Opinión

Recuerdos de mi viaje a La India

José Antonio Negrillo Martínez | Viernes, 15 de Enero del 2021
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Ahora que hay una exposición de fotografía de la India en la Plaza de España, voy a aprovechar para contaros uno de mis viajes a lo largo y ancho de este mundo.

Creo que en mi matrimonio en lo único que  estamos de acuerdo al cien por cien es en viajar, gracias a Dios nos hemos recorrido bastantes países, por decir algunos, los Países Bajos, Francia, Portugal, China, Canadá, EE. UU., Rusia, Italia, Turquía, Egipto, etc. etc.,  de todos por supuesto tengo muy bonitos recuerdos, claro está que al haber tanta diversidad de unos más que de otros, pero al que me voy a referir con estas cuatro letras es al de la India.

A mí no se me habría ocurrido ni entraba en mis cálculos ir a la India, lo veía muy lejos, muy caro y además me decía para mis adentros, ¿ que pinto yo en la India?  pero surge una casualidad, estamos en casa comiendo y ponían en la tele un programa en la Uno de esos del corazón, creo que de los primeros de Anne Igartiburu, pues fue en el año 2000, y al finalizar los programas había un concurso que unas veces era un viaje  otras pues no se unas vacaciones cosas así y las preguntas tontorronas,  mira para acertarlas yo…. y ese día era jueves y cerraban el plazo el viernes y el premio consistía en un viaje a la India y Nepal y además te daban 250.000 pesetas como bolsa de viaje, estaba valorado en un millón de pesetas no era canjeable y lo hacías si o si, entonces me dice mi mujer:

-Venga Tinete llama y ya tenemos el viaje de éste año solucionado.

-Pero tu te crees estas cosas, eso no le toca a nadie te hacen de llamar a un número de teléfono que te cuesta la llamada un ojo y para nada.

Vuelve a la carga:

-Pero que trabajo te cuesta, tu llamas si el no ya lo tienes seguro.

Bueno ahí queda la cosa, me quedo “traspuesto” un rato abro el ojo cojo el teléfono y piticlín, piticlín, les doy la respuesta me toman los datos y aquí paz y después gloria.

Ya el viernes ni acordarme de eso, pero subiendo la escalera oigo la tele y a la Anne decir: bueno José Antonio ya nos pondremos en contacto contigo, y yo de broma le digo a la parienta:  ese soy yo  y efectivamente estaban poniendo mi nombre en la pantalla.

Para no alargar más, me dirijo a la Agencia de Viajes que me indicó TVE en Madrid y tras un breve estira y afloja con las fechas acordamos para Septiembre, fue entre el 8 o 9 hasta el 22.

Tuve que ir a una oficina de farmacia que hay en Ciudad Real, dedicada solo para viajes a países con enfermedades infecciosas y  me indicaron y me dieron los medicamentos para desplazarme allí , para la malaria y otras dos o tres cosas más, yo no me vacuné de la malaria pues tengo arritmias y taquicardias y estaba tomando un medicamento que se llevaba muy mal con la vacuna y mi cardiólogo me dijo que me fuera pero claro que tuviera sumo cuidado, pues cuando volviera del viaje me tenían que hacer una ablación (la primera) en le Clínica de La Concepción.

Pues ya llega el momento de hacer las maletas y preparar un botiquín con repelentes y abanicos de todo, antidiarréicos por un por si acaso y venga al Aeropuerto de Madrid Barajas, creo que fue el primer viaje que hice tan largo sin llevar ningún guía ni nadie que me acompañase, el vuelo era Madrid-Frankfurt, y luego en un Jumbo Frankfurt-Nueva Delhi, 14 horas de vuelo, “ahí es na”, nos acomodamos en nuestro asiento, yo tenía pasillo y mi vecino de enfrente, indio, cuando acabó de comer, soltó un erupto que se movió el avión, por lo visto eso era señal de que le había gustado el menú. El vuelo felizmente fue normal, pisamos tierra y nada más poner el pié en la escalerilla del avión, noté un perfume raro, raro, como decía el padre de Julio Iglesias que se te metía en lo más profundo de los pulmones era una cosa agridulce, pero según pasaba el tiempo te ibas adaptando a él y ya parecía menos molesto.

