La esencia castellana es inmutable, pero muy heterogénea; de ahí que cada persona la encuentre en un lugar u otro. Para muchos Castilla es Imperio, para otros es un infinito trigal (o viñedo) que rige la vida de quienes lo habitan. Para mí Castilla es austeridad y honestidad. Es quijotismo y benevolencia, una tierra con no muchas pero sí magnánimas y profundas almas. Sea como sea, ninguna de estas visiones son desacertadas y todas ellas arrojan una verdad que es, cuando menos, desagradable.
Castilla ha vencido y ha sido vencida muchas veces a lo largo de la historia, ha tenido sus etapas de mayor y menor esplendor; pero la problemática actual es mucho más silenciosa, terrible y destructiva que cualquiera de las peores crisis que nuestra tierra ha superado. Ahora no nos están ganando, ahora nos están despedazando lentamente, liquidando nuestros estimados valores, fecundos campos y dignas gentes. Se borra nuestra identidad y con ella Castilla. Y se preguntarán quién es este enemigo en las sombras, este verdugo silencioso: es aquí donde radica el problema.
Nuestro antagonista no está en un lado sino en todos; no es una persona ni un grupo, es un sistema voraz y deshumanizante. Para perpetuarse necesita desarraigar a los pueblos, despojándoles de la brújula que los guía para luego secuestrarlos y explotarlos. Es este modelo que ahoga a nuestros agricultores, imposibilita la conciliación familiar y palmea la usura y el egoísmo. Es, en resumen, un sistema individualista y nihilista, cuyo perverso objetivo es reducir la voluntad humana a una mustia apatía. ¿Cómo defendernos de este leviatán? Eso lo veremos en otro momento.
Jorge Bechesi Navarro
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Miércoles, 27 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024
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