El 28 de noviembre del año 2019
recibí el siguiente correo electrónico de una persona que yo no conocía:
Estimado Dionisio: En su libro Tomelloso en la frontera del miedo se cita en la página 358 a Bonifacio C. M. dos veces, tal persona resulta ser mi abuelo materno, Bonifacio Carrión Martínez, que murió en 1.942 de forma trágica en Tomelloso, es decir no fue de forma natural sino que fue de forma violenta.
La muerte de Bonifacio fue ocultada desde siempre qué causa le sobrevino en su fallecimiento, mi tía abuela, hermana de Bonifacio, decía que fue a causa de una angina de pecho, sin embargo una hermana de mi abuela, esposa de Bonifacio, dijo que le dispararon un tiro desde una tapia de un corral. Ahora hemos sabido por un tío carnal que fue a consecuencia de una paliza en la cárcel donde estuvo cautivo, en fin estamos en una total confusión.
Comprendo Dionisio que le pongo en un aprieto pero deberá comprender Vd. que después de leer su libro y comprobar que era un falangista exaltado con el nuevo régimen (ya teníamos constancia de que era falangista) y que se empleó como delator con una carta dirigida al Gobernador Civil de Ciudad Real y, además, que denunciaría a tantas personas enemigas del régimen de Franco y del catolicismo, nos resulta un asombro enorme este acontecimiento y creemos ahora que su cautiverio en la cárcel fue con el régimen republicano y no con el régimen de Franco como mi tío nos cuenta que era entonces un niño.
Por tal motivo, Vd. nos puede decir donde ha encontrado esta información de Bonifacio C. M. y poder así comprobar que fue un ajuste de cuentas a consecuencia de sus denuncias.
Le envío mi más cordial saludo y también le agradezco mucho su atención,
Bernardo Miguel Alonso Carrión.
Yo
respondí, ese mismo día, que me parecía muy interesante (y triste) todo lo que
me contaba Bernardo sobre la muerte de su abuelo, Bonifacio Carrión Martínez.
También le dije que toda la documentación que habíamos usado (mis dos
colaboradoras y yo) en la investigación previa a la redacción de Tomelloso
en la frontera del miedo se había entregado al Archivo del Ayuntamiento
de Tomelloso y que, por lo tanto, entre ese material estaría una fotocopia de
la carta a la que se alude en la página 358 de la nueva edición de dicho libro.
Cuando consulté con el
jefe de archivos del Ayuntamiento de Tomelloso sobre el paradero de todas esas
cajas que entregamos una vez terminada la redacción del libro, me dijo que ahí
seguían sin abrir. De todas formas, también le dije que sospechaba que ese tipo
de denuncias solían estar guardadas en el archivo de la Policía Municipal de
Tomelloso y que trataría de localizar la carta relacionada con su abuelo.
Además le mencioné que se podía pedir un certificado de defunción en el Registro Civil del Juzgado de Tomelloso y le pregunté si conocía la fecha exacta de la muerte de su abuelo; ya sabíamos que había sido en el año 1942. Del mismo modo le mencioné que en el certificado de defunción tendría que aparecer “la causa de la muerte”, y este me respondió lo siguiente:
Dionisio, no sabes cuánto
me alegraría saber con certeza cómo murió Bonifacio en ese infierno de la
guerra civil en Tomelloso porque me da la sensación de que hubo, en el caso de
mi abuelo Bonifacio, una venganza tras venganza ya que él se declaraba
excautivo en su carta, debió ser por el bando rojo, que se decía, luego se vio
sin escuela por el bando nacional, que también se decía, y denunció a las
escuelas clandestinas laicas que estaban abiertas, hubo consecuencia de muerte
con estas denuncias y dos años después Bonifacio resultó muerto en extrañas
circunstancias.
Las circunstancias
siempre fueron ocultadas por mi abuela y por mi tía abuela por lo que nos hemos
pasado toda la vida sin saber nada, además se nos decía que los archivos habían
desaparecido, aunque estos archivos más
bien fueron los de la iglesia ya que hubo dificultad a la hora de casarse mi
madre en Madrid puesto que la iglesia fue incendiada como muchas otras en La
Mancha.