Una vez pasados los trámites de aduanas y demás zarandajas, accedimos al aparcamiento y allí nos estaba esperando un señor con un turbante y otro normal, nos pregunta por los nombres y nos agrupa a todos los de nuestro grupo, éramos sobre veinte personas, dos matrimonios recién cuajados, cinco curas gallegos y tres o cuatro matrimonios ya avanzados, nos recuenta como en la mili y para el autobús, ¡que autobús!, llevaba unos ventiladores en cada ventanilla, por si fallaba el compresor del aire acondicionado, el conductor a la derecha, pues en India se conduce por la Izquierda, y en la ventanilla de al lado del conductor un señor por supuesto con su turbante asomado a la ventanilla y voceando y levantando las manos a los coches que le adelantaban, le pregunto al guía que se llamaba Alhora, que pinta este tío ahí y me dice es el intermitente yo callo.

Para llegar al hotel Intercontinental, aprovecharon para hacer una vista panorámica de la Ciudad, ya estamos ubicados damos un garbeo por las dependencias, y salimos todos con cara de asombro, que preciosidad de hotel, que habitaciones, salimos a la calle, que calor, que sudores fuimos a ver la Puerta de la India, a la diosa  SHIVA porque de dioses no andan mal.

Regresamos al Hotel a comer, comida con mucha verdura y salsas picantonas, pero bueno yo soy un todo terreno y me trago lo  que me echen.

Un ratito de siesta y otra vez al autobús para ver el parlamento y la vivienda donde vive el Jefe y a recogernos que había que madrugar para salir con dirección a Jaipur 270 kilometrejos como el camino cirujano oficialmente 4 horas 40 minutos, si no hay una vaca en medio la carretera y que no tenga prisa, pues como se paren no las puedes ni tocar, como son sagradas. Ya entramos en Jaipur, capital del estado de Rajasthan  y que maravilla, que colores cuanta gente, 3.200.000 habitantes, que ruido todas las bocinas tocando era un mercado de verdura, y allí mandan las vacas que campaban a sus anchas, famélicas en lo puros huesos, se ponían al lado de los puestos de las lechugas y en  un descuido del vendedor, zas una para la boca, ya te metes entre la gente chapurreas con ellos y son personas que no les ves la tristeza por ningún lado, siempre sonriendo, me asomo a las tiendas, si se pueden llamar así ponen un cartel de Michelin y ahí están los neumáticos, pero todos viejos recauchutados, las tiendas son cuatro chapas “Pegaso” y punto, es la ciudad de los contrastes pasas de esas tiendas y de pronto te encuentras con el Palacio de los Vientos, construido en 1799 y tiene 953 ventanas pequeñas para preservar la intimidad de las mujeres, todo en color rojo, precioso, luego sus gentes no verás a nadie que te ponga mala cara todos con su sonrisa, pero eso es el sello de identidad de todos los hindúes, y los contrastes humanos, sales de un hotelazo de dormir como un Maharajá y ya en la misma puerta de la calle te encuentras con la realidad, cientos de personas niños en mayoría, buscando en los contenedores de los hoteles algo que comer porque no tienen nada, son pobres de solemnidad, una mañana me asomé al balcón de mi habitación y veo cuatro personas durmiendo en el techo de un camión, hacen sus necesidades en la calle, las casas no tienen desagüe  y todo va a parar a la calle, se lavan en las pocas fuentes que hay, los transformadores de la luz todos en la calle y al alcance de la mano, que un día estaba lloviendo y los cables echando chispas de cortocicuitos, que yo decía: madre mía, como toquen un palo de aquí se electrocutan sin solución, yo he estado en China y en Cuba, he visto pobreza mucha pobreza, pero lo de la India es miseria es punto y aparte.

