Opinión

Mi joven maestro

José Antonio Rebato Lara | Martes, 21 de Abril del 2020
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Tendrías no más de veinticinco años cuando fuiste maestro, yo un aspirante a adolescente inquieto tuve la oportunidad de que nuestras vidas se cruzaran por primera vez, desde entonces han sido varias las veces que se han cruzado y de todas ellas siempre he aprendido de ti, mi joven maestro.

Suerte para los que hemos tenido la oportunidad de cruzar nuestras vidas contigo, yo personalmente disfruté de una nueva forma de enseñar, lejos de los palmetazos y el “sí, don usted”, contagiándome el gusto por el aprender y el disfrute del saber. Pasados los años aprendí de política de ti, sobre todo de honestidad y compromiso con el bien común, antepuesto a los intereses de partido y muy antepuesto al interés particular. Más tarde de tu mano conocí la pobreza de occidente o países mal llamados desarrollados, actuando directamente en ayuda al necesitado en tus tiempos de Cáritas, formando equipo junto con otros amigos en los planes de hombres.

En los últimos años hemos podido disfrutar de largas conversaciones sobre lo divino, lo humano y lo importante o no tanto. Me has ensañado a hablar en público, representar una institución como la que represento, tratar de mostrar a los jóvenes la realidad de otros más desfavorecidos, saber los tiempos que debes estar y cuando es bueno dejar de estar. Porque eso es lo que más aprendí de ti, a estar cuando haces falta y saber cuándo es el momento de dejar de estar. Hoy que escribo esto en tu honor, me doy cuenta que aplazamos conversaciones que para mí hubieran sido muy valiosas, retrasadas por el simple hecho de pensar que ya tendríamos tiempo para ello.

Es una pena las horas de sabiduría y buen hacer que se han perdido con tu marcha Ramón. Los que te hemos conocido vamos a sentir mucho no poder compartir contigo tus “ratos”, y a los que no lo habéis conocido en profundidad lo siento mucho por vosotros, ya no tenéis la oportunidad de aprender de su mano, a hacer las cosas bien y con honestidad.

Esta pandemia nos está dando duro a los tomelloseros, al final no habrá nadie del pueblo que, pasados los años, no la recordemos relacionándola con es sufrir de algunos amigos y con la pérdida de alguien muy querido.

Amigo Ramón, me quiero despedir de ti no con un lo siento ni una lástima, me despido de ti como siempre nos ha gustado hacerlo, con un “hasta luego", esta vez un poco cargado de pena. Y gracias, muchas gracias por todo lo que me has enseñado mi joven maestro.

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