“En estas familias de los pueblos… y de todos los sitios, los odios, las venganzas, … y los amores, tienen un proceso muy largo. Los disimulos, las conveniencias, la vida dentro de casa, los retarda y disimula durante años y años”. “El Carnaval” FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
Intentar plasmar todos los sucesos más o
menos dramáticos (delitos, altercados, denuncias…) acaecidos a lo largo de la
historia de un pueblo como Tomelloso es tarea prácticamente imposible por la
gran cantidad de hechos que podrían componer el correspondiente estudio. A
continuación, y en dos entregas, se exponen algunos de estos sucedidos desde la
fundación del pueblo allá por el siglo XVI. Por supuesto, viendo estos
incidentes, veremos también la evolución del “mal” en las relaciones humanas a
lo largo de décadas y podremos comprobar cuáles son las causas habituales de
estas maldades: robos, crímenes pasionales, errores judiciales, …
Del primer pleito, entre particulares, del
que tenemos referencia en Tomelloso ocurrió al poco de su fundación. Así en el
año 1584, tenemos constancia de un pleito entre Catalina Lizana y el alcalde
Alonso García Lázaro por injurias.
Un siglo después, en 1663, nos encontramos
con otro sucedido acaecido en Tomelloso y sus alrededores que tuvo como víctima
a Lorenzo Martínez, natural de Barchín del Hoyo (Cuenca), que regresaba de
Andalucía con cuatro pollinos cargados de aceite y otras mercancías. En Sierra
Morena se juntó con Pedro García Zamora, aunque en posteriores declaraciones a
la Justicia también se hacía llamar Francisco García Benita, que era natural de
San Clemente y vecino de Torralba (Cuenca). Este segundo personaje dijo ser
mercader y que venía de Sevilla de vender azafrán y acordaron hacer el viaje
juntos.
Al llegar a La Solana, en la posada de Juan
Martínez, se le murió a Lorenzo una yegua torda que traía. Siguieron su camino
y el día 4 de diciembre de 1663, “con una hora de sol, poco más o menos”,
cerca de la venta llamada “La Campana”, a mitad de distancia entre Socuéllamos
y Tomelloso, “sin haber tenido pendencia ni palabras de controversia” Pedro la
emprendió a puñaladas contra su acompañante, a fin de quitarle los
pollinos y lo que traía en ellos, haciéndole muchas heridas. Estando sin
sentido y creyéndolo muerto lo echó a un pozo cercano y después “mucho
canto para que la muerte fuese más efectiva y oculta y el asunto zanjado y en
perpetuo olvido”.
Al día siguiente siguió su marcha y pernoctó
en la posada de Juan Martínez Aillón, en la cercana villa de Socuéllamos, donde
produjo algún altercado ya que María de León, criada de la posada, en el
proceso declaró: “que un día del año pasado que no se acuerda cual fue, llegó y pidió
posada y habiendo cenado unas sardinas y ensalada de cardo que le puso la
criada se acostó y una vez recogida la gente de la casa, el dicho hombre quiso
echar la puerta donde la testigo dormía en el suelo para entrar a dormir con
ella y que sin no abría, habría de echar la puerta al suelo y la habría dematar y beber de su sangre, pero al no conseguir su propósito y
a hora de media noche siguió su camino…”
Mientras todo esto ocurría, Lorenzo
dentro del pozo no había muerto y tres días después “sintiendo el declarante pasar
gente por el camino a las voces que daba llegaron al dicho pozo dos hombres y
preguntando que era les rogó le sacaran de allí y lo sacaron y estando fuera
conoció a uno que le dicen Lorenzo, vecino de Adobe en el Reino de Aragón, y
que lo conoce porque lo había tratado muchas veces…”
El 9 de junio de 1664 volvió a pasar Pedro
por el lugar de los hechos, camino nuevamente a Andalucía y al hospedarse en la
Venta Vieja, término de Tomelloso, muy cerca de “La Campana” fue detenido por
el Alcalde de la Santa Hermandad de Tomelloso, D. Bartolomé Arias Izquierdo
Nieto, y conducido a Socuéllamos donde el día 15 de Julio “teniéndolo preso con dos pares
de grillos, atado a la pared, en un calabozo con dos puertas y dos cerraduras y
siete guardas, rompió el calabozo por una puerta que había lodada con barro y
canto y se quitó la cadena y un par de grillos y por el corredor de dicha
cárcel subió al tejado de la cocina y se fue y huyó”. Parecer ser que el
fugado se refugió en el Convento de San Francisco de Villarrobledo.
