Todo ha sido raro estas Navidades –aunque hasta San
Antón, etcétera.
Mis hijas decidieron no venir a casa por aquello de que
nos pudieran contagiar –pretextando que llevan una vida muy ajetreada y con
muchos encuentros sociales- y siguiendo las indicaciones de ese Ministro que
ahora –en uno de los momentos en los que más se le necesita; si no a él, a
alguno que sepa cómo controlar la pandemia y cómo elaborar un plan de
vacunación- no va a ser Ministro y sí candidato a Presidente –de una Autonomía.
Eso influyó en que mi vida social familiar, en los
eventos de Nochebuena, Navidad, Nochevieja, Año Nuevo y Reyes –que en esta
casa, por si no lo han notado, somos de Belén y no de Papá Noel y el 1 de enero
es el de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios y no el de la resaca
post-celebración hereje- se redujera a límites casi meramente conyugales. De
hecho, decidí seguir el ejemplo de mis hijas y no visitar a mis padres. Con
Marcos, mi amante adolescente, sí me encontré, furtivamente, en un vehículo, a
la anochecida y sorteando el toque de queda por apenas minutos. A él, le debió
de resultar excitante. Yo, sin embargo, conjugué algo parecido al patetismo.
Porque, a los cuarenta, las contorsiones sexuales reclaman más un viscoelástico
que el asiento trasero de un Golf GTI.
Y es que, aunque reconozco que he tratado de seguir todas
las recomendaciones -he ventilado mucho la casa, he guardado la distancia de
seguridad, me he lavado las manos hasta hacerlas brillas, he higienizado la
compra y así un largo etcétera de conductas que casi sería más propio llamarlas
TOC- no me pude reprimir y quedé con las amigas del colegio.
Lo llamaron TardeVieja y a mí, honestamente, me sonó a
edulcorar el sucedáneo, como en esas ocasiones en las que, en un restaurante,
tienen que sumergirte el pescado en una salsa caliente y demasiado sabrosa –ustedes me entienden.
En la TardeVieja nos hallábamos, en la terraza del
Golden, trasegando unos gin-tonics y
con un frío del mismísimo demonio –les confieso que me puse unos calentadores
debajo de las medias rojas- cuando una de mis compañeras abrió fuego contra un
político local: “Pues ya habréis visto el
teatrillo que nos ha montado el niño. Que dice que vota contra el partido y a
favor del pueblo. Ahora. ¿Y cuando tocaba antes qué hizo? A ver, que me lo
expliquen a mí. Esconderse y hacer mutis por el foro. Por el forro es por dónde
se pasan nuestras preocupaciones”.
Yo, que me veía venir la que iba a empezar, pedí una
nueva ronda de cubatas a ver si, en la confusión, se dejaba de lado el manido
tema. Pero, Marta, no permitió que se escapara el pañuelo que le estaban
lanzado: “Dirás lo que quieras, chica,
pero el muchacho ha demostrado tener dos pares bien puestos. Se ha ido a
Toledo, y allí, en la carita de Page, se ha saltado la disciplina esa de
partido y le ha dicho que “nones”, que Tomelloso lo primero y que aquí queremos
la UCI y todo lo que nos deben. Yo creo que éste vale, y como la Alcaldesa ya
no se va a presentar más, o eso dijo de los dos mandatos la primera vez, seguro
que está haciendo méritos de cara al pueblo”.
La primera, después de arrearle un buen sorbo al
combinado, se rio y le espetó: “Pero,
hermosa, que os mean en la cara y decís que llueve. ¿Tú no te das cuenta que
está todo preparado? Y no me digas que le han abierto un expediente y que le
van a sancionar, que aquí todos se tapan entre ellos. Y si no mira el otro, el
que iba a dejar la política para siempre y volver a repartir, que ya le han
vuelto a proponer para el Comité Ejecutivo de su partido en Ciudad Real…Yo lo
único que sé es que nos prometieron AVE, y aquí no llega ni el tren de la
bruja. Nos anunciaron un Hospital y todavía no está a pleno rendimiento. Nos
aseguraron que tendríamos UCI y reza para que no la tengas que utilizar”.
La conversación se enardecía conforme el destilado se
desdibujaba en el fondo de nuestras copas.
“¿Unas palomitas no tendrás?- le dije a la
camarera por ver si el menudeo gastronómico hacía amainar el temporal.
Y, mientras seguía con la mirada el caminar de la joven
trabajadora –demasiado fresca vas hija con la que está cayendo, pensé-, para mi
sorpresa, y a voz en cuello, en la mesa de al lado, explotando las fricativas
por los escasos espacios de la mascarilla, una mujer, caminando los senderos
sexagenarios, alardeaba de que, tras bailar en Nochevieja con su cuñado una de
las canciones de Cachitos, “se había
tenido que retirar la Tena Lady más arrugada que el papel de las magdalenas de
la Panificadora”.
La mía –la conversación de mis amigas, que yo todavía me
mantengo alejada de herramientas de contención urinaria- seguía a maltraer con
el asunto del político. Prioridades de fin de año, ¿no?
Esta vez no me metí en la diatriba –que ya recordarán
cómo acabó la última en lo de Sánchez. Pero mientras me intentaba sentar para
evitar que en la zona condolida, desde los Santos Inocentes, del coxis se me
clavara la silla metálica de terraza, pensé: “joder, Dolores, si toda la gente que piensa que lleva razón en la
terraza de un bar, se callase y aportara cinco euros a este país, lo mismo
solucionábamos lo del paro”.
Y, empecé a hablarles de la causa de mi dolor…
Se quedaron pálidas. Menos la mujer de la mesa de al lado,
que no cejaba en hacer oído a mi confesión.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Miércoles, 27 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024
Jueves, 28 de Marzo del 2024