“Porque
si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana
es también vuestra fe”. (1 Cor, 15, 13 – 14)
Después de haber celebrado la Semana de la
Pasión y Muerte del Señor esta es la gran pregunta que hoy domingo de
Resurrección todos los que nos decimos cristianos hemos de hacernos: ¿Y después
de la Cruz, qué? ¿Todo ha terminado en el monte Calvario? ¿Es la crucifixión y
muerte de Jesús el último acto de su vida, de su Misión entre nosotros? Sabemos
que no. De ser así, si Aquel que murió colgado de un madero entre dos
malhechores no hubiera resucitado, vana sería nuestra Fe, que nos dice San
Pablo en su Primera Carta a los Corintios y estaríamos “confiando” en un hombre
bueno, molesto para el poder establecido, en uno más que se autoproclamó
profeta, un iluminado, un líder político, un revolucionario que ha dejado una
profunda huella… como tantos otros han existido en la historia.
Sin embargo los cristianos creemos que no es
así, que nada de esto resulta más ajeno a la realidad porque ahora ya sabemos
que “todo quedaba por acontecer”; ¿todo? Sí, todo. En los planes de Dios, la
muerte real del Hijo es una pascua, un paso a la Vida Eterna. Todos los hechos
vividos durante esta semana cobran para nosotros los cristianos su auténtico
sentido en este día de la Pascua de Resurrección, el día en que celebramos el
paso de la Muerte a la Vida. La pascua del Hijo muerto en la Cruz al Señor de
la Vida, resucitado de entre los muertos.
Desde que hace una semana conmemoráramos la
entrada de Jesús en Jerusalén, el misterio de la Pasión y Muerte del Señor presenta
su culmen y único sentido en el hecho histórico de su Resurrección, fundamento
único de nuestra Fe. A este acontecimiento histórico se le une otro “anterior”
en los planes del Padre, esencial y exclusivo, de carácter meta-histórico, en
el que resulta imposible penetrar si no es mediante la experiencia previa de la
Fe. Curiosamente es este carácter trascendente de la Resurrección el que hace
creíble el hecho histórico. Todo aquello que creemos, en Quien creemos, porqué
creemos, absolutamente todo, dimana única y exclusivamente de la Luz que
irradia la Resurrección. Sin ella no habría sido posible la Fe, la Esperanza y
la verdadera Caridad.
La Resurrección es el final feliz de la
historia admirable de amor de Dios a los hombres. La recompensa que el Padre
tiene reservada al Hijo por haberse entregado como cordero llevado al matadero,
vaciándose de sí mismo para salvar lo que por el pecado estaba perdido. La
Resurrección es el fundamento de nuestro Credo, no solo porque quien con su
resurrección demostró ser Dios, cuestiones ambas de Fe, sino porque desde ese
momento, la perspectiva de la Historia y la visión que tiene el hombre sobre sí
mismo adquieren un sentido radicalmente nuevo; y esa novedad consiste en saberse
sujeto de Eternidad, siendo este ya su mayor e irrenunciable anhelo. El
sepulcro vacío no es sino la prueba inicial de que con la Resurrección todos
los seres humanos hemos nacido ya a una Vida nueva, en una Tierra nueva.
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Viernes, 25 de Abril del 2025
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