Opinión

Teatro y flashes, enemigos irreconciliables

Francisco Navarro | Miércoles, 12 de Junio del 2019
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A la entrada del Teatro Municipal de Tomelloso hay un pictograma que avisa de la prohibición de hacer fotos dentro de la sala de representaciones. Hay más, estratégicamente colocados, en el hall. Algunos, más piadosos, solo restringen el uso del flash a la hora de registrar imágenes. Vivimos en una época en la que es muy difícil evitar que se hagan fotos o se graben vídeos durante una representación. Al fin y al cabo, todos llevamos en el bolsillo una cámara de fotos y de vídeo, nuestro teléfono móvil.

Quienes nos dedicamos a la información, no tenemos otra que fotografiar alguna escena de la representación que toque para, lógicamente, ilustrar la noticia. Uno, que no lleva mucho tiempo en las lides informativas, recibió advertencias  por parte de compañeros más veteranos y del personal de nuestro Teatro Municipal de que está prohibidísimo hacer fotos con flash durante una función. Y así lo hemos hecho en los seis o siete últimos años, de igual manera que lo hace el responsable de registrar en foto y vídeos los espectáculos para el área de Cultura.

Lo que en un principio suponía un trastorno se ha convertido en una ventaja. Con el paso del tiempo y la experiencia, uno ha podido comprobar como las fotografías hechas sin flash son de mejor calidad. El rayo de luz de la cámara ilumina el frente y oscurece el fondo, dándole a las instantáneas un aspecto tétrico y desolado. Pero, sobre todo, es un ingenio que molesta.

El uso del flash incomoda mucho, al público y, especialmente, a quien está sobre el escenario. Las ráfagas luminosas desconciertan a los actores, músicos, cantantes o conferenciantes. Imagínense ustedes recibir un cegador rayo de luz durante una actuación, del tipo que sea: la concentración se va a por uvas y encima,  se queda uno deslumbrado durante unos minutos.

Por otra parte los fogonazos distraen al público de lo que está encima del escenario y las luces de los flashes resultan molestas, irritantes, me atrevería a decir. Recuerdo una representación del Réquiem de Mozart, por parte de la Coral del Conservatorio, en el que los flases fueron devastadores, impúdicos y desquiciantes. Y no solo eran aficionados con su teléfono, no, también “flasheaban” profesionales con cámara.

¿Y qué me dicen de quienes graban en vídeo con el móvil, sin apagar el flash, iluminando (machacando) a las diez filas anteriores como si de un foco antiaéreo se tratase?

Por supuesto, la mayoría lo hace sin mala intención, simplemente por descuido o, en muchos casos, por no saber como se desactiva el flash del teléfono. Desde esta tribuna quisiera rogarles humildemente que, por el bien de la representación, no hagan fotos ni graben vídeos con el flash, los intérpretes y el público se lo agradecerán y sus instantáneas ganarán en calidad.

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