Ron Lalá estreno este sábado en el Teatro Municipal de
Tomelloso el montaje “Andanzas y entremeses de Juan Rana”. La obra es un
homenaje, con el inconfundible sello ronlalero, al teatro, la risa, la libertad
de expresión y la incorrección política, a través de las peripecias de uno de
los grandes comediantes del Siglo de Oro, Juan Rana. El público, que volvió a
llenar prácticamente el teatro (guardando las distancias y con todas las
medidas sanitarias implantadas), se divirtió de lo lindo y aplaudió a rabiar un
espectáculo que no deja títere con cabeza.
La función comenzó prácticamente a la hora, tan solo con
ocho minutos de retraso, lo que es de agradecer dadas las estrictas medidas de
seguridad que se toman en el teatro. Eso denota la concienciación del respetable
y el trabajo del personal de Cultura.
Un conocido adagio asegura que quien no recuerda la historia
está condenado a repetirla. Ron Lalá, se encarga de recordárnoslo durante toda
la función, como solo ellos saben hacer. En el siglo XVII “la labor de los
inquisidores fue tan buena que acabaron con herejes, brujas y judaizantes y
solo quedaban comediantes para juzgar”, como aseguraba el Inquisidor Mayor al
comienzo de la obra. En el siglo XXI esa inquisición, virtual en muchos casos,
vuelve con nuevos bríos. Los nuevos torquemadas decretan autos de fe en las
redes ante cualquier forma de heterodoxia e incorrección.
Con el proceso a Cosme Pérez —el conocido Juan Rana, seguramente
el actor más célebre del Siglo de Oro— como telón de fondo, se van engarzando
entremeses escritos para él por Calderón, Jerónimo de Cáncer o Agustín Moreto. Al
“representante” se le acusa de “risa deshonesta, blasfemia, desacato,
irreverencia, provocación, espíritu crítico, herejía y contumacia en el pecado
nefando”. Y, con esos mimbres, tejidos con maestría por Álvaro Tato con un
texto maravilloso, la inconfundible dirección de Yayo Cáceres, la oportuna
música de Miguel Magdalena y el gran trabajo de los actores (Juan Cañas, Daniel
Rovalher, Íñigo Echevarría, Miguel Magdalena y Fran García) disfrutamos de una
fabulosa noche de teatro. En verso, claro.
Con una sencillez pasmosa, la obra ofrece una profunda
reflexión, como decimos, sobre los limites del humor y la corrección política.
Y Ron Lalá lo traslada a nuestros días con alusiones a monarca eméritos,
corrupción y chanchullos políticos. También la pandemia está presente en el
montaje con guiños a la distancia, las mascarillas o el gel hidroalcohólico. El
público disfruta, ríe, aplaude cada escena, participa; se divierte, en
definitiva, que es el fin de la comedia y de los cómicos. Y es que no hay nada
más liberador que la risa; como dicen en la obra “¿Quién dice que Dios es
serio?”
Y cuando acabó la obra, con un monologo final, un canto a la
libertad de expresión, el publico dedicó una gran ovación a Ron Lalá que se prolongó
durante varios minutos.
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