Opinión

Altas a enfermos de COVID-19, sin test PCR de confirmación

María José Díaz C. | Miércoles, 3 de Junio del 2020
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En estos días, nos han tocado vivir situaciones, extremas, injustas, inhumanas me atrevo a decir, todas ellas intentando ser justificadas por el momento excepcional que estamos sufriendo…

Ante todos los diferentes escenarios que han generado determinadas consecuencias, normas, protocolos, actuaciones, etc… gran parte habitan en mi desconcierto pero de todas ellas, la que más me cuesta entender en estos últimos días, es que en los hospitales se estén dando de alta a pacientes de Covid 19, sin un PCR de comprobación, mandándolos a casa con la incertidumbre de no saber si aún son portadores del virus o no, con el riesgo que ello conlleva.

Durante 52 días, que se dice pronto, he tenido a mi padre ingresado en el hospital de Tomelloso, víctima de este virus tan maldito como incierto. Evidentemente cincuenta y dos días dan para mucho y han sido momentos muy difíciles. Ante todo, muy agradecida porque hayan podido salvar la vida de mi padre pero, dado lo extraordinario de este tiempo, he echado en falta muchos valores y cualidades como la empatía o la humanidad, para mí imprescindibles en esta era, supongo que será cuestión de gustos. Siempre hay excepciones, por supuesto, que agradezco de forma infinita, ell@s lo saben, pues en la dificultad siempre aparecen en nuestro camino ángeles que iluminan nuestros pasos haciendo el camino más fácil. A todos ellos GRACIAS.

Tras estos días de ingreso, como es sabido, no se puede visitar a los pacientes por evitar el riesgo de contagio. Aun así, pude visitar a mi padre en tres ocasiones, algo que también agradezco enormemente, y como es lógico siempre protegida como decimos en mi tierra; de alto en bajo.  Pues todo ese riesgo y esa carga viral de la habitación de mi padre parece ser que deja de ser un peligro en el momento del alta. Pues lo trajeron a casa, insistiendo en que ellos no hacían ningún test de comprobación tras el primero y único en que se confirmaba el positivo. Indicaban que se lo harían en nuestro centro de salud, en donde referían que esta afirmación es falsa y que según el protocolo está indicado solo para nuevos casos. Mientras tanto, ilusionados en casa por el ansiado instante del alta pero carcomidos por la incertidumbre de saber si mi padre continuaría siendo portador del virus y, si así fuera, desprotegidos ante él.

Que curioso que todo ese riesgo que se pretendía evitar a toda costa, se desvanezca en el momento de mandarlo a casa. En el hospital, tienen equipos de protección, aunque sean reciclados, pero en casa no tenemos nada más que mascarillas que reutilizamos y algunos guantes que reciclamos hasta la saciedad porque en las droguerías están agotados.

Mi padre ha llegado a casa con una gran dependencia, por lo que necesita ayuda para todo y nuestro contacto con él constante (y sin EPI’S). Mi madre es persona de riesgo, por lo que también se está poniendo en riesgo su seguridad. Y por supuesto también la de mi marido, la mía, la de mi hijo que también es de riesgo y, por supuesto, la persona que nos está ayudando a cuidarlo.

No entiendo que se cuide tanto ese riesgo en el hospital y me recomendasen no acercarme a él en las visitas que pude disfrutar y que ahora pueda cambiarle el pañal sin problema o le agarremos  cerca y fuerte para poder movilizarlo.  No acierto a comprender ese diferente baremo o incluso que por norma necesite mascarilla fuera de casa para protegerme y proteger a los demás y en esta situación no se nos proteja, porque los que estamos en contacto con él, tenemos una vida en la que trabajamos, hacemos la compra, etc… y nos relacionamos con personas aunque tratemos que sea lo mínimo posible. A colación de esto último, también hay algo que se escapa de la lógica, desde hace dos meses que mi padre dio positivo, nadie ha contactado con nosotros para consultar acerca de las personas que hemos estado en contacto con él los días anteriores. Lo adecuado hubiera sido seguir la trazabilidad del virus para poder cercarlo. En todo este tiempo se ha hablado mucho de rastreadores, personas que se están dedicando a hacer este tipo de seguimiento pero tengo la sensación de vivir una realidad paralela pues lo que vemos en televisión no tiene nada que ver con el directo.

Según he podido recopilar, este protocolo es del SESCAM, ¿dónde está la responsabilidad de quien corresponda?

Los ciudadanos de a pie, estamos demostrando tener más corresponsabilidad que los que están al mando, por ello, hemos tenido que solicitar una silla de ruedas en el Centro Social que nos han cedido temporalmente, solicitar un Taxi adaptado que hemos pagado de nuestro bolsillo, todo ello para poder llevar a mi padre a una clínica privada para realizar un test de comprobación para ver si continúa albergando al coronavirus.

Que injusto que toda una vida de trabajo y sacrificio, cotizando para sostener un sistema sanitario, y que llegado este punto sean atendidos de esta forma tan condicionada hasta el punto de cuando más grave estuvo, en el Hospital de Alcázar le fue negada la atención en UCI.

En general, somos muchos los que creemos que lo propio y más lógico, sería llevar un seguimiento de cualquier persona que haya dado positivo para determinar en que momento está libre del virus y puede empezar a hacer vida normal. Este tipo de actuaciones son las que acorralan al virus y evitan su propagación.

En la vida, las situaciones límites, son las que sacan lo mejor y, por desgracia, también lo peor de cada uno de nosotros. Vistámonos de resiliencia. Sirva como ejemplo comercial, que en una empresa de buenos profesionales, una reclamación puede ser la oportunidad para fidelizar un cliente. Valga este cúmulo de despropósitos, imposible de enumerar por su extensión, para evitar que vuelva a repetirse, para construir un sistema sanitario mejor en calidad y cantidad.

Nuestra historia, es una más de las miles y miles que se han escrito estos días. Nosotros, afortunadamente, estamos escribiendo un nuevo capítulo pero son demasiadas las que han tenido un triste final, a cuyas familias acompaño en el sentimiento. Todos estos millones de vivencias, están resultando sólo números para mucha gente. Números que parece no tuvieran alma, ni vida propia, ni proyectos, ni una familia. Un dolor eclipsado por los dígitos, cifras y estadísticas que hacen que, por sorpresa, desaparezcan personas de estos datos como quien arranca las hojas de un libro.

Si no aprendemos nada de todo esto, si no crecemos en sensibilidad construyendo un mundo mejor en base a esta experiencia, no habrá servido el contener los abrazos, compartir  aplausos agradecidos, ni dibujar arcoíris como símbolo de esperanza.

Mª JOSÉ DÍAZ C.  

 

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