Mi mujer y yo, y creo que toda nuestra expedición, por las mañanas cogíamos del desayuno todo lo que podíamos y de los baños los dejábamos limpios de jabones de cepillos de dientes, todo lo que nos ponían y en las paradas que hacía el bus, acudían como las moscas, pero cosa que a mí me llamó la atención: se te acercan diez o doce críos y ninguno te pide de comer, haciendo señas te piden pasta de dientes, cepillos, lapiceros, libretas, borradores, hasta chicles. Una mañana Florita, mi mujer, llama a un niño de 4 o 5 añitos  abre el bolso y saca una chocolatina y le dice toma cométela y el crío le tira un bocado sin quitarle el papel de plata que lleva de envoltorio, le dijimos que eso no se comía le dejamos ya “pelada” y  se le caían las lágrimas al chaval y también a nosotros.

Para desdramatizar un poco el relato, os cuento una anécdota que nos pasó una mañana dando un paseo por el mercado de verduras en Jaipur, allí los hombres llevan un carrito como aquí en las Ferias los de los globos para vender su mercancía, son un poquitín vaguetes y en vez de estar de pié se suben al carrito y se ponen en cuclillas, y son capaces de aguantar todo el día,  llevan de todo coco partido, una cosa parecida a las chufas, pues tienen una olla grande muy grande con agua y de cuando en cuando mojaban un trapo y regaban el coco, hasta ahí todo correcto pero en un momento observo que el individuo en cuestión coge el trapo lo introduce en la olla lo empapa bien  lo coge y se empieza a lavar las axilas y el pecho vuelve a meter el trapo en la olla lo enjuaga lo saca húmedo y empieza a regar los cocos, desde entonces cada vez que veo un puesto con cocos me da mil vueltas el estómago.

Vamos avanzando en nuestro viaje dirección a Agra en el estado de Bengala y allí se encuentra el famoso TAJ MAHAL el mayor mausoleo funerario proyectado en 1632 dicen que tardaron veinte años en construirlo, con razón es una de las siete maravillas del mundo yo no tengo palabras te quedas congelado, a pesar del calor, merece la pena y a mí me parecía mentira estar allí creí vivir un sueño.

Seguimos con el viaje y llegamos a Benarés la capital espiritual de la India yo creo que van a morir a la orilla del Río Ganges, se encuentra el Templo Dorado dedicado al dios Shiva, ahí me marcó bastante el viaje, ya había visto mucha miseria a lo largo del recorrido pero lo que vi allí no tiene comparación, no ya por ver las piras funerarias, incinerando cadáveres por todos lados, es porque allí se concentra toda la miseria del mundo, ves a una persona sin brazos ni piernas, reptando como una serpiente con un cubito colgado al cuello para recoger las pocas monedas que le dan, o un bebé semienterrado en el barro para paliarle el frío de la noche, cuando volví al hotel apenas si concilié el sueño y por la mañana me resistía a salir a la calle, me convencieron salí a dar una vuelta, luego el guía que nos tocó era una mala persona se aprovechaba de los pobres que conducían los trisoux nos contrataba por 12 o 14 rupias, luego les pagaba 3 o 4, me enteré tarde, y otra cosa que no me voy a perdonar nunca fue que con el chico que nos llevaba en la bicicleta y hablando con  él

entre español e hindú porque tontos no son, le pregunté que cual era su sueño a lo que me dijo:

-Mi sueño es tener un trisoux, pero vale mucho dinero y no lo podré tener nunca.

-Pues cuánto vale un trasto de éstos.

- Me dice que al cambio de moneda unas 25.000 pesetas.

Y no hice nada, fui incapaz de al menos comentarlo con mis compañeros de viaje que habíamos salido a 1.500 ptas. cada uno que seguro lo habrían aceptado, o yo solo, pero fui cobarde en eso y no dí el paso. En cuanto llegué a Tomelloso, adoptamos una niña en la Fundación Vicente Ferrer.

