Ahora que hay una exposición de fotografía de la India en la
Plaza de España, voy a aprovechar para contaros uno de mis viajes a lo largo y
ancho de este mundo.
Creo que en mi matrimonio en lo único que estamos de acuerdo al cien por cien es en
viajar, gracias a Dios nos hemos recorrido bastantes países, por decir algunos,
los Países Bajos, Francia, Portugal, China, Canadá, EE. UU., Rusia, Italia,
Turquía, Egipto, etc. etc., de todos por
supuesto tengo muy bonitos recuerdos, claro está que al haber tanta diversidad
de unos más que de otros, pero al que me voy a referir con estas cuatro letras
es al de la India.
A mí no se me habría ocurrido ni entraba en mis cálculos ir a
la India, lo veía muy lejos, muy caro y además me decía para mis adentros, ¿
que pinto yo en la India? pero surge una
casualidad, estamos en casa comiendo y ponían en la tele un programa en la Uno
de esos del corazón, creo que de los primeros de Anne Igartiburu, pues fue en
el año 2000, y al finalizar los programas había un concurso que unas veces era
un viaje otras pues no se unas
vacaciones cosas así y las preguntas tontorronas, mira para acertarlas yo…. y ese día era
jueves y cerraban el plazo el viernes y el premio consistía en un viaje a la
India y Nepal y además te daban 250.000 pesetas como bolsa de viaje, estaba
valorado en un millón de pesetas no era canjeable y lo hacías si o si, entonces
me dice mi mujer:
-Venga Tinete llama y ya tenemos el viaje de éste año
solucionado.
-Pero tu te crees estas cosas, eso no le toca a nadie te hacen
de llamar a un número de teléfono que te cuesta la llamada un ojo y para nada.
Vuelve a la carga:
-Pero que trabajo te cuesta, tu llamas si el no ya lo tienes
seguro.
Bueno ahí queda la cosa, me quedo “traspuesto” un rato abro
el ojo cojo el teléfono y piticlín, piticlín, les doy la respuesta me toman los
datos y aquí paz y después gloria.
Ya el viernes ni acordarme de eso, pero subiendo la escalera
oigo la tele y a la Anne decir: bueno José Antonio ya nos pondremos en contacto
contigo, y yo de broma le digo a la parienta:
ese soy yo y efectivamente
estaban poniendo mi nombre en la pantalla.
Para no alargar más, me dirijo a la Agencia de Viajes que me
indicó TVE en Madrid y tras un breve estira y afloja con las fechas acordamos
para Septiembre, fue entre el 8 o 9 hasta el 22.
Tuve que ir a una oficina de farmacia que hay en Ciudad Real,
dedicada solo para viajes a países con enfermedades infecciosas y me indicaron y me dieron los medicamentos para
desplazarme allí , para la malaria y otras dos o tres cosas más, yo no me
vacuné de la malaria pues tengo arritmias y taquicardias y estaba tomando un
medicamento que se llevaba muy mal con la vacuna y mi cardiólogo me dijo que me
fuera pero claro que tuviera sumo cuidado, pues cuando volviera del viaje me
tenían que hacer una ablación (la primera) en le Clínica de La Concepción.
Pues ya llega el momento de hacer las maletas y preparar un
botiquín con repelentes y abanicos de todo, antidiarréicos por un por si acaso
y venga al Aeropuerto de Madrid Barajas, creo que fue el primer viaje que hice
tan largo sin llevar ningún guía ni nadie que me acompañase, el vuelo era
Madrid-Frankfurt, y luego en un Jumbo Frankfurt-Nueva Delhi, 14 horas de vuelo,
“ahí es na”, nos acomodamos en nuestro asiento, yo tenía pasillo y mi vecino de
enfrente, indio, cuando acabó de comer, soltó un erupto que se movió el avión,
por lo visto eso era señal de que le había gustado el menú. El vuelo felizmente
fue normal, pisamos tierra y nada más poner el pié en la escalerilla del avión,
noté un perfume raro, raro, como decía el padre de Julio Iglesias que se te
metía en lo más profundo de los pulmones era una cosa agridulce, pero según
pasaba el tiempo te ibas adaptando a él y ya parecía menos molesto.