Voy a preguntar a mi tío Sixto la fecha exacta del fallecimiento de Bonifacio y posteriormente me pondré en contacto con Vd.
En espera de que Sixto, el hijo de Bonifacio, me diera la fecha exacta de la muerte de su padre, le pregunté a Vicente Morales Becerra, Jefe del Departamento de Archivo del Ayuntamiento de Tomelloso, si se podría encontrar la famosa carta de denuncia que había escrito Bonifacio Carrión Martínez y este me dijo que sí, que estaba disponible y que “al tratarse de documentación de más de 50 años de antigüedad” su consulta era libre. En dicha carta de denuncia se podía leer lo siguiente:
Saludo a Franco
arriba España
Al Excelentísimo Sr. Gobernador Civil de la provincia
de Ciudad Real.
Muy distinguido y
respetable Sr. Mío: Bonifacio Carrión Martínez, falangista y ex cautivo,
residente en esta ciudad tiene el honor de comunicarle a V. S.: Que la escuela
que le fue denunciada a su señoría estos días pasados a cargo de Miguel
Villahermosa de ésta, ha quedado clausurada, según órdenes de V. S. en este
Ayuntamiento para que se procediera a tal efecto pero, ahora, Sr. Gobernador
debo comunicarle: Que hace varios días que Crescencio Lagreca, habitante en
Santa Aurora 6, y Polonio Gutiérrez, en la calle de Alfonso XII 44, han vuelto
a abrir nuevamente las escuelas, a pesar de haber sido clausuradas por 4ª vez,
y habiendo sido la última encarcelados por orden del Sr. Inspector, hoy se
encuentran en funciones. El 1º, además de ser un desafecto y peligroso a
nuestro régimen, de ser un hombre intruso y sin conocimiento para tales fines,
tiene un local completamente antihigiénico. El 2º, ha sido policía secreta
durante el periodo rojo, al servicio de la C.N.T. En registro efectuado por el
Sr. Inspector en la escuela, se le incautaron varios libros bastante
perjudiciales a nuestra causa salvadora.
Ahora, señor Gobernador
debo decirle: Que tenga V.S. por bien entendido que no me cansaré jamás de
perseguir a los rojos, y denunciar a su señoría, todo cuanto vea, pueda
perjudicar a nuestro Gobierno Nacional, y defender a nuestro querido Caudillo,
y demás autoridades, hasta la última gota de sangre.
Por todo lo expuesto, es
por lo que me dirijo a V.S. para los fines que crea conveniente.
Cuya
vida guarde Dios a V.S. muchos años
Tomelloso
27 de mayo 1940
[firma
de Bonifacio Carrión Martínez]
Por Dios, por España y su revolución nacional sindicalista.
El Gobernador Civil respondió al día siguiente pidiéndole al Alcalde de Tomelloso “el mayor celo y vigilancia en esta importante cuestión”, es decir, en tener en cuenta la denuncia que le había enviado Bonifacio Carrión Martínez.
Escuelas clandestinas en Tomelloso
Pablo Huertas, en un
trabajo realizado para obtener el Graduado Universitario Sénior de la Universitat
Jaume I (Curso 2017-2018), con el título de “Memorias de mi infancia”, nos
ofrece un testimonio sobre cómo era la escuela clandestina de uno de los
denunciados por Bonifacio: “El maestro, del que guardo un agradable recuerdo,
era pequeño y delgado, se llamaba Crescencio Lagreca Jareño, llevaba la
contabilidad de una fábrica de tejas y no sé si alguna otra más, y para
ayudarse económicamente, tenía la academia, que le debía ocupar la mayor parte
del día […] La academia en sí, era de lo más elemental y si la comparamos con
la del primer maestro, que tenía un aula de verdad, amplia, con bancos en toda
la clase y un gran ventanal, la del maestro Lagreca, era muy pobretona; aquella
familia vivía en unas condiciones un tanto peculiares. Se accedía desde la
calle a un gran patio, con un enorme peral en medio, y a un lado vivía una
familia, creo que parientes de la del maestro, y al frente, atravesando el
patio, estaba la academia, sin ningún pasillo ni otro habitáculo. Era lo que en
el pueblo llamábamos una cocina, con su chimenea, cuatro pizarras, dos en cada
pared, dos pupitres largos, uno frente al otro, con sus tinteros fijos en la
tabla inclinada que servía de mesa y una puerta al fondo, que daba al corral,
donde íbamos a hacer nuestras necesidades, tanto los alumnos como ambas familias.
