La blancura de las paredes encaladas combina con el gris de los peldaños de la larga escalera y algunas de las tinajas. La cueva, una de las mejor conservadas de las muchas que hemos tenido oportunidad de visitar, alberga tinajas de barro y de cemento. Tras recorrer la larga escalera y pasillo que conduce a la cueva se puede observar el hueco de la primitiva entrada. La entrada que se construyó después se hizo con buen gusto y pensando en la comodidad de las personas que bajen a la cueva con mucha amplitud y detalles tan acertados como un pasamanos de hierro que ayude a bajar con más seguridad a la cueva. 

Las ocho tinajas de cemento no son del mismo tamaño. Algunas tienen 500 arrobas de capacidad y otras 400. Las tres de barro son de 250 arrobas. Nos fijamos en los agujeros  por donde se extraía el vino. Agujeros que luego se tapaban con un corcho que previamente se remojaba en aceite para que encogieran. Eran las habilidades que tenían aquellos vinateros sabios que encontraban siempre ingeniosas soluciones a cualquier problema que se planteaba.

En la cueva hay una gradilla, pintada en gris, y en el jaraíz hay dos prensas, una destrozadora y una bomba, elementos indispensables para la elaboración del vino. También encontramos unas jaulas de perdiz que Jesús ha elaborado. También nos muestra algunos trabajos que ha realizado con el esparto.

Mirando hacia arriba vemos que el techo está en la tosca, horadado por dos lumbreras, aunque una de ellas está condenada. Una de ellas presenta un desgarre circular y otra trapezoidal. Nuestro experto, José María Diaz, indica que en esta zona de Tomelloso había una tosca de amplio grosor y muy dura. En el jaraíz encontramos también el antiguo pozo del orujo que ahora está condenado. 

En el empotrado hay una rejilla de hierro, de instalación más reciente. Según explica el propietario, “la anterior se fue pudriendo y la cambiamos ante el temor de que fallara y alguien pudiera caerse”. Jesús Lomas, que empezó a trabajar en el campo con diez años, nos cuenta que ha estado toda su vida en el campo. “Lo dejé hace dos años, cuando empecé a tener más dificultad para realizar algunas labores”. Jesús Lomas y su mujer tienen muy claro que las cuevas de Tomelloso “son auténticas joyas de nuestra cultura y es una pena que hayan desaparecido. Siempre nos negamos a llenar de escombros esta cueva que, al fin y al cabo, es parte importante de la historia de nuestra familia”.

Cuando subimos nos aguarda una agradable sorpresa. Jesús nos muestra una estupenda colección de cuadros que ha pintado. Muchos de los motivos tienen que ver con su gran pasión, el campo. Cuadros con mulas trillando, toros pastando en fincas, bellos parajes de Las Lagunas de Ruidera, campos de viñas, quinterías y motivos urbanos de Tomelloso como una antigua estampa de la plaza de España o el Barrio del Carmen. Nos asombra que profesionales de la agricultura que tantas horas trabajaron en el campo tuviesen también tiempo para dar rienda suelta a su creatividad y talento. En Tomelloso, además de los artistas más conocidos, hay otros muchos que, como Jesús Lomas, pueden enseñar dignísimas obras.