Opinión

Las cuentas de una pandemia en Tomelloso

Julio Olmedo Álvarez | Miércoles, 1 de Abril del 2020
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Por lo que se deduce, Tomelloso está viviendo una pandemia de proporciones desconocidas, algo que acaba de reconocerse tras un largo silencio impuesto y de intentos por acallar lo que era un secreto a voces. Sin embargo, una realidad tan dura es muy difícil de ocultar y ha terminado saliendo a la luz pública.

No voy a enfocar la situación como técnico, puesto que no lo soy en absoluto, sino como simple espectador de unos hechos preocupantes que me llevan a hacer algunas reflexiones públicas como ciudadano y a pedir actuaciones decididas, si eso es posible.

A la emergencia de esta pandemia en nuestra ciudad han contribuido hechos quizá fatales, como que se diagnosticase el primer caso de coronavirus en el hospital de Tomelloso el 3 de marzo. Eso supone que había personas en nuestra ciudad desarrollando síntomas incluso semanas antes, lo cual nos traslada a febrero, puesto que el foco inicial de contagio no quedó del todo claro.

Así, con el virus circulando estábamos en situación de desventaja frente a otros lugares, ya que la expansión durante una quincena, hasta la declaración del estado de alarma del 14 de marzo, facilitó una propagación a la que incluso pudieron contribuir las primeras víctimas. Como es sabido, el fin de semana antes del estado de alarma los tanatorios de Tomelloso estaban con 6 o 7 difuntos, a cuyos duelos acudía gente con más o menos normalidad. Incluso, se ofrecían los medios tradicionales para el sepelio como el autobús de transporte colectivo a la iglesia desde del tanatorio y luego hasta el cementerio. En fin, unas circunstancias ideales para la propagación, aunque todavía muy poca gente notaba los síntomas.

Por ese tiempo, ya pasaba algo en Elder, no solo por algunas muertes, sino por síntomas alarmantes entre los enfermos y los trabajadores, pero es algo en lo que no voy a entrar porque solo tengo un conocimiento superficial y el problema es demasiado grave como para entrar en algo tan triste y tan complejo.

Curiosamente, conforme se incrementó el número de posibles positivos y el de fallecidos, la primera medida fue que los medios de comunicación dejasen de publicar el número de fallecidos. Se alegó para ello el derecho a la intimidad de las personas, pero una cosa es dar la identidad del fallecido y otra reseñar el número de muertes, un mero dato estadístico.

Luego, saltó a la prensa nacional el caso Elder. 15 víctimas eran demasiado como para que eso no llegase a todos los medios de comunicación nacional, incluidas las principales cadenas de televisión. La noticia se convirtió en un debate entre gestores sanitarios y de la residencia, pero mantuvo la opacidad de lo que pasaba dentro, en relación al número de residentes ya infectados o a la situación desesperada de los trabajadores. También quedaba aparte el hecho de que si el virus golpeaba fuerte en esa residencia, esto podía ser consecuencia del grado de infección en la ciudad.

Como la situación se iba volviendo alarmante, las redes sociales comenzaron a difundir noticias no contrastadas. Algo normal, porque es bien sabido que cuando no hay información fiable, si el asunto es de mucho interés, esta se sustituye por los bulos. Sin duda los rumores tenían como materia prima a una población que iba conociendo en primera persona a personas infectadas (algunas fallecidas). Todo el mundo empezó a tener en su entorno personas que fallecían o que se ingresaban en el hospital, incluso varias en el mismo día.

Frente a esa situación potencialmente límite que se dio durante la primera semana de alarma, la única respuesta fue que los medios oficiales divulgaron una posible denuncia contra las redes sociales, basada en el siguiente argumento: “lamentan este tipo de bulos que, en tiempos complicados como los actuales debido a la pandemia del coronavirus, lo único que hacen es crear una alarma innecesaria”.

