Ángel Martín-Fontecha | Miércoles, 30 de Diciembre del 2020
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“Las revoluciones y las grandes empresas arrancaron siempre de la indigencia o de la especulación intelectual desinteresada. De los hombres satisfechos de su vida nunca salió nada importante”. “¡Qué malo es ser rico!” NUEVOS ARTÍCULOS DE COSTUMBRES FRANCISCO GARCÍA PAVÓN

Si hay algo que haya transformado notoriamente la apariencia en un pueblo como Tomelloso son los cambios que el “progreso tecnológico” ha provocado desde hace poco más de un siglo. Un ilustre personaje tomellosero que es clara muestra de esa evolución que se iba desarrollando en la localidad fue, sin duda, Don Francisco Martínez Ramírez (n. 1870 – m. 1949), conocido como “El Obrero”, y que fue un referente social del Tomelloso de inicios del siglo XX.

Fundador de un periódico de la ciudad “El Obrero de Tomelloso”, creador del Círculo Instructivo del Obrero con fines únicamente culturales y sociales, ideólogo de la primera Cooperativa Agrícola en defensa de los intereses del agricultor, promotor del Ferrocarril Argamasilla-Tomelloso, político y escritor,… es sin duda uno de los hombres más relevantes de la historia tomellosera.A las inquietudes de personajes como “El Obrero” se unía la aparición de avances tecnológicos que intentaban facilitar la vida en la realización de las actividades más comunes de la vida cotidiana. En un principio, estas mejoras sólo llegaron a las familias más pudientes del lugar, pero con el paso del tiempo se fueron generalizando en toda la sociedad tomellosera.

Como ejemplo de esta evolución lo tenemos en el siguiente anuncio publicitario de enero de 1904, donde ya podemos ver un distribuidor de las novedosas lavadoras mecánicas en Tomelloso: Don Antonio Muñoz.

La publicidad de este nuevo aparato es impresionante vista con los ojos de nuestro siglo

Es este artilugio un lujo para la época y cuyo arraigo en la sociedad se había iniciado bastante décadas antes, encontrando un anuncio de esta lavadora en 1867.  Pues como podemos ver en la publicidad inicial, Don Antonio Muñoz en los albores del siglo XX fue uno de los pocos que comercializaron esta marca de lavadora en la geografía española.
Pero sin duda, el cambio más notorio acaecido en el pueblo, y que fue la base de una transformación total en la forma de vivir en los habitantes de la época, es la llegada a la localidad de la luz eléctrica. Desde el año 1897 se van sucediendo diferentes contrataciones  para  proceder al suministro eléctrico en Tomelloso. Al principio el uso de este suministro se hacía con destino al alumbrado público de la localidad, en 1899 ya algunas casas disponen de luz eléctrica y desde el principio del siglo XX había luz en la Casa Consistorial y en su inicio hasta un total de cuarenta y cuatro lámparas repartidas por todo el pueblo.

Pronto el desarrollo técnico permitió el uso de la electricidad no sólo para el alumbrado, sino para el funcionamiento de nuevos mecanismos que con el tiempo se fueron implantando en la sociedad del momento

Pero no sólo la energía eléctrica provocó cambios drásticos en la forma de vida de la sociedad de Tomelloso, cualquier innovación técnica suponía una profunda impresión en la localidad. Como muestra podemos ver como reaccionó el pueblo ante las modificaciones que se produjeron en unos “talleres de ebanistería y carpintería mecánica” de la villa. Los recuerdos del niño Francisco García Pavón en su obra “Los Liberales” nos muestran como reaccionaba la sociedad de primeros del siglo XX ante los cambios técnicos que se iban sucediendo.

“Antes, desde la fundación del taller sólo hubo una máquina: la de aserrar, que se movía a pie… Un día, alguien le dijo al viejo que en Valencia había aserradoras movidas  por máquinas de vapor… El pueblo entero vio llegar el artefacto con emoción temerosa. Este decreto de Luis –dijo el Párrco- con su nefasto afán de progreso corromperá el vecindario…

Cuando instalaron los técnicos teutones que vinieron ex profeso aquella máquina y empezó a marchar y a mover la vieja aserradora que trocó el pedalón por la polea, se produjo tal estrépito de bielas, pistones y vapores, que la gente amedrentada creyó que el pueblo temblaba y se vendría abajo… ¡Esto es un infierno!, ¿Luís ha puesto un infierno en el pueblo!

Pues “El Infierno” se llamará, dijo el viejo, riéndose de los temerosos… Y cuando hicieron la portada nueva, con letras de grandísima alzada se puso el nombre definitivo de aquella fábrica: El Infierno. Y a la calle se le llamó en adelante Callejón del Infierno… Durante años las beatas se persignaban al pasar ante la portada nueva y se dijo que cierta noche, una santa cofradía roció con agua bendita aquella puerta del Infierno”.


A continuación vemos una factura del Infierno de principios del siglo XX (1908-1909). En ella vemos un ejemplo de las tareas propias de reparación de muebles de un taller de aquellos tiempos “movidos por electricidad” : restauración de muebles, barnizado, poner cerraduras y cristales, refuerzos con listones, estructuras, remates, cerrajas, …


Otro invento que cambiaría la vida de todos fue la Televisión. Su aparición supuso una revolución en la forma de pasar el tiempo libre y el ocio de los individuos. Si bien ésta llegaría a los hogares españoles en 1956, no será hasta la década de los 60 y en especial hasta los 70 que su uso se empezaría a generalizar de forma masiva. La situación económica de la familia media española no permitía que durante esa época todo el mundo tuviera un televisor en casa como pasa actualmente.

