto-error. Si acierta, la alegría invade su comportamiento, no solo por cobrar el botín, sino también por el sentimiento de sabiduría que da la coincidencia de opción y el resultado. Hay una euforia que se demuestra en gritos, risas y parabienes de los circundantes. Y como “está en racha” sigue apostando, para continuar ganando y demostrado lo que sabe sobre los resultados exitosos. Este es el objetivo de la casa de apuestas: “Que el jugador siga apostando”.

Si yerra, el orgullo hace que se sienta mal, incluso hasta ridículo con los espectadores presentes,  lo que le lleva a un nuevo intento, nuevo movimiento al bolsillos y nueva apuesta. Con lo cual vuelve a cumplirse el objetivo de la empresa, pero desde el lado opuesto al anterior: “Que el jugador siga apostando”.

En realidad no tiene malicia ninguna este sistema de juegos, diríamos los observadores del evento.

Ciertamente estos entretenimientos podríamos juzgarlos como inofensivos, al igual que inocuos son el tabaco, el alcohol o las drogas…

En el siglo IV a C. vivió un señor que se llamó Zenón su ciudad Citio, de ahí su nombre completo (Zenón de Citio) creó una escuela filosófica con sede en el pórtico (stoa) del ágora de Atenas, por eso el nombre de tal escuela es Estoica. Desarrolló una filosofía con una rama de ética (como hacían la mayoría de los pensadores coetáneos).

Luchaban por conseguir la sabiduría del alma (psqué: una fuerza vital que las personas tenían y que a la muerte se separaba del cuerpo) con ello conseguían liberarse de las pasiones, deseos, ansias y demás necesidades perturbadoras de la vida feliz y gozosa. 

De tal modo, cuanto mayor era su ejercicio en el cocimiento de la sabiduría y el dominio de deseos, más intelectuales se presentaban ante sus vecinos a la vez que virtuosos y dignos de admiración e imitación. 

Algunos Padres Apostólicos (primeros pensadores y escritores cristianos) tomarán ideas estoicas coincidentes con los aspectos éticos de la moral judía o cristiana y las plasmarán en sus escritos y predicaciones.

Así pues, teniendo presente la mentalidad estoica la cual me parece utilizable hoy día, nuestra conclusión es clara: Las cosas no son malas o buenas. Mi relación con esas cosas, es decir, el uso que yo haga de esas cosas será lo que se pueda calificar de bueno o malo. Yo haré un uso malo de algo si, sabiendo que perjudica mi vida y la de los demás, lo utilizo; v.g.: Al alcohol no podemos darle un calificativo ético, sí a mi relación con él. Del juego de apuestas diremos lo mismo; distinto será que haga un uso perjudicial y caiga en la ludopatía, pasando a un despeñadero de ocasiones para delinquir, que me arrastrarán cada vez más, e incluso me abocarán al terreno de las enfermedades. 

En este entramado de opciones no podemos olvidar un componente psicológico personal e individual, la atracción fatal (en muchos casos indomeñable) que ejercen las apuestas, el alcohol, las drogas o cualquier otra adicción en muchas personas.

Pienso que es imprescindible estar muy atentos a todas las ofertas que la sociedad de consumo nos ofrece y decidir muy conscientemente entre lo que me beneficia o me enferma. Y si los demás me avisan de mi inclinación morbosa, ya que  no me doy cuenta… “domino la situación”, debo pedir ayuda médica, porque cuanto antes es tarde.


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