Opinión

Una actriz colosal sobre un escenario dos veces milenario

Fermín Gassol Peco | Sábado, 17 de Agosto del 2019
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En una entrevista que me hicieron por motivos que no vienen al caso, el entrevistador me preguntó sobre mi actriz favorita; contesté sin pensármelo dos veces que (sic) Doña Concha Velasco.La razón es obvia, esta actriz colosal, vallisoletana universal, ha venido mostrando una trayectoria interpretativa tan inmensa, rica y variada en sus más de sesenta y cinco años de profesión, tanto en el cine como en televisión y sobre todo en teatro, que ningún espectáculo se le ha resistido; del más frívolo al de más calado, del más divertido al de mayor dramatismo, en todos ellos la interpretación siempre estuvo y sigue estando marcada por la gran naturalidad con que da vida a sus personajes, que en eso creo que consiste interpretar, en hablar y gesticular, en comportarse sobre la escena igual que lo haría el personaje representado en la vida misma. Así de sencillo y de difícil a la vez. Sólo los privilegiados pueden alcanzar tal cima.

Pues bien, hace unos días he tenido la ocasión de volverla a disfrutar, esta vez sobre ese escenario sobrecogedor y único, que es el Teatro Romano de Mérida; se trataba de la tercera vez que asistía a una representación en este templo del arte escénico y la segunda para ver a Velasco. La obra en esta ocasión, nada menos que Metamorfosis de Ovidio, en una acertada adaptación de la dramaturga estadunidense Mary Zimmerman y una inteligentísima dirección de David Serrano. 

Una actriz colosal sobre un escenario dos veces milenario más colosal todavía. Y es que Doña Concha Velasco, con sus ochenta primaveras, sigue llenando los escenarios con su arte interpretativo, en este caso, un escenario de casi trescientos metros cuadrados. Su madurez le permite hacer en Metamorfosis tanto de narradora como intérprete, de personaje divertido y dramático en varios de los relatos representados, una selección de los doscientos cincuenta que componen esta obra maestra de la literatura latina. Por así decirlo, Doña Concha realiza una síntesis de maestría interpretativa en todas sus facetas. 

Al final de la representación los seis mil espectadores que completábamos el aforo aplaudimos puestos en pie a todo el elenco, que es de justicia hacer mención de todos ellos, diez conocidos actores y actrices de primerísimo nivel que realizaron también unas magníficas interpretaciones en cada uno de los distintos y contrapuestos personajes que las historias requerían. No es fácil acompañar a una “monstruo” de la escena en una obra compleja y difícil y en un escenario “sagrado”. 

Ni que decir tiene que la ovación más grande se la llevó Doña Concha. En sus palabras de despedida y agradecimiento una vez terminada la función, la naturalidad en su expresión resultaba idéntica a la de la mantenida en la representación. 

¡Justo en esto consiste el arte de interpretar!, me decía al escucharla; en saber ser sobre el escenario y en cada momento uno mismo, aunque hablando con propiedad y en este caso, una misma. 

Concha Velasco en el Teatro Romano de Mérida. Y de ahí…al cielo, aunque no estemos en Madrid.

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