Gobernarían, si es que conocen su significado, visto el caos en que tienen sumido a "su Madrid" (esa ciudad de España dentro de España, memorable frase de Isabel DÍaz Ayuso que pasará a los anales de la oratoria política) con plena soberanía, sin interferencias, sin rendir cuentas a nadie, salvo a su fiel electorado (que algo tendrá que ver en los treinta años de gloriosos gobiernos del PP).

Otra de las ventajas sería facilitar al resto del territorio nacional su definitiva integración y cohesión territorial, sin aventuras secesionistas de las periferias, calmando los ánimos de quienes dicen mostrarse "hartos de los catalanes", no sin razón seguramente, pero que callan ante los intentos de desacato y desobediencia debida, por así decirlo, del Gobierno de la Comunidad de Madrid y de su libertadora presidenta.

De tal manera que Madrid consolidaría - una vez alcanzada la independencia y su consiguiente  conversión en Estado soberano, democrático, de derecho y social - su modus operandi para atraer inversiones (que vuelva el proyecto Eurovegas), seguir creciendo como dumping fiscal, potenciar los laboratorios de experimentación neoliberal que emancipen a la humanidad (FAES y otros chiringuitos), mejorar las regalías a la educación concertada, entregar VPO a fondos buitre, competir de nuevo por ser sede olímpica ("la corazonada" de Gallardón, ¿recuerdan?), y que los coches circulen por las aceras si necesitan más espacio (“Nadie ha muerto de contaminación en Madrid”, otra de nuestra amiga Isabel Díaz Ayuso).

Por supuesto, habría que facilitarles su integración europea y atlántica (OTAN) al fin de evitar confictos diplomáticos, manteniendo relaciones de buena vecindad. Albert Boadella, incansable lugarteniente de Esperabza Aguirre, lo haría la mar de bien como Ministro de Asuntos Exteriores. Y Andrés Calamaro, en Cultura.

Y la oposición, que dormita en la Asamblea de Madrid, tendría la oportunidad de resetearse y ponerse a trabajar en serio. Al Sr. Gabilondo habría que buscarle plaza en un seminario, cosa harto probable.

Los medios de comunicación de España (una vez desgajada la porción madrileña del solar patrio, no sin dolor y pena) atenderían otras realidades territoriales que al resto de mortales nos interesan más (también nieva, y hace calor en verano en otras partes de España).

Esa ciudad de España dentro de España... No, no. Mejor fuera. Y si se quedan con el nombre de España, mejor todavía.

Pongamos que hablo de Madrid. Madrid independiente. Suena bien.

¿Por qué no?