Tomelloso

El arte inmenso de Ángel Pintado realza el bicentenario de Bodegas Peinado

El pintor tomellosero ha realizado dos magníficos cuadros de las instalaciones

Carlos Moreno y Francisco Navarro | Sábado, 25 de Julio del 2020
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Bodegas Peinado llega a los doscientos años de vida. Un aniversario al alcance de pocos que esta gran empresa tomellosera se ha ido labrando con una sabia combinación de tradición, modernidad y el esfuerzo de varias generaciones. El aniversario ha llegado en mal momento por la irrupción de la pandemia de la Covid-19, pero los responsables de la bodega no se resignan  a que un cumpleaños tan señalado pase de largo. Así lo explica, Víctor Gallego, el fiel empleado de la entidad que nos ha vuelto abrir las puertas de la bodega. “Hay muchos proyectos e ideas que no sabremos si llegaremos a tiempo de desarrollarlos tanto en Tomelloso como en los lugares donde tenemos distribución”, dice.

De momento, este bicentenario ya tiene una manifestación bien  visible. El pintor, Ángel Pintado, ha elaborado dos magníficos cuadros de las instalaciones de Peinado, uno interior y otro exterior, dos obras inmensas que realzan este aniversario de la bodega. Su propietario, Alfonso Ortiz, es un gran amante del arte y uno de sus proyectos es construir un museo en las instalaciones. No está presente, pero si está su hermano Florentino que disfruta de la reunión de los periodistas, el pintor y el empleado.

Pintado explica como ha sido el proceso creativo de estos dos cuadros que, sin duda, enseñan todas las cualidades y el talento de este gran artista. Antes de empezar a hablar, el pintor mueve los cuadros para que le de la luz que más le gusta. “Lo primero que vi al entrar en esta nave de la bodega fue este enfoque. Podría haber elegido otro diferente, pero me gustó esta perspectiva de bodega antigua, con unas paredes que han perdido la verticalidad, las traviesas de madera llenas de historias, la humedad, el ambiente que se respira, el olor a holandas, la penumbra del lugar”. En definitiva, muchos elementos que inspiraron al artista a la hora de elaborar su cuadro.

“En la obra, -añade-, aparecen todos los términos que necesita una pintura, primer término, segundo término, tercer término y una luz muy delicada que entra y que ilumina la penumbra de la bodega”.

El pintor insiste en el aspecto de deformidad de algunos de los elementos “que funciona muy bien para mi cuadro. Todo va supeditado a una deformación natural que ha provocado el paso del tiempo. Se ve muy bien en uno de los arcos o en el desorden de las traviesas de madera, y sin embargo, la construcción sigue en pie, no se ha venido abajo”.  

En el cuadro aparece un teléfono que, en su momento, debió ser tan innovador como ahora pueda ser un ordenador de última generación  y otros muchos detalles que el pintor capta junto a otros más tradicionales.  También se refiere Pintado a los membrillos que aparecen “que están ahí porque eran la fruta de la temporada en la que hice la obra y me vinieron muy bien para darle al cuadro ese toque ocre que tienen y combinarlo con el azul de la mesa”.   

Con la obra ya iniciada, Ángel Pintado decidió introducir una mesa con membrillos y las botellas que se fue encontrando en la bodega para realizar un bodegón. “Es algo que no he hecho nunca, lo normal hubiera sido centrarme en la penumbra y la fuga de la bodega, pero me apeteció plasmar esas cosas, que tienen un lenguaje que se continúa con la bodega, forman parte de su historia”, señala.

Es la primera vez que el artista pinta dentro de la bodega. Tenía mucho interés en ver  la bodega por dentro, “nunca había estado” y se lo hizo saber al propietario. “Lo primero que me sorprendió ver fue dos pequeñas torres de destilación-el pintor habla ahora del cuadro de los exteriores-, que me llamaron mucho la atención. Esas torres son antiquísimas que no tienen nada que ver con las grandes chimeneas de la ciudad, que son muy altas, estilizadas, muy bien  rematadas con el ladrillo. Éstas son mucho más discretas”.

Apunta Víctor Gallego que esas torres eran parte de dos alquitaras que era donde se hacían los mejores brandis Peinado, “las más antiguas de Tomelloso”.

Al final, el pintor confiesa que se ha sentido muy cómodo pintando en la bodega. “Me apetecía mucho porque llevaba mucho tiempo sin hacer interiores con penumbras. Enseguida vi que había cuadro”. Estas dos obras serán el principio de ese museo que tanta ilusión hace a Alfonso Ortiz que, además, siente especial predilección por Ángel Pintado que, sin duda, ha tenido un feliz reencuentro con los motivos interiores.

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