Esto ocurría el 23 de marzo, cuando ya había 93 hospitalizados positivos en Tomelloso y 175 en Alcázar, porque a partir de esa fecha se podía conocer el desglose por hospitales, en vez de por provincias. Si sirve como referencia el resto de hospitales de la provincia tenían una situación diferente con alrededor de una veintena de ingresados en Manzanares, o una treintena en Valdepeñas. Incluso el hospital de Tomelloso se codeaba de tú a tú con el hospital universitario de Ciudad Real.

Curiosamente, el día 24 apareció una noticia en Lanza que hacía referencia a la saturación de tanatorios y en ese artículo se podía leer este párrafo: “Durante la semana pasada el Tanatorio Virgen de las Viñas de Tomelloso se encontró al borde del colapso. Una situación crítica en la que no paraban de registrarse fallecimientos”.

Los días transcurrían, pero nadie con un puesto oficial daba información sobre lo que sucedía en Tomelloso, aunque los teléfonos privados y las redes sociales seguían manejando información, con la precariedad que se conoce. A lo más que se podía llegar era a interpretar cifras sin desglosar, relacionadas con Castilla-La Mancha o con Ciudad Real, pero eso distorsionaba totalmente lo que se vivía en la zona de Tomelloso. No se puede meter en el mismo saco a extensas zonas con muy baja incidencia junto a otras más pequeñas de alto contagio y tratar de sacar una media.

Respecto a la emergencia sanitaria tampoco se decía mucho, aunque las cifras de hospitalizados subían como la espuma en Tomelloso, Alcázar y, saturados estos, en Ciudad Real. Sin embargo, en La Tribuna de Albacete del día 24 aparecía una noticia, titulada Los hospitales pequeños sufren más la falta de material, donde se leía el siguiente párrafo “Una falta de material que, no obstante, no es solo una consecuencia de esta crisis sanitaria. Hospitales como los de Tomelloso, Puertollano o Valdepeñas, por citar solo algunos de estos centros de menor tamaño, siempre han tenido más problemas con los suministros que los grandes, normalmente un poco mejor abastecidos, explican a este diario fuentes del sector.”

Mientras se agrandaba el sentimiento privado de que Tomelloso estaba viviendo una catástrofe, el caso Elder volvía a aparecer el pasado domingo 29 en El Mundo. La noticia se titulaba Tomelloso, récord con 40 ancianos muertos: por qué las residencias son la 'zona cero' de la pandemia.

Casi un mes después de que estallara la crisis ayer tuvimos el primer reconocimiento oficial de las desbordantes dimensiones del problema: 104 víctimas de Tomelloso en recuento oficial, aunque se desconoce el número de hospitalizados, y sería mucho aventurar el número de positivos.

Conocida esa cifra, eché mano a los datos de que disponía a día 30 y, aunque no soy muy diestro en matemáticas, obtuve algunos resultados. Si tomamos esa cifra y la comparamos con el total de muertos en Castilla-La Mancha, resulta que Tomelloso tiene el 16,7 por ciento de los fallecidos. Pero si comparamos los fallecidos de Tomelloso, con los 145 que había en la provincia de Ciudad Real, la conclusión es que Tomelloso tenía el 71,7 por ciento de las victimas computadas por Covid19 en nuestra provincia.

Si usamos los porcentajes convencionales sobre letalidad del Covid-19 que se estiman en torno al 1 o 1,5 por ciento sobre los infectados, la conclusión es que Tomelloso podría tener una cifra aproximada de 10.000 habitantes con o sin diagnóstico, lo que personalmente me descoloca y me deja desbordado del todo.

Y a partir de esto viene el futuro, cuya primera acción debería consistir en reconocer las dimensiones reales del problema. Desde luego con este artículo no trato de poner contra las cuerdas a nadie, pensando como pienso que todo el origen se debió a una serie de fatales circunstancias encadenadas.

Ahora bien, si llamo a la responsabilidad de todos para afrontar un problema de un tamaño tan considerable, que si muestra cifras especiales debería requerir recursos y medidas proporcionales, y por eso, como diría Serrat, me dirijo a quien corresponda.

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