Opinión

Las prioridades

Dolores la Siniestra | Viernes, 15 de Enero del 2021
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Todo ha sido raro estas Navidades –aunque hasta San Antón, etcétera.

Mis hijas decidieron no venir a casa por aquello de que nos pudieran contagiar –pretextando que llevan una vida muy ajetreada y con muchos encuentros sociales- y siguiendo las indicaciones de ese Ministro que ahora –en uno de los momentos en los que más se le necesita; si no a él, a alguno que sepa cómo controlar la pandemia y cómo elaborar un plan de vacunación- no va a ser Ministro y sí candidato a Presidente –de una Autonomía.

Eso influyó en que mi vida social familiar, en los eventos de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes –que en esta casa, por si no lo han notado, somos de Belén y no de Papá Noel y el 1 de enero es el de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y no el de la resaca post-celebración hereje- se redujera a límites casi meramente conyugales. De hecho, decidí seguir el ejemplo de mis hijas y no visitar a mis padres. Con Marcos, mi amante adolescente, sí me encontré, furtivamente, en un vehículo, a la anochecida y sorteando el toque de queda por apenas minutos. A él, le debió de resultar excitante. Yo, sin embargo, conjugué algo parecido al patetismo. Porque, a los cuarenta, las contorsiones sexuales reclaman más un viscoelástico que el asiento trasero de un Golf GTI.

Y es que, aunque reconozco que he tratado de seguir todas las recomendaciones -he ventilado mucho la casa, he guardado la distancia de seguridad, me he lavado las manos hasta hacerlas brillas, he higienizado la compra y así un largo etcétera de conductas que casi sería más propio llamarlas TOC- no me pude reprimir y quedé con las amigas del colegio.

Lo llamaron TardeVieja y a mí, honestamente, me sonó a edulcorar el sucedáneo, como en esas ocasiones en las que, en un restaurante, tienen que sumergirte el pescado en una salsa caliente y demasiado sabrosa ustedes me entienden.

En la TardeVieja nos hallábamos, en la terraza del Golden, trasegando unos gin-tonics y con un frío del mismísimo demonio –les confieso que me puse unos calentadores debajo de las medias rojas- cuando una de mis compañeras abrió fuego contra un político local: “Pues ya habréis visto el teatrillo que nos ha montado el niño. Que dice que vota contra el partido y a favor del pueblo. Ahora. ¿Y cuando tocaba antes qué hizo? A ver, que me lo expliquen a mí. Esconderse y hacer mutis por el foro. Por el forro es por dónde se pasan nuestras preocupaciones”.

Yo, que me veía venir la que iba a empezar, pedí una nueva ronda de cubatas a ver si, en la confusión, se dejaba de lado el manido tema. Pero, Marta, no permitió que se escapara el pañuelo que le estaban lanzado: “Dirás lo que quieras, chica, pero el muchacho ha demostrado tener dos pares bien puestos. Se ha ido a Toledo, y allí, en la carita de Page, se ha saltado la disciplina esa de partido y le ha dicho que “nones”, que Tomelloso lo primero y que aquí queremos la UCI y todo lo que nos deben. Yo creo que éste vale, y como la Alcaldesa ya no se va a presentar más, o eso dijo de los dos mandatos la primera vez, seguro que está haciendo méritos de cara al pueblo”.

La primera, después de arrearle un buen sorbo al combinado, se rio y le espetó: “Pero, hermosa, que os mean en la cara y decís que llueve. ¿Tú no te das cuenta que está todo preparado? Y no me digas que le han abierto un expediente y que le van a sancionar, que aquí todos se tapan entre ellos. Y si no mira el otro, el que iba a dejar la política para siempre y volver a repartir, que ya le han vuelto a proponer para el Comité Ejecutivo de su partido en Ciudad Real…Yo lo único que sé es que nos prometieron AVE, y aquí no llega ni el tren de la bruja. Nos anunciaron un Hospital y todavía no está a pleno rendimiento. Nos aseguraron que tendríamos UCI y reza para que no la tengas que utilizar”.

La conversación se enardecía conforme el destilado se desdibujaba en el fondo de nuestras copas.

“¿Unas palomitas no tendrás?- le dije a la camarera por ver si el menudeo gastronómico hacía amainar el temporal.

Y, mientras seguía con la mirada el caminar de la joven trabajadora –demasiado fresca vas hija con la que está cayendo, pensé-, para mi sorpresa, y a voz en cuello, en la mesa de al lado, explotando las fricativas por los escasos espacios de la mascarilla, una mujer, caminando los senderos sexagenarios, alardeaba de que, tras bailar en Nochevieja con su cuñado una de las canciones de Cachitos, “se había tenido que retirar la Tena Lady más arrugada que el papel de las magdalenas de la Panificadora”.

La mía –la conversación de mis amigas, que yo todavía me mantengo alejada de herramientas de contención urinaria- seguía a maltraer con el asunto del político. Prioridades de fin de año, ¿no?

Esta vez no me metí en la diatriba –que ya recordarán cómo acabó la última en lo de Sánchez. Pero mientras me intentaba sentar para evitar que en la zona condolida, desde los Santos Inocentes, del coxis se me clavara la silla metálica de terraza, pensé: “joder, Dolores, si toda la gente que piensa que lleva razón en la terraza de un bar, se callase y aportara cinco euros a este país, lo mismo solucionábamos lo del paro”.

Y, empecé a hablarles de la causa de mi dolor…

Se quedaron pálidas. Menos la mujer de la mesa de al lado, que no cejaba en hacer oído a mi confesión.

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