Dionisio Cañas tiene una biblioteca de más de 7.000 volúmenes, además de infinidad de documentos y creaciones artísticas
El poeta la tiene distribuida en dos viviendas, el caos, en una casa alejada del centro, donde trabaja cuando no está en el bombo y el cosmos, en un piso céntrico donde guarda una importante colección de poesía española y latinoamericana.
Cañas nos recibe en el día más frío e intempestivo de este agonizante otoño. Abre la puerta a los periodistas y llama la atención su larga y frondosa barba —que asoma bajo la mascarilla— que reviste al poeta de venerabilidad.
Nuestra primera incursión es en una habitación en la que están reunidos todos los trabajos de Dionisio Cañas, poesía, ensayo, antologías, además de su creación artística «este fondo es, por decirlo de algún modo, mi carrera completa de cincuenta años de trabajo». También conserva infinidad de correspondencia «de cuando se escribían cartas» y manuscritos. Cañas guarda cartas de Paco Brines, reciente Premio Cervantes, José Corredor Matheos o Vicente Aleixandre «toda esa retahíla de buenos poetas que he tenido el gusto de conocer». Un material, apunta Dionisio Cañas, «que me gustaría donar algún día a Tomelloso».
Cañas hizo una importante donación artística, tanto de él, como del colectivo Estrujenbank, del que formaba parte y de Patricia Gadea al Museo de Arte Reina Sofía «allí tengo un archivo a mi nombre para que pueda seguir llevando lo que quiera». No obstante, la idea de Dionisio Cañas «es dejarlo todo aquí en Tomelloso, o en Ciudad Real, o en Toledo, pero es muy difícil hacerlo por la burocracia».
Dionisio Cañas en su biblioteca / Jesús Monroy
Dionisio Cañas es un gran amigo de Francisco Brines «desde ha cincuenta años. Lo conocí en 1969, el mismo día que a José Olivio Jiménez, crítico literario que fue mi pareja después. A partir de entonces la amistad se mantiene. De hecho, mi tesis doctoral se la dediqué en parte a su obra. También he escrito varios trabajos dedicados al poeta valenciano».
El poeta nos conduce a su despacho, ahí están «los libros a los que echo mano para trabajar». Hay volúmenes de Filosofía, de Mitología «que me interesa mucho. Todo está colocado de manera muy caótica. Aquí están también mis libros preferidos». Señala un espacio en las estanterías que tiene que ver «con La Mancha y El Quijote. Más allá está mi nueva etapa en el mundo árabe. Hay poetas, místicos sufíes o islámicos y mis estudios de la lengua árabe». Asegura que en el estudio «está todo lo que está vivo en este momento».
Dionisio Cañas lleva diez años estudiando árabe «aunque últimamente voy a mi aire. Estuve en la Escuela de Traductores de Toledo, en la Casa Árabe de Madrid y con un profesor particular aquí. Sé que no acabaré nunca de aprenderlo, pero al menos, tengo el placer de poder leerlo. Conocer un poquito el idioma me ha ayudado en mis viajes a los países árabes».
Cañas comenzó a comprar libros «en Francia, en los años 60. Bueno, realmente el que los compraba era mi hermano y yo los leía». Las primeras lecturas serias de Dionisio —también en Francia y en francés pues cuando la familia llegó a ese país el tenía 10 años— «fueron filósofos y poetas en una colección de bolsillo que se llamaba Idea, que era como Alianza en España». Confiesa el poeta que «nunca me interesó ser escritor, a mí lo que me gustaba era el arte. Pero leía, a Baudelaire, a Verlaine, a Rimbaud. O a los filósofos, desde Nietzsche a Ortega. En francés, claro».
El primer libro que compró nuestro anfitrión «debió ser la poesía de Verlaine, en una edición de bolsillo. Eso fue en francés. Mi primera lectura en español fue un libro que me dio José Olivio Jiménez que se llamaba “El tiempo en la poesía”, o algo así. Era un acercamiento existencial a la poesía española, desde Aleixandre a Hierro y Brines». Cañas, que había abandonado el español escrito, «me leí el libro de cabo a rabo, pero no entendí nada».