A la izquierda de la sala o cocina, había una puerta que comunicaba con un
dormitorio, que era la alcoba del matrimonio, del hijo soltero y de la hija,
que estaba viuda y tenía una niña de pocos años; debían dormir en condiciones
anómalas tanta gente junta en tan poco espacio. La enseñanza consistía en hacer
un poco de caligrafía a primera hora de la mañana, y a continuación, nos
poníamos por grupos, frente a las pizarras. Nos pasábamos todas las horas de
clase haciendo operaciones de sumar, restar, multiplicar y dividir, a una
velocidad poco habitual; lo hacíamos con tanta rapidez, que hoy día podríamos
competir casi con las calculadoras. No enseñaba este maestro otro tipo de
cultura, a excepción de cálculo mercantil y contabilidad, temas éstos que normalmente
se hacían en horario nocturno”.
Si nos atenemos al
testimonio de Pablo Huertas, es posible que Bonifacio tuviera en parte razón en
su texto de denuncia en cuanto que el local que usaba Crescencio Lagreca,
“además de ser un desafecto y peligroso a nuestro régimen, de ser un hombre
intruso y sin conocimiento para tales fines, tiene un local completamente
antihigiénico” esto último parece que era cierto.
No obstante, por un documento que se encuentra en el Archivo del Ayuntamiento de Tomelloso, en 1944 (dos años después de la muerte violenta de Bonifacio) había 15 escuelas clandestinas y una de ellas era la de Crescencio Lagreca, pero ahora estaba en el número 8 de la calle Manterola; o sea que había cambiado de dirección y que, por lo tanto, la denuncia que hizo Bonifacio no había servido de mucho.
El robo de las zapatillas
Pero volvamos a mi
correspondencia con el nieto de Bonifacio:
Acabo de encender el
ordenador y me encuentro con su e-mail que ha entrado un minuto antes, de
acuerdo con su información, y por su interés en facilitármela, le agradezco
infinitamente su asistencia por saber sobre mi abuelo materno, Bonifacio
Carrión Martínez, ya que la última versión de mi tío carnal era que le metieron
en la cárcel por robar unas zapatillas a un feriante, por la gran necesidad
económica que estaba pasando a consecuencia de la posguerra con una familia
numerosísima de hijos pequeños, siendo un maestro de escuela. Esta versión no
me encaja para nada: que por robar unas zapatillas le dieran una paliza en la
cárcel hasta la muerte y declarasen después que se ahorcó en las mazmorras del
Ayuntamiento.
Bonifacio Carrión
Martínez era un maestro de escuela que ejercía su profesión por su cuenta y
riesgo, es decir que tenía escuela propia, de tal forma que si el régimen de
Franco clausuró las escuelas privadas entonces él se quedó sin escuela y a su
cargo una familia numerosa para sacar adelante que no podía mantener.
Ahora, mientras le estoy escribiendo, se me anuncia una notificación de correo electrónico suyo donde viene el certificado de defunción de Bonifacio, voy a verlo a continuación de escribirle.
Bonifacio delator y mártir
Como se puede constatar, ya en la familia se sospechaba que el maestro de escuela Bonifacio Carrión Martínez no había muerto de muerte natural, pronto confirmaríamos que, en efecto, su muerte había sido traumática. Pero antes veamos cómo reaccionó la familia al confirmarse que su pariente había sido un delator.