Una vez pasados los trámites de aduanas y demás zarandajas,
accedimos al aparcamiento y allí nos estaba esperando un señor con un turbante
y otro normal, nos pregunta por los nombres y nos agrupa a todos los de nuestro
grupo, éramos sobre veinte personas, dos matrimonios recién cuajados, cinco
curas gallegos y tres o cuatro matrimonios ya avanzados, nos recuenta como en
la mili y para el autobús, ¡que autobús!, llevaba unos ventiladores en cada
ventanilla, por si fallaba el compresor del aire acondicionado, el conductor a
la derecha, pues en India se conduce por la Izquierda, y en la ventanilla de al
lado del conductor un señor por supuesto con su turbante asomado a la
ventanilla y voceando y levantando las manos a los coches que le adelantaban,
le pregunto al guía que se llamaba Alhora, que pinta este tío ahí y me dice es
el intermitente yo callo.
Para llegar al hotel Intercontinental, aprovecharon para
hacer una vista panorámica de la Ciudad, ya estamos ubicados damos un garbeo
por las dependencias, y salimos todos con cara de asombro, que preciosidad de
hotel, que habitaciones, salimos a la calle, que calor, que sudores fuimos a
ver la Puerta de la India, a la diosa
SHIVA porque de dioses no andan mal.
Regresamos al Hotel a comer, comida con mucha verdura y
salsas picantonas, pero bueno yo soy un todo terreno y me trago lo que me echen.
Un ratito de siesta y otra vez al autobús para ver el
parlamento y la vivienda donde vive el Jefe y a recogernos que había que madrugar
para salir con dirección a Jaipur 270 kilometrejos como el camino cirujano
oficialmente 4 horas 40 minutos, si no hay una vaca en medio la carretera y que
no tenga prisa, pues como se paren no las puedes ni tocar, como son sagradas. Ya
entramos en Jaipur, capital del estado de Rajasthan y que maravilla, que colores cuanta gente,
3.200.000 habitantes, que ruido todas las bocinas tocando era un mercado de
verdura, y allí mandan las vacas que campaban a sus anchas, famélicas en lo
puros huesos, se ponían al lado de los puestos de las lechugas y en un descuido del vendedor, zas una para la
boca, ya te metes entre la gente chapurreas con ellos y son personas que no les
ves la tristeza por ningún lado, siempre sonriendo, me asomo a las tiendas, si
se pueden llamar así ponen un cartel de Michelin y ahí están los neumáticos,
pero todos viejos recauchutados, las tiendas son cuatro chapas “Pegaso” y punto,
es la ciudad de los contrastes pasas de esas tiendas y de pronto te encuentras
con el Palacio de los Vientos, construido en 1799 y tiene 953 ventanas pequeñas
para preservar la intimidad de las mujeres, todo en color rojo, precioso, luego
sus gentes no verás a nadie que te ponga mala cara todos con su sonrisa, pero
eso es el sello de identidad de todos los hindúes, y los contrastes humanos,
sales de un hotelazo de dormir como un Maharajá y ya en la misma puerta de la
calle te encuentras con la realidad, cientos de personas niños en mayoría,
buscando en los contenedores de los hoteles algo que comer porque no tienen
nada, son pobres de solemnidad, una mañana me asomé al balcón de mi habitación
y veo cuatro personas durmiendo en el techo de un camión, hacen sus necesidades
en la calle, las casas no tienen desagüe
y todo va a parar a la calle, se lavan en las pocas fuentes que hay, los
transformadores de la luz todos en la calle y al alcance de la mano, que un día
estaba lloviendo y los cables echando chispas de cortocicuitos, que yo decía:
madre mía, como toquen un palo de aquí se electrocutan sin solución, yo he
estado en China y en Cuba, he visto pobreza mucha pobreza, pero lo de la India
es miseria es punto y aparte.
