Que atravesamos una época de “laicidad” es
algo que parece evidente. El hombre de hoy está entusiasmado con el alcance de
sus posibilidades y en esta especie de enamoramiento de sí mismo ha empezado a
dar de lado a todo aquello que no tiene origen en su inteligencia.
No obstante nuestra historia está llena de
líderes espirituales quienes a través de consejos que podríamos calificar de pedagógicos
han intentado aportar alguna luz a situaciones que se dan continuamente en esa
misma sociedad que se cree autosuficiente. Uno de los géneros más conocidos son
las parábolas o sucesos inventados por el pedagogo pero que tienen un propósito
de enseñanza moral. Sin embargo quien esto escribe piensa que las parábolas
pueden tener también una lectura y una enseñanza sociopolítica indudable.
Parábolas como la de los talentos o la del sembrador, pueden constituir escenificaciones
muy plásticas sobre lo que supone el aprovechamiento de las facultades y bienes
que el hombre ha heredado y hoy posee.
A medida que la sociedad está más
evolucionada, más desarrollada, demanda mayor calidad en los comportamientos de
sus miembros como no puede ser de otra manera. Sin embargo no todos los que la
conformamos aprovechamos de manera correcta los sabrosos frutos de la semilla que ese desarrollo nos
proporciona. La democracia y la libertad con todas las ventajas que conllevan, son
algunas de las semillas más preciadas para cualquier suelo, para cualquier
sociedad. Pero sucede que una semilla de calidad ha de ser acogida en un suelo preparado,
fértil y profundo. Si la semilla, por buena que sea cae en el camino, en
terreno pedregoso o infectado de malas hierbas, si la semilla cae en tierra seca, poco profunda y no la abonamos y
regamos a diario con acciones convenientes, si no procuramos extirpar las malas
hierbas que la ahogan, su calidad podrá estar certificada con gran poder de
germinación pero la cosecha, si es que llega a término, será deplorable.
En una sociedad se recoge aquello que se
siembra. No puede conducir a engaño que sembrando ideales nobles y justos éstos
se vean aminorados y abortados por no ser acogidos por una tierra, por una
sociedad preparada para que la semilla germine y crezca fuerte y sana. Hace
unas fechas tuve la ocasión de hablar en público sobre la crisis actual. La
cosa iba sobre la crisis económica, sus causas y sus víctimas. Tras reflexionar
durante varios días preparando la charla, examinando las causas que habían
provocado esta crisis, llegué a la conclusión de que las causas eran varias pero
que la causa última había sido y sigue siendo una fuerte crisis de valores
internos o dicho de otra manera una escalofriante crisis de cultura.
Porque
la cultura es aquello que nos procura la humedad, lo que da vida a cualquier
sociedad, lo que transforma un mercado de ignorantes en una escuela de saber.
Resulta bochornoso que día tras día una gran mayoría de personas con capacidad
y oportunidad para pensar, dediquen su tiempo a vegetar, a satisfacer el
instinto sin dedicar ni un solo momento a procurar rentabilizar o a poner en
práctica los talentos recibidos, su nivel de conocimientos. Trabajar mucho para
disfrutar mucho, triste historia ésta cual parábola de unos seres dando vueltas
a una noria.
¿Quién piensa hoy? ¿Quién dedica algún
tiempo de sus vidas a buscar soluciones a los problemas actuales? ¿Quién se
pregunta el porqué de todo esto? Luego nos extrañamos de que esto no funciona,
pero ¿Quién siembra “semillas certificadas” en el suelo de nuestra mente y nuestro corazón?
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Sábado, 4 de Mayo del 2024
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