Leer la carta de
Bonifacio Carrión Martínez, quien sería mi abuelo en 1.959, año en que nací, al
Gobernador Civil de Ciudad Real me causa una sensación casi indescriptible, una
mezcla de repudio, indignación, lamento, pena, piedad y si me apuras vergüenza.
Tanto es así, que como
veo que este correo lo has puesto con conocimiento de mi tío, Sixto Carrión
Lara, como yo lo he hecho con anteriores correos que te he enviado, lo cual has
hecho muy bien y te lo premio ya que cuando le dije por teléfono que me ibas a
enviar la carta al Gobernador Civil él me dijo que se la enviara en cuanto la
tuviera, yo le contesté: no te preocupes que tú tendrás todo lo que me envíe.
Pues bien yo no le voy a llamar ni a escribir, esperaré a que Sixto me llame o
me escriba porque esto que me has mandado supone ahondar en una herida muy
sensible.
Ahora veo la premonición
que le di a conocer el año pasado a mi tío sobre este asunto porque creo a pies
juntillas que esto está ya decantado. Le dije a Sixto: Que el robo de las
zapatillas al feriante que llamó a los guardias, no supone esto que por este
hecho tuviera Bonifacio tal resultado de muerte ya que el feriante quedaría
satisfecho con el cobro de las zapatillas o, en todo caso, con la devolución de
las mismas, cuestión esta que me lo confirmó mi tío y como así fue, sin embargo
yo le dije que los guardias del Ayuntamiento eran funcionarios que no son
fácilmente “depurables”, simplemente se realizó un cambio de uniforme y de
comportamiento, “un cambio de careta” que se suele decir, muchos policías
municipales y otros funcionarios o empleados públicos afectos al Frente Popular
o al republicanismo más radical de izquierdas quedaron ocultos en sus uniformes
con sus verdaderas ideas por dentro y ejerciendo en el nuevo régimen del
Movimiento Nacional de la España del “Generalísimo Franco”. De tal forma que,
el policía municipal, o varios, viendo que se trataba de un falangista
destacado que viene dando ejemplo de orden, corrección y buena conducta,
moralidad y religiosidad, en lugar de dar ejemplo como hace ver lo que hace es
aprovecharse de la nueva situación política y se encarga de adueñarse de lo
ajeno, hurtando unas zapatillas, lo que da lugar a pensar qué más faltas
reprochables habrá hecho o cuántas hará más adelante, por lo que la inmediata
es llevarle al calabozo aunque hubiera pagado las zapatillas y dado el inmenso
odio y superiores ansias de venganza que existían en aquella época en Tomelloso
dentro de muchas personas que se consideraron arruinadas por el régimen de
Franco, no dudaron en emplearse con mi abuelo dentro de la celda del calabozo o
de cualquier otra dependencia del mismo, de forma brutal, causándole la muerte.
Todo esto es lo que me aventuré decirle a mi tío Sixto el mes de mayo de 2.018.
A tenor de lo anterior, me afianzo en lo que le dije a mi tío el año pasado pues no le mataron sólo por el hecho de ser un falangista hurtando unas zapatillas, sino que se comportó como un auténtico delator reincidente ya que en su carta al gobernador civil decía que las dos escuelas clandestinas laicas que ya había denunciado anteriormente habían vuelto abrir, no había arrepentimiento en sus denuncias, sino todo lo contrario, porque señalaba a los dueños de las escuelas como certeros y abiertos enemigos del Movimiento Nacional de la España del “Generalísimo Franco” y, por si fuera poco, además denunciaría tantas veces, “fuera necesario”, y a tantas personas que encontrase enemigas del régimen, esto ya me deja a mí muy mal, puesto que se hace evidente que fue un delator de libro, nunca mejor dicho, aunque por ello no hay que dejar de tener misericordia con esa alma caritativa que mencionas en tu libro, Dionisio, aunque ya sé que se trata de una total ironía, y también lamentar que en el fondo fuera un absoluto ignorante por no prever las consecuencias que pueden traer ciertas acciones.
