Ya echábamos de menos en La Voz de Tomelloso nuestra visita semanal a una cueva de la ciudad. Después de estas semanas con muchos días festivos y, sobre todo, el aluvión de política, la agenda del periodista se ha llenado de acontecimientos que nos han impedido realizar esas visitas reposadas que realizamos los viernes a mediodía a estas joyas subterráneas. Pero hoy hemos hecho hueco para visitar una cueva, la que construyeron en su día Emilio Villena y Vicenta Cepeda en la calle del Campo. Una cueva de grandes dimensiones que nos ha mostrado con exquisita hospitalidad su nieta Miriam que recibe a José María Díaz, la arquitecta, Ana Palacios, la fotógrafa Ioana Coman y al periodista.
A la cueva se llega por un hermoso patio manchego empedrado, en el que siguen creciendo con vigor rosales y una enorme palmera al fondo. Vemos el jaraíz con su sinfín al fondo y muy cerca de allí la destrozadora y una prensa. Todos los útiles de la bodega de una familia que, como tantas otras de Tomelloso, elaboraban su vino en las entrañas de la casa.
Bajamos por la escalera, con peldaños de cemento que se conservan en buen estado. Las paredes están encaladas. El tramo final de la escalera es perpendicular a la cueva que nos impresiona por su largura, unos 45 metros calcula Ana Palacios. Contiene 33 tinajas de cemento de 650 arrobas de capacidad. Y lo que tantas veces ocurre, tan iguales y diferentes las cuevas al mismo tiempo. El elemento más diferenciador de esta cueva son unos pozos que también se utilizaban para almacenar de vino. No es el pocillo que socorría al bodeguero cuando el mosto se derramaba, en este caso son pozos de mayor profundidad que también servían de envase. El suelo, de cemento, es más elevado en su parte central.
En algunas de las tinajas todavía permanecen pegadas unas etiquetas de la comisión de compra de excedentes de vino. “Esta era una cueva de un pichulero grande”, sentencia nuestro experto en cuevas, José María Díaz. Mirando hacia arriba nos vamos fijando en los elementos arquitectónicos como el empotrado que conserva su original color sanguina en su parte inferior, la balaustrada de cemento que está fracturada en algunos tramos, unas columnas estriadas que separan las tinajas y el propio techo que está en la tosca y aparece con un revestimiento de cal. Vemos en el techo un vestigio de un antiguo pozo. La bóveda es horizontal y abovedada en sus extremos. El hueco que hay entre las dos balaustradas es estrecho, apenas ochenta centímetros
Una de las paredes de la cueva está reforzada con un muro de ladrillo por una obra que se realizó en la finca de al lado. Hay lumbreras que dan a la calle y otra al bonito patio al que hacíamos referencia anteriormente. Descubrimos una escalera que, probablemente, debió ser una antigua entrada de la cueva.
Al final surgen comentarios sobre los Villenas, un apellido muy ligado a la viticultura de Tomelloso. “Los Villena son de los agricultores de siempre en Tomelloso”, señala José María Díaz, feliz con nuestro retorno a las cuevas.
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