Con la popularización de la televisión, la radio, que había sido el aparato por excelencia para el conocimiento, de forma rápida, de las noticias y para el entretenimiento (música, fútbol,…), debió reestructurarse, aunque siguió estando presente en todos los domicilios de la época.

En Tomelloso, el primer televisor fue adquirido por el boticario Don Gerardo Casavé Ruiz (fallecido en 1978). Fue vendido por Don Antonio Ortiz, dueño de “Establecimientos Ortiz”. Como anécdota, indicar que una vez el aparato de televisor se llevó al domicilio del comprador estuvieron intentando montar la antena y conseguir una correcta recepción de las imágenes casi un día. Evidentemente los resultados de aquellas primeras transmisiones no se parecerían, ni por asomo, a la calidad que hoy conocemos.

Las primeras televisiones de la localidad eran de la marca Marconi, y la empresa nacional que las comercializaba, Marconi Española, S.A., llegó a promocionar eventos para dar publicidad a estos aparatos.

Así en el año 1959, y con motivo de la Feria de Tomelloso, esta empresa junto con su distribuidor Establecimientos Ortiz (en la calle Generalísimo, hoy Calle Socuéllamos) y el Ayuntamiento local realizaron una versión del concurso televisivo de éxito en aquellos primeros años, “Hacia la fama”, en la localidad. Este popular programa pasaría, unos años después, a denominarse “Salto a la Fama”. El director artístico de todo el engranaje del programa, y que estuvo en Tomelloso, fue Don Jorge Sepúlveda, famoso cantante de boleros de los años 40 y 50 del siglo XX.

Obviamente, el cambio más grande en la sociedad tomellosera se experimentó con la desaparición paulatina de las mulas, impulsoras de la economía tomellosera durante siglos, por los nuevos avances mecánicos. Como señala Pablo Ortiz Perona en “El pulso de Tomelloso”, en los años cuarenta del siglo XX había censados unas 40000 mulas que empezaron a ser sustituidas por los primeros tractores, aún con ruedas de hierro, de las marcas Lanz, primera en  el pueblo, Ebro, Renault y David Brown.

Además, los automóviles empezaron a llenar las calles de la localidad. Aunque los primeros que se viesen por Tomelloso fueron a finales de los años 20 (el Ford de pedales de José María Belló, el Chrysler de Leoncio Peinado o el Hispano Suiza de Rita Carranza), habría que esperar a los años cuarenta a ver el ascenso progresivo de coches y camiones por el pueblo. Llegada la década de los sesenta el parque automovilístico aumentó considerablemente.

En los “Cuentos republicanos” de García Pavón cuenta el momento en el que su abuelo adquirió un Ford T; es en el relato “El coche nuevo” y en él se indica que “lo que sabíamos seguro es que en todo el pueblo había sólo cinco autos, y con el del abuelo iban a ser seis”. La entrada de este coche en la localidad queda relatada de la siguiente manera:

“Se escuchó un bocinazo lejano. … Luego un petardeo que se aproximaba. … Más bocinazos, y por fine el Ford se cuadró muy lentamente frente a la portada para hacer la maniobra de entrar. El reflejo del sol sobre el parabrisas nos deslumbró un segundo.… EL Ford entró triunfalmente, como un tingladillo metálico, altirucho y valiente”.

Posteriormente, el mismo García Pavón nos recuerda en “Los cuentos de mamá” que “…en aquellos tiempos que en el pueblo sólo veinte coches, según decía papá: el de Peinado, el de Bolós, el de Florentino Olmedo, el de Don Jesús Ugena, el de la Loló, el de Marcelino el de la confitería, el de Ángel Soubriet, el de los Comptes, los de los Torres, el de los Camachos, el de los Espinosas, el del abuelo, que era un Ford modelo T, y algunos otros que no me acuerdo ahora”. Además en el relato dedicado al Ford del abuelo nos hace una linda descripción de aquel automóvil.


Obviamente, mucho de estos cambios tecnológicos eran, muchas veces, motivo de choques generacionales entre los habitantes a los que la tradición marcaba todos sus pensamientos y las nuevas gentes que aspiraban a vivir en una sociedad más moderna.

Como ejemplo de estos choques tenemos la “Carta de un hombre antiguo a su hijo”, que aparece en uno de los “Nuevos artículos de costumbres” de Francisco García Pavón. En dicha misiva, un padre siente recelos atroces por ver a su hijo publicitando una lavadora “biológica” en el recién estrenado invento de la televisión. Los términos de la citada carta son claramente elocuentes para entender cómo se vivían los vertiginosos cambios que se iban sucediendo en la sociedad tomellosera.

Por supuesto, los cambios en la geografía física de nuestros pueblos son el máximo exponente de la transformación que sufrieron con la progresiva mecanización de nuestras vidas. Como ejemplo podemos ver parte del artículo “Carros de Fe”, escrito por Francisco García Pavón e incluido en sus “Nuevos artículos de costumbres”:




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