¿Quién era Bonifacio Carrión
Martínez?
A
través de la correspondencia con Bernardo (el nieto de Bonifacio) fui
familiarizándome con la figura de este falangista maestro de escuela quien, por
muy delator que fuera, era también un hombre que estaba tratando de sobrevivir
en un ambiente hostil puesto que el mismo régimen de Franco no veía con buenos
ojos al movimiento falangista. Además, Tomelloso siempre ha sido algo así como
una tribu, con sus diferenciadas clases sociales, y Bonifacio no era de
Tomelloso, sino que había nacido en Villa de Ves (Albacete).
Bonifacio fue maestro
en una escuela privada en Valencia, donde conoció a la tomellosera Felicidad
Lara Herreros con la que se casó y, según me cuenta su nieto, “después de tener
los primeros tres hijos varones, Arturo, Sixto y José, regresaron a Tomelloso
en la época de la segunda república donde Bonifacio se estableció con escuela
propia y se afilió a Falange acabada la Guerra Civil, después ya en Tomelloso
mis abuelos tuvieron los tres últimos hijos”.
Sixto, el hijo de
Bonifacio, llegó a ser un compositor y músico del ejército español y
refiriéndose a una de sus composiciones, “Recuerdo Armonizado”, le dice a su
sobrino que ésta “le evocaba tristeza pues la compuso inspirándose en la triste
muerte de su padre Bonifacio y en las condiciones que le vieron sus últimos
días y de qué forma quedó el cadáver por los golpes que debió recibir y
hacerles pasar que se ahorcó en la cárcel”.
Además, el hijo de
Bonifacio, Sixto Carrión Lara, le escribiría lo siguiente a su sobrino
Bernardo: “He leído el correo que
enviaste al Sr. Dionisio sobre la muerte de tu abuelo ( mi padre ) y me parece fenomenal; no
obstante, creo que sería bueno hacer saber
que no estaba en la cárcel cuando murió; fue en uno de los calabozos del
Ayuntamiento a la espera de ingresar en prisión, para posteriormente ser
juzgado y para más abundamiento, sólo
tenía una ventana enrejada que daba a la plaza mayor del pueblo, rejas que me
servían a mí para entregarle bocadillos ( hechos por mi madre ) porque no le
daban de comer. Según me contó mi madre, el cuerpo de mi padre estaba lleno de
señales inequívocas de haber sido objeto de grandes palizas”.
A través de Bernardo,
el nieto de Bonifacio, fui enterándome con más precisión quién era este hombre
que quizás por mantener a su amplia familia, o simplemente por sobrevivir en el
ambiente hostil de Tomelloso, se afilió a la Falange y llegó hasta el extremo
de denunciar a aquellos competidores suyos (otros maestros que tenían escuelas
privadas) que finalmente facilitarían, o verían con buenos ojos, que
simplemente fuera liquidado.
Sin
esperar a que el hijo de Bonifacio me diera la fecha exacta de su muerte,
primero fui al cementerio de Tomelloso y luego al Registro Civil del Juzgado
para pedir una copia del certificado de defunción del maestro falangista.
El
encargado del cementerio, Mario, tan eficiente y amable como ya había sido en
otras ocasiones ayudándome a identificar algunas tumbas que me interesaban,
localizó la tumba de Bonifacio pero me advirtió que al ser tan antigua si la
familia no la había reclamado y cuidado lo más posible es que ya habrían sacado
los restos de aquel hombre, los habrían metido en una fosa común y alguien habría
comprado el terreno. Así, fue, aunque
conocíamos la localización de la tumba de Bonifacio, por mucho que buscamos
Mario y yo no encontramos su nombre en ninguna de ellas…
Unos
días después conseguí una copia del certificado de defunción de Bonifacio
Carrión Martínez: había muerto el 15 de mayo de 1942 en las dependencias del
Ayuntamiento. Según este certificado la
causa de la muerte era “por asfixia”, un eufemismo para decir que se había (o
lo habían) ahorcado.
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Miércoles, 17 de Abril del 2024
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