Mi mujer y yo, y creo que toda nuestra expedición, por las
mañanas cogíamos del desayuno todo lo que podíamos y de los baños los dejábamos
limpios de jabones de cepillos de dientes, todo lo que nos ponían y en las
paradas que hacía el bus, acudían como las moscas, pero cosa que a mí me llamó
la atención: se te acercan diez o doce críos y ninguno te pide de comer,
haciendo señas te piden pasta de dientes, cepillos, lapiceros, libretas,
borradores, hasta chicles. Una mañana Florita, mi mujer, llama a un niño de 4 o
5 añitos abre el bolso y saca una
chocolatina y le dice toma cométela y el crío le tira un bocado sin quitarle el
papel de plata que lleva de envoltorio, le dijimos que eso no se comía le
dejamos ya “pelada” y se le caían las
lágrimas al chaval y también a nosotros.
Para desdramatizar un poco el relato, os cuento una anécdota
que nos pasó una mañana dando un paseo por el mercado de verduras en Jaipur,
allí los hombres llevan un carrito como aquí en las Ferias los de los globos
para vender su mercancía, son un poquitín vaguetes y en vez de estar de pié se
suben al carrito y se ponen en cuclillas, y son capaces de aguantar todo el
día, llevan de todo coco partido, una
cosa parecida a las chufas, pues tienen una olla grande muy grande con agua y
de cuando en cuando mojaban un trapo y regaban el coco, hasta ahí todo correcto
pero en un momento observo que el individuo en cuestión coge el trapo lo
introduce en la olla lo empapa bien lo
coge y se empieza a lavar las axilas y el pecho vuelve a meter el trapo en la
olla lo enjuaga lo saca húmedo y empieza a regar los cocos, desde entonces cada
vez que veo un puesto con cocos me da mil vueltas el estómago.
Vamos avanzando en nuestro viaje dirección a Agra en el
estado de Bengala y allí se encuentra el famoso TAJ MAHAL el mayor mausoleo funerario proyectado en 1632 dicen que
tardaron veinte años en construirlo, con razón es una de las siete maravillas
del mundo yo no tengo palabras te quedas congelado, a pesar del calor, merece
la pena y a mí me parecía mentira estar allí creí vivir un sueño.
Seguimos con el viaje y llegamos a Benarés la capital
espiritual de la India yo creo que van a morir a la orilla del Río Ganges, se
encuentra el Templo Dorado dedicado al dios Shiva, ahí me marcó bastante el
viaje, ya había visto mucha miseria a lo largo del recorrido pero lo que vi
allí no tiene comparación, no ya por ver las piras funerarias, incinerando
cadáveres por todos lados, es porque allí se concentra toda la miseria del
mundo, ves a una persona sin brazos ni piernas, reptando como una serpiente con
un cubito colgado al cuello para recoger las pocas monedas que le dan, o un
bebé semienterrado en el barro para paliarle el frío de la noche, cuando volví
al hotel apenas si concilié el sueño y por la mañana me resistía a salir a la
calle, me convencieron salí a dar una vuelta, luego el guía que nos tocó era
una mala persona se aprovechaba de los pobres que conducían los trisoux nos
contrataba por 12 o 14 rupias, luego les pagaba 3 o 4, me enteré tarde, y otra
cosa que no me voy a perdonar nunca fue que con el chico que nos llevaba en la
bicicleta y hablando con él
entre español e hindú porque tontos no son, le pregunté que
cual era su sueño a lo que me dijo:
-Mi sueño es tener un trisoux, pero vale mucho dinero y no lo
podré tener nunca.
-Pues cuánto vale un trasto de éstos.
- Me dice que al cambio de moneda unas 25.000 pesetas.
