Tomelloso

Lección magistral de cinco grandes pintores en la exposición “El Prado en Tomelloso”

Fermín García Sevilla, Ángel Pintado, Pepe Carretero, Andrés Ruiz Paraiso y Caroline Culubret examinan sus obras preferidas

Francisco Navarro y Carlos Moreno | Viernes, 16 de Octubre del 2020
{{Imagen.Descripcion}} Fotos: Francisco Navarro Fotos: Francisco Navarro

Empieza a caer la tarde en Tomelloso y se nota en la temperatura que baja, aunque todavía es agradable. Los últimos rayos de sol tamizan de un precioso tono anaranjado la fachada de la Iglesia y el Casino San Fernando.  Hay gente que pasea, personas que conversan en los bancos, otras que reponen fuerzas en las terrazas, gente que porta bolsas de compra,  niños que corren y gritan.  En la concurrida plaza, los periodistas aguardamos a que lleguen  cinco pintores con los que hemos quedado. Les hemos pedido que analicen su obra preferida en la exposición “El Museo del Prado en Tomelloso” que sigue atrayendo  a numerosos visitantes; ya sea por libre o aprovechando las visitas guiadas que se han organizado.

Los artistas llegan y no tardamos en ponernos manos a la obra con el reportaje.  Fermin García Sevilla, Ángel Pintado, Pepe Carretero, Andrés Ruiz Paraiso y Caroline Culubret nos darán una magnífica lección de arte, pero también de vida. La calidad humana de estos cinco artistas resulta proporcional a su inagotable talento. Con ellos hemos disfrutado y hemos aprendido mucho.  Seguros que nuestros lectores, también.

Pepe Carretero: Vistas del jardín de la “Villa Médicis” en Roma de Velázquez

Pepe Carretero escoge las Vistas de la Villa Médicis en Roma. Lo hace, «obviamente porque son dos obras de Velázquez y también porque conozco el lugar. Actualmente la Villa Médici alberga la Academia de Francia en Roma y he tenido ocasión de visitarla». Se sabe, nos explica Carretero, que los cuadros los pintó el autor en su segundo viaje a Italia «donde parece ser que tuvo un escarceo amoroso y el rey no hacía otra cosa que escribirle cartas para que volviese a Madrid porque la figura de su pintor de cámara le daba mucha paz».

Son dos cuadros «que anteceden al impresionismo. Fueron un descubrimiento para Manet, que estuvo en el Prado y estoy seguro que cuando viese estas obras se quedaría atónito. Aunque están hechos dos siglos antes, fueron fundamentales para ese movimiento». A pesar de lo que se ha escrito y dicho sobre la melancolía que producen al espectador, a Carretero no le embarga ese sentimiento al contemplarlos.


Velázquez conoce también la pintura y el ser humano «que sabe que cuando se contemplas estos cuadros, es el ojo quien los termina». Se trata de los pocos paisajes que pintó el genio Sevillano, que, asegura carretero, «no le interesaban nada. Se nota ese desinterés en, por ejemplo, los retratos ecuestres, allí los paisajes son meros decorados. En estas dos obras, Velázquez pinta paisajes, algo inaudito en su trayectoria».

La exposición “El Prado en Tomelloso”, «está muy bien para quien no haya visitado el museo o necesite una explicación. El Prado está muy a mano de todos, es un museo que visito mucho y que animo a descubrir».

Caroline Culubret: “Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches” de Federico Madrazo

A Caroline Culubret siempre le ha llamado la atención el cuadro “Amalia de Llano y Dotres, condesa de Vilches”, de Federico Madrazo. «Mi hermana tenía un póster grandísimo de este cuadro en casa y siempre me ha parecido muy interesante. El autor es capaz de mostrarnos, con cuatro trazos, la textura de las telas, los ropajes, el raso del vestido o el terciopelo de las sillas». La pintora admira como está trabajada la obra «con unas carnes tan blancas y un fondo tan oscuro, resalta mucho la figura de la condesa y no chirría a la vista».


A Culubret le gusta mucho «sobre todo el rostro, me parece una mujer preciosa, de esa época, del Romanticismo». Al fin y al cabo, asegura la artista, «la pintura del siglo XIX es la que más me gusta y seguro que por eso me vuelve loca este cuadro». Caroline Culubret nos explica que Madrazo fue discípulo de Ingres y «seguro que con el francés aprendió lo que era el romanticismo europeo en la pintura», además es hijo de José de Madrazo y suegro de Fortuny. No obstante, «la mano izquierda de la condesa, la que sujeta el abanico, nunca me ha gustado. No acabo de entender la posición de la extremidad. Aunque, me parece tan precioso el conjunto que perdono esa circunstancia. Es muy delicado y sensual y en el cuadro la duquesa tiene una belleza brutal».

