Opinión

Si Cristo no ha Resucitado, vana es nuestra Fe

Fermín Gassol Peco | Domingo, 12 de Abril del 2020
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Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó.  Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. (1 Cor, 15, 13 – 14)

Después de haber celebrado la Semana de la Pasión y Muerte del Señor esta es la gran pregunta que hoy domingo de Resurrección todos los que nos decimos cristianos hemos de hacernos: ¿Y después de la Cruz, qué? ¿Todo ha terminado en el monte Calvario? ¿Es la crucifixión y muerte de Jesús el último acto de su vida, de su Misión entre nosotros? Sabemos que no. De ser así, si Aquel que murió colgado de un madero entre dos malhechores no hubiera resucitado, vana sería nuestra Fe, que nos dice San Pablo en su Primera Carta a los Corintios y estaríamos “confiando” en un hombre bueno, molesto para el poder establecido, en uno más que se autoproclamó profeta, un iluminado, un líder político, un revolucionario que ha dejado una profunda huella… como tantos otros han existido en la historia.

Sin embargo los cristianos creemos que no es así, que nada de esto resulta más ajeno a la realidad porque ahora ya sabemos que “todo quedaba por acontecer”; ¿todo? Sí, todo. En los planes de Dios, la muerte real del Hijo es una pascua, un paso a la Vida Eterna. Todos los hechos vividos durante esta semana cobran para nosotros los cristianos su auténtico sentido en este día de la Pascua de Resurrección, el día en que celebramos el paso de la Muerte a la Vida. La pascua del Hijo muerto en la Cruz al Señor de la Vida, resucitado de entre los muertos.

Desde que hace una semana conmemoráramos la entrada de Jesús en Jerusalén, el misterio de la Pasión y Muerte del Señor presenta su culmen y único sentido en el hecho histórico de su Resurrección, fundamento único de nuestra Fe. A este acontecimiento histórico se le une otro “anterior” en los planes del Padre, esencial y exclusivo, de carácter meta-histórico, en el que resulta imposible penetrar si no es mediante la experiencia previa de la Fe. Curiosamente es este carácter trascendente de la Resurrección el que hace creíble el hecho histórico. Todo aquello que creemos, en Quien creemos, porqué creemos, absolutamente todo, dimana única y exclusivamente de la Luz que irradia la Resurrección. Sin ella no habría sido posible la Fe, la Esperanza y la verdadera Caridad.

La Resurrección es el final feliz de la historia admirable de amor de Dios a los hombres. La recompensa que el Padre tiene reservada al Hijo por haberse entregado como cordero llevado al matadero, vaciándose de sí mismo para salvar lo que por el pecado estaba perdido. La Resurrección es el fundamento de nuestro Credo, no solo porque quien con su resurrección demostró ser Dios, cuestiones ambas de Fe, sino porque desde ese momento, la perspectiva de la Historia y la visión que tiene el hombre sobre sí mismo adquieren un sentido radicalmente nuevo; y esa novedad consiste en saberse sujeto de Eternidad, siendo este ya su mayor e irrenunciable anhelo. El sepulcro vacío no es sino la prueba inicial de que con la Resurrección todos los seres humanos hemos nacido ya a una Vida nueva, en una Tierra nueva.

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