Dionisio Cañas en su biblioteca / Jesús Monroy
Después y por su cuenta comenzó a leer poetas «como Borges, César Vallejo, Vicente Aleixandre, que era el papá de todos nosotros. Ahí fue cuando me lancé a comprar libros». Cuando llegó a Estados Unidos «empecé a estudiar inglés y a leer en ese idioma. Walt Whitman, Wallace Stevens y muchos poetas norteamericanos».
Se nota que Dionisio Cañas no es un fetichista de los libros, los lomos denotan que los usa y cuánto. No obstante, nos muestra un volumen de Gabriela Mistral, “Desolación” «este el original, de 1922. Vale 5.000 euros en el mercado. Me gusta, sobre todo, leer, no soy un mitómano».
Cañas se hace una foto mostrando un cartón que tiene impresa la frase “estoy del revés, póngame derecho”. Aprovecha la circunstancia para explicar “El gran poema de nadie”, una acción poética participativa, que está entre el arte y la poesía «lo llevo haciendo desde 2002. Consiste en que un grupo de personas vamos por la calle recogiendo palabras de la basura y con ellas se crea un poema. Lo he hecho en El Bronx, en El Cairo con los coptos que recogen la basura y la reciclan, en Madrid, en Tomelloso, en Toulouse, en Barcelona o en Marruecos. Es muy interesante hacer ver a la gente que si prestamos atención, la poesía está en la calle».
Y entramos al cosmos. Una biblioteca de 3.500 o 4.000 libros que Dioniso Cañas trajo de Nueva York y «la forman la colección de libros de José Olivio Jiménez y la mía». Está absolutamente ordenada «en un lado está la poesía española y en otro la latinoamericana. Desde el punto de vista emocional, tiene un valor muy grande. No creo que tenga precio. La mayoría de los poetas españoles del siglo XX eran y son amigos por lo que hay muchísimos libros dedicados». Y, por supuesto, durante los 35 años que Dionisio estuvo viviendo en Nueva York «tuve el honor de conocer a importantes poetas latinoamericanos. Por ejemplo, mi primer profesor de poesía fue Nicanor Parra».
Los libros de esta biblioteca «forman parte de mi memoria poética, no porque los haya leído todos, pero sí casi todos. Para mí fue muy interesante mezclar las posibles influencias españolas con las latinoamericanas que enriquecieron mi mundo poético».
El piso de Dionisio y Jose Olivio en Nueva York «era la casa de los poetas españoles, los que pasaban por allí venían a casa. Vinieron personajes célebres como John Ashbery, que era el poeta más importante de entonces en Estados Unidos. El gran libro de Pepe Hierro “Cuaderno de Nueva York”, salió aquella casa. Para nosotros Nueva York fue una fiesta en aquella época».
Dionisio Cañas en su biblioteca / Jesús Monroy
En esta “sección” de la biblioteca de Cañas, son importantes «todos los libros de Vicente Aleixandre, que están dedicados. También están dedicados los de Francisco Brines. Y, hablando de una forma pragmática, los libros dedicados que son, además, primeras ediciones, tienen un gran valor». También atesora volúmenes raros de autores hispanoamericanos «tengo un libro de Nicanor Parra que editó en Nueva York con cartones de cajas. Tenía una dedicatoria de Rafael Alberti, que me hizo un retrato también, en “Marinero en Tierra”; lo conocí de paso en Nueva York. Luego se la dediqué a un buen amigo».
“Cartas a Lucilio”
El poeta también ha hecho intercambios de libros «con Luis Antonio de Villena, con Andrés Trapiello. Eran dos ejemplares del primer libro de Claudio Rodríguez, dedicados a Jose Olivio y a mí. Para los bibliófilos es un tesoro, pero lo que me importa es que la gente que ama un libro lo tenga».
Dentro de la inmensidad de su biblioteca «mi libro imprescindible, el que me llevaría a una isla desierta sería las “Cartas a Lucilio” de Séneca. Por la razón que sea, es un libro que siempre me ha acompañado». En el bombo, el refugio del poeta en el campo manchego, Dionisio Cañas tiene pocos libros, nos cuenta «en lo que esto trabajando ahora mismo, la reedición de mi libro “El poeta y la ciudad”. También tengo unos pocos libros de mística árabe».
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Domingo, 20 de Julio del 2025
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