Fermín García Sevilla.”Chicos en la playa” de Joaquín Sorolla

Fermín García Sevilla se detiene en el cuadro de Joaquín Sorolla, “Chicos en  la playa”, creado en la plena madurez del artista en su paisaje preferido, el mar. “Sorolla me gusta por muchas cosas: la composición, el dominio del dibujo, esa facilidad para plasmar una figura sin necesidad de remarcarla. Es una pintura fresca, sin colores sucios, porque siempre parte del natural”.

Fermín observa el cuadro y le saca jugo a muchos detalles que, en principio, pueden pasar desapercibidos, pero que el ojo del artista no tarda en descubrir. “El interés del espectador que mira esta obra siempre se va a lo importante, al dominio del espacio, el control extraordinario que tiene de la anatomía y ese perfecto equilibrio que hay entre los colores complementarios, con lo que consigue que el cuadro sea muy agradable, te invita a mirarlo”.


Pero lo que más impresiona a Fermín García de Sorolla es su capacidad de síntesis. “Con una simple pincelada resuelve el movimiento del agua del mar y de los propios críos. Sus pinceladas largas y escuetas le sirven para explicar perfectamente la obra. Sorolla es pura síntesis, un creador que necesita poco para expresar mucho”.

“Sorolla es un pintorazo, -concluye diciendo Fermín que se acerca y se aleja del cuadro como si lo estuviera en el mismo templo pictórico del Paseo de Recoletos-. Un pintor que estuvo por encima de otros pintores impresionistas y que, si hubiera vivido en su época, me hubiera encantado conocer”.

Ángel Pintado: “Bodegón de caza, hortalizas y frutas” de Sánchez Cotán

Ángel Pintado nos habla del “Bodegón de caza, hortalizas y frutas”, del toledano José Sánchez Cotán. Una decisión muy difícil, asegura el artista, ante el medio centenar de obras que muestra la exposición “El Prado en Tomelloso”. «Este buen hombre, Manchego de Orgaz, no pintó más de seis o siete bodegones, todos magníficos. Se hizo cartujo y a partir de ese momento solo hizo pintura religiosa». Pintado asegura que la importancia de Sánchez Cotán estriba en que «hasta que él llega el bodegón se consideraba un género menor. Además, los grande bodegonistas flamencos e italianos hacían obras recargadísimas».

La primera vez que en España «aparece el bodegón en serio, con personalidad propia y despojado de esos elementos superfluos lo hace con Sánchez Cotán. El autor aprovecha el negro como fondo y usa formas geométricas. El que tenemos en la exposición, seguramente es el que tenga más elementos, pero se le considera como el bodegón que más ha influido en el arte moderno. Se trata de un cuadro perfecto». El autor, se va volviendo después más sobrio «y va quitando elementos. Llega un momento en el que con “El bodegón del cardo” solo deja esa hortaliza y unas zanahorias».


Para acabar, Ángel Pintado, asegura que visita El Prado con mucha frecuencia. La pinacoteca tiene para el pintor cosas buenas y malas «la buena es que te das un baño de humildad, se te bajan mucho los humos. La mala es que me hace dudar de lo que he hecho, si Durero es capaz de pintar con 26 años ese autorretrato a uno se le caen los palos del sombrajo. Para hacerlo tienes que tener unas cualidades que no vas a aprender en ninguna escuela»

Andrés Ruiz Paraiso: “El descendimiento” de Roger Van der Weyden

Andrés Ruiz Paraiso ha elegido el cuadro “El descendimiento”, obra maestra de Roger Van der Weyden que tiene un profunda carga dramática y espiritual. “Este cuadro me fascina por la compleja composición que tiene. Las dos figuras de los extremos cierran el cuadro a modo de circunferencia y luego hay dos verticales que otorgan una gran importancia a la Virgen y María Magdalena y otras dos líneas diagonales con el Cristo y la Virgen”. El pintor mira y remira un cuadro del que sigue extrayendo curiosos detalles. “ Las figuras policromadas tienen un volumen escultural que en esa época no existía. El cuadro parece un bajorrelieve y tiene mérito porque entonces la perspectiva no se dominaba. Son como tres cuadros dentro de la misma obra y el mérito de la obra es su complejidad, sobre todo teniendo en cuenta el momento en el que se pintó”.


Ruiz Paraiso destaca la función religiosa del arte que “en ese tiempo buena parte de la pintura tenía una función catequética y este cuadro es un buen ejemplo, sin embargo hay algo que se sale un poco del Evangelio pues la Virgen, que normalmente aparece erguida, aquí está en trance, recibiendo al Hijo muerto”.

Ruiz Paraiso, Fermín García Sevilla y Pepe Carretero acaban coincidiendo en el virtuosismo que supone “plasmar los distintos gestos de las figuras que aparecen en el cuadro. Gestos de los ojos, las lágrimas, el chorro de sangre que se transparenta a través del paño de pureza son logrados a la perfección, además de las texturas de las telas. Era un pintor que daba sentido a todo lo que hacía. No daba puntá sin hilo”, acaba diciendo en un tono más coloquial el pintor.

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