El acceso a la cueva de Esther Correas y Ramón Compte se encuentra al lado de una bonita piscina climatizada. La escalera tiene forma de ele, con peldaños de cemento y las paredes encaladas. Justo antes de la galería que conduce al empotre, hay otra entrada a la derecha que conduce  a otra curiosa cueva que no alberga tinajas, sino depósitos con unas trescientas arrobas de capacidad cada uno de ellos. Están numerados del 1 al 10 y  tienen una boca redonda. Por arriba andan todavía las tapas de anea que protegían cada depósito. 

Nos llama la atención esta cueva de depósitos, un sistema que según explica José María Díaz apenas se extendió “porque el vino se conservaba mucho mejor en las tinajas. En estos depósitos, el vino se calentaba mucho durante la fermentación y solía tardar mucho más tiempo en aclararse. Los depósitos se hacían en cuevas más pequeñas, para aprovechar  mejor el espacio”.  El balaustre de cemento se conserva bien, el techo está en la tosca  y el desgarre de la lumbrera tiene forma circular, lo que indica que en la cueva se introdujeron tinajas de barro, de hecho se observa el relleno que se hacía después. Un viejo ventilador y una bomba eléctrica reposan en el pasillo de la cueva. Al final, aparece una tinaja de cemento con el nombre del constructor, José Ferris.

Observamos el hueco de la entrada antigua a la cueva que tiene una entrada abovedada muy bien construida.También nos llaman la atención unos arcos de medio punto que están en otra galería que nos lleva a la cueva de las tinajas, que también tiene otro depósito, aunque construido de una manera que parece otra tinaja más. Están encaladas, menos en la parte de abajo que se les ha dado un tono sanguina.

José María muestra orgulloso la moldura de las tinajas de 600 arrobas de capacidad que él mismo construyó en torno al año 70, “era un sello constructivo muy propio de los Díaz”. José María calcula que  construiría tinajas que pueden albergar más de un millón de arrobas de vino, “mi padre hizo más piezas, pero yo construí tinajas de más capacidad, entre ellas, las de la cooperativa Virgen de las Viñas y muchas más en Tomelloso y en otras  bodegas y cooperativas de Castilla-La Mancha y Andalucía. 

La lumbrera tiene el desgarre circular y el balaustre de hierro y se observa que la cueva está partida por la división a la que nos referíamos al inicio.

No hay que salir de la casa de Esther para llegar a la casa de Tere. Accedemos a su cueva por el patio, es una de las más amplias que hemos visto, de hecho  la escalera es muy ancha. La cueva está reforzada con pilares, algunos de ellos se han adosado a una de las paredes de la cueva. Aquí las tinajas son de barro, excepto una de cemento.  El pasillo es muy amplio, José María asegura que es la cueva más ancha de Tomelloso. Abrimos la tapa de la lumbrera para que entre más luz y la arquitecta, Ana Palacios, le pueda sacar más partido a sus fotos.  

Hemos podido admirar una de esas cuevas que guardan todo el encanto y esencia,  disfrutando, además, de la cercanía y buena conversación de sus propietarios.