Opinión

La dimensión del ser humano (I)

Fermín Gassol Peco | Sábado, 22 de Febrero del 2020
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El ser humano antiguo apenas tenía conocimiento de algún lugar hacia dónde poder mirar, nada que explicara su azarosa vida y su penoso destino, por eso dirigía su mirada siempre al cielo para encontrar la explicación de todo lo que sucedía; el actual sin embargo anda tan impresionado y está tan orgulloso de sus logros que no siente la necesidad de mirar más allá de sí mismo. La sociedad hoy sobrevive a la sombra de unos edificios personales tan inmensamente altos que impiden al hombre percibir la necesidad de buscar un hueco mental para poder gozar de la luz que viene de ese mismo cielo”.

Abrir las ventanas cada mañana para que penetren el aire y la luz es algo habitual en todos los hogares de la tierra. Ventilar el habitáculo para que el ambiente exterior renueve al aire de la noche. Sin el vientecillo nuevo y limpio, la vida en la estancia se acabaría apagando.

Pues bien, a los seres humanos nos sucede lo mismo, si no abrimos lo que somos hacia una realidad que al principio nos es ajena pero que luego se torna necesaria y propia, nuestra vida se acabará convirtiendo paulatinamente en pálida fotocopia del pasado agostándose poco a poco y la llama creativa de la existencia dejará de iluminar la estancia en que vivimos.

Los hombres y mujeres no pueden ser como habitaciones cerradas, enroscados en sí mismo so pena de convertirse en sucedáneos vivientes porque su verdadera dimensión supera el habitáculo que los contiene; las personas no solo crecemos física y mentalmente según la dotación genética y ambiental en que nos desarrollamos, crecemos también y sobre todo de una manera más profunda cuando hacemos aumentar nuestra capacidad de relación; esta faceta de nuestro ser es la que aporta la mayor contribución a la hora de llegar a descubrir nuestro ser total.

Nuestra propia identidad crece a media que nos relacionamos con aquello que todavía no forma parte de nosotros; desde la relación cósica de un trabajo manual o de una materia científica hasta la relación personal más o menos profunda, hasta el encuentro personal que es el culmen de la relación; es pues del exterior de donde siempre recibimos nuestro verdadero sentido y dimensión final como personas.

La trascendencia es como ese aire y esa luz que da vida y sentido al interior y al exterior del hombre. Es la que ilumina dimensionando completamente esa estancia, mostrando toda su verdadera capacidad, la que da luz de manera clara a nuestro interior, sobre todo a esos ángulos oscuros que tienen todas las estancias, todas nuestras vidas y en un mismo acto la que nos permite conocer y entrar en contacto con el exterior, con todas las realidades existentes más o menos cercanas en ideas y experiencias haciéndonos más grandes, más capaces. La trascendencia es en definitiva aquello que nos posibilita respirar, ver, pensar y actuar, vivir en suma de una manera distinta a la del día anterior. 

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