Mi abuelo nos había hecho la promesa de todos los años por estas fechas en el día 31 de diciembre, nos llevaría a Los Portales, en la plaza, a ver al hombre que tenía más orejas que días tiene el año, llegaba puntualmente cada San Silvestre a la Posada de los Portales y solo permanecería ese día, después seguiría su viaje.

Mi imaginación de niña, corría tan deprisa que no había lugar del cuerpo de aquel hombre donde yo no viera instalada una oreja, mis emociones jugaban a encontrarse entre la curiosidad, el temor a no llegar y que se hubiera marchado, el asombro de que dicho personaje existiera y sobre todo, un terrible pavor a llegar y encontrarlo. Así, mis pies iban rápidos como la sensación del tiempo rápido de este último día en el que los preparativos parecen no tener tiempo para llevarse a cabo, por si las campanadas nos sorprenden con aquella de algunas cosas que es necesario haber realizado para recibir al nuevo año.

Mis queridas personas que me leéis , durante muchos años en los que el abuelo José me acompañaba en aquella tradicional excursión, llegué a la Posada de los Portales sudando debajo de aquel verdugo de lana, cuyos pelillos se metían en mi respiración jadeante y rodeada de mis hermanos que iban jugando junto a mí.  Al llegar, miraba las columnas encaladas, mis ojos recorrían cada uno de los balaústres de color granate, el suelo de cantos rodados, la puerta central y mientras, podía oír cómo se escapaban los villancicos por las ventanas de la posada y  que salían de aquel que llamábamos “magnetofón” de color sesentero que había preparado mi padre para que se escucharan los villancicos en la plaza aquellas Navidades, pero…colocada frente al lugar de la cita esperada, mis hombros caían con el sentimiento de la pena de que otro año no habíamos llegado a tiempo y el hombre que tiene más orejas que días tiene el año se había marchado y una vez más nos quedaríamos sin verle, un nuevo año con cada uno de sus días, habría que esperar para presenciar aquel prodigio de la naturaleza.

Queridas personas que hoy me leéis, acudid a la cita, la persona que tiene más orejas que días tiene el año, estará hoy en nuestra plaza de Tomelloso, sigue viniendo puntualmente en este día, yo la encontré un día inesperado, quizá con su llegada se fue la niña pequeña que iba a su encuentro durante tantos años de la mano entrañable de su abuelo.

A esa persona, quienes nunca la hayáis visto tendréis que buscarla por la plaza, con su número de orejas similar a los días que quedan del calendario y este año esas orejas están un poco más caídas como nuestro ánimo, por sujetar día tras día, todo el símbolo de lo que ha significado protegernos ante  el tiempo de enfermedad y cubrir nuestras bocas para no olvidar que no podemos ofrecer nuestros besos, pero ahí estará con todas sus orejas.

¡Buscad, mirad, llevad a vuestros hijas y a vuestros hijos, puede estar en cualquier parte, en cualquier rincón y está esperándoos, no descuidéis vuestro esfuerzo, está para dejarse ver y para que quien la encuentre nunca revele su secreto, solamente podrá verla quien lo descubre, marchad, no sea que lamentéis que hasta el año próximo no podáis verle, quizá este año no podáis abrazarle, pero sí admirarle, os aseguro que merece vuestra admiración, a veces nuestra vista y nuestro corazón no ve lo que tiene cerca hasta que llega el momento preciso para descubrirlo.

Con mis mejores deseos para este nuevo año 2021, al que esta noche abrazaremos.