Y no hice nada, fui incapaz de al menos comentarlo con mis
compañeros de viaje que habíamos salido a 1.500 ptas. cada uno que seguro lo
habrían aceptado, o yo solo, pero fui cobarde en eso y no dí el paso. En cuanto
llegué a Tomelloso, adoptamos una niña en la Fundación Vicente Ferrer.
Vamos al aeropuerto de Benarés que es como la estación de
autobuses del pueblo para volar concretamente a Katmandú, capital del Nepal, y
en el aeropuerto nos sucede un caso curioso, estamos facturando y se me acerca
una compañera de viaje que era azafata de Iberia y me dice:
-Negrillo, que el policía Jefe de seguridad del aeropuerto
dice que le tenemos que dar 400 rupias o nos abre todas las maletas.
- No fastidies, será ca…. voy a cantarle las cuarenta al tío
este.
- No lo cabrees que es capaz de hacerlo.
-Me acerco al tipejo y le digo que pasa, no te arreglas con
menos, todo esto con señas, le digo con los dedos 200 rupias y vas que chutas,
le metí en mi pasaporte los billetes los cogió y punto.
Embarcamos, se pone en marcha el avión por decir algo, era
una lata de sardinas con alas, y cuando estaba para coger pista veo en medio
una maleta que era mía empiezo a vocear a la azafata se la señalo por la
ventanilla, para el avión y baja a recoger la susodicha maleta.
Por fin llegamos a Katmandú y vuelta a otear, precioso con
unas pagodas indescriptibles enormes y con un busto de Buda grandísimo, bajamos
al río y allí estaban a lo suyo incinerando cadáveres. De las pagodas con el
terremoto de hace unos años no quedó piedra sobre piedra. Os mando una foto con
dos niñas nepalíes que se querían venir con nosotros, hablando español bastante
aceptable.
Nos vamos a callejear, una delicia todas las calles con una
musiquilla típica del Tibet y con aromas de
mil modelos de inciensos una maravilla.
Por la mañana nos vamos a un aeródromo para sobrevolar la
cordillera del Himalaya, cuya cumbre es el Everest, subimos al avión, este era
una lata de anchoas, como yo estoy más hermoso que ninguno de la expedición me
sientan con el piloto empieza a volar y le digo por señas que se acerque más a
la montaña y me dice que nanay que abajo están los chinos y si se salen un
centímetro los apean, el momento de estar ahí arriba viendo lo que estás viendo
te tienes que pellizcar pues no te crees que estés viviendo semejante
espectáculo.
La vuelta fue con toda normalidad, con un pequeño incidente
en el aeropuerto de Frankfurt que no merece la pena reseñar.
Mi conclusión de este viaje, es que ha sido el que más me ha marcado, ahí aprendes a apreciar todo lo que tenemos y a ellos les falta, te das cuenta de todo lo que derrochamos de todo lo que nos quejamos, que si los hospitales son o no son, si allí no hay nada, ves las carnicerías con la carne al sol de 40º días y días, allí no miran como nosotros la fecha de caducidad de los yogures primero porque no hay, ves también los cartones de huevos al sol, el pescado en el suelo, los coches funcionan porque San Cristóbal no para, llevan una puerta de un Seat 1400 y la otra adaptada de un camión, las bicicletas llevan un porta que son capaces de transportar diez o doce filas de cajas para arriba, los taxis, que son motocarros transportan de una tacada a 6 o 7 personas, y no pierden su sonrisa los ves felices y repito no tienen nada de nada, duermen en la calle o en casas hacinados sin las más mínimas condiciones de higiene, no saben lo que es una farmacia, los transportes públicos abarrotados, los trenes hasta en los topes, eso mis queridos amigos hay que verlo y vivirlo por lo menos unos días y que nuestros hijos vean y comprueben que en el mundo no todos tenemos la misma suerte de haber nacido a otro lado de éste Planeta llamado Tierra.
José Antonio Negrillo Martínez
Nota:
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Domingo, 22 de Diciembre del 2024
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