Vamos al aeropuerto de Benarés que es como la estación de autobuses del pueblo para volar concretamente a Katmandú, capital del Nepal, y en el aeropuerto nos sucede un caso curioso, estamos facturando y se me acerca una compañera de viaje que era azafata de Iberia y me dice:

-Negrillo, que el policía Jefe de seguridad del aeropuerto dice que le tenemos que dar 400 rupias o nos abre todas las maletas.

- No fastidies, será ca…. voy a cantarle las cuarenta al tío este.

- No lo cabrees que es capaz de hacerlo.

-Me acerco al tipejo y le digo que pasa, no te arreglas con menos, todo esto con señas, le digo con los dedos 200 rupias y vas que chutas, le metí en mi pasaporte los billetes los cogió y punto.

Embarcamos, se pone en marcha el avión por decir algo, era una lata de sardinas con alas, y cuando estaba para coger pista veo en medio una maleta que era mía empiezo a vocear a la azafata se la señalo por la ventanilla, para el avión y baja a recoger la susodicha maleta.

Por fin llegamos a Katmandú y vuelta a otear, precioso con unas pagodas indescriptibles enormes y con un busto de Buda grandísimo, bajamos al río y allí estaban a lo suyo incinerando cadáveres. De las pagodas con el terremoto de hace unos años no quedó piedra sobre piedra. Os mando una foto con dos niñas nepalíes que se querían venir con nosotros, hablando español bastante aceptable.

Nos vamos a callejear, una delicia todas las calles con una musiquilla típica del Tibet y con aromas de  mil modelos de inciensos una maravilla.

Por la mañana nos vamos a un aeródromo para sobrevolar la cordillera del Himalaya, cuya cumbre es el Everest, subimos al avión, este era una lata de anchoas, como yo estoy más hermoso que ninguno de la expedición me sientan con el piloto empieza a volar y le digo por señas que se acerque más a la montaña y me dice que nanay que abajo están los chinos y si se salen un centímetro los apean, el momento de estar ahí arriba viendo lo que estás viendo te tienes que pellizcar pues no te crees que estés viviendo semejante espectáculo.

La vuelta fue con toda normalidad, con un pequeño incidente en el aeropuerto de Frankfurt que no merece la pena reseñar.

Mi conclusión de este viaje, es que ha sido el que más me ha marcado, ahí aprendes a apreciar todo lo que tenemos y a ellos les falta, te das cuenta de todo lo que derrochamos de todo lo que nos quejamos, que si los hospitales son o no son, si allí no hay nada, ves las carnicerías con la carne al sol de 40º días y días, allí no miran como nosotros la fecha de caducidad de los yogures primero porque no hay, ves también los cartones de huevos al sol, el pescado en el suelo, los coches funcionan porque San Cristóbal no para, llevan una puerta de un Seat 1400 y la otra adaptada de un  camión, las bicicletas llevan un porta que son capaces de transportar diez o doce filas de cajas para arriba, los taxis, que son motocarros transportan de una tacada a 6 o 7 personas, y no pierden su sonrisa los ves felices y repito no tienen nada de nada, duermen en la calle o en casas hacinados sin las más mínimas condiciones de higiene, no saben lo que es una farmacia, los transportes públicos abarrotados, los trenes hasta en los topes, eso mis queridos amigos hay que verlo y vivirlo por lo menos unos días y que nuestros hijos vean y comprueben que en el mundo no todos tenemos la misma suerte de haber nacido a otro lado de éste Planeta llamado Tierra. 

José Antonio Negrillo Martínez


Nota:

Las opiniones expresadas en esta sección son de exclusiva responsabilidad del autor y no representan, necesariamente, las de La Voz de Tomelloso. Las cartas remitidas a este medio deben ir debidamente firmadas y con el DNI. 

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