Al final faltan hojas en este
expediente en el Archivo Municipal de Socuéllamos por lo que no sabemos cuál
sería el final de tan enrevesado suceso.
En el Archivo Municipal de Socuéllamos, vemos
un documento donde se indica que en la madrugada del 31 de enero de 1747 los
vecinos del lugar de Tomelloso, jurisdicción de Socuéllamos, Don Paulino Ortiz
Alcalde de la Santa Hermandad junto con Gabriel Díaz Ajofrín, Juan González,
Juan Montero y Josef Monteño Menor, en cumplimiento de la orden de su Majestad
el Rey, salieron por las quinterías en busca de mozos… “suficientes para el servicios de
la guerra y manejo de las armas”… Llegaron a la Nieva, término de
Socuéllamos, donde encontraron al pastor vecino de Villarrobledo Andrés
Almansa, soltero y de veintitrés años.
Éste, armado de su escopeta larga, salió
huyendo siendo cercado prontamente, ya que sus buscadores iban a caballo, y
encontrándose en semejante aprieto y sin hacer caso de las recomendaciones del
Jefe de la Santa Hermandad, quien le decía que se entregase al Rey, no hizo
caso y a la vez “que profería palabras de vituperio contra todos” disparó la
escopeta contra Juan Montero causándole heridas de las que poco días después
falleció. Una vez rendido fue maniatado y conducido a la cárcel de Tomelloso.
En su defensa declaró que estando en el ejercicio de su trabajo habían ido ya tres veces a por él para enrolarlo en el servicio de las armas, en puesto de un sobrino de los aprehensores de Tomelloso, cosa que “él repugnaba no por servir al Rey en la guerra sino que ya que lo hacía fuera por sí o por un vecino de su pueblo Villarrobledo y no por uno de Tomellloso”. Que huía para ganar el término de su pueblo, lo que consiguió, siendo cogido en la haza que llaman Vallejo de Trompeta y que cuando ya estaban muy cerca se le disparó la escopeta, hiriendo a Montero y al verlo se quedó “muy acelerado y asustado y se entregó, y estando agarrado por dos de sus perseguidores llegó Gabriel Díaz Ajofrín y lo golpeó desde el caballo con una pistola en la cabeza hiriéndolo gravemente, recibiendo mal trato de todos y llevándoselo atado a la cola de un caballo”.
Siguió un largo proceso con muchas
comparecencias, declaraciones, juramentos y cuanto en estos casos es menester,
de abogados, cirujanos, testigos , amigos, familiares, etc…, hasta que aparece
una resolución del Rey, comunicada por el Marqués de la Ensenada, resolviendo
que Andrés Almansa Ramírez figurara “en la presente leva” (reclutamiento
de soldados) en lugar de uno de los comprometidos e n ella, sobreseyendo la
causa que se había formad o. Sin embargo, la muerte del herido, Juan Montero,
hizo que cambiase la sentencia ya que “considera que se le debe dar más castigo al
reo por lo que debe continuar el proceso”. Esta orden fue comunicada el 10
de marzo de 1747.
Al final la
condena para Almansa fue de 8 años de galeras a remo y sin sueldo, siendo
condenados también a menores penas el Alcalde de la Santa Hermandad y García
Ajofrín por malos tratos, a otros testigos también se les condenó levemente por
desmerecer en sus declaraciones y también a los dos Alcaldes pedáneos de
Tomelloso por comunicar tardíamente a Socuéllamos lo ocurrido.
Otro suceso que
provocó ríos de tinta entre las jurisdicciones de Socuéllamos, Alcázar de San
Juan y Tomelloso, fue instruido el 21 de marzo de 1747.
En él se
manifiesta como los tomelloseros Francisco López alias Cavedo y Pedro Gómez en
el paraje de Pu ente Bermeja, cerca del río Záncara quitaron “con
gran denuedo y voces desensonadas y disparando” las armas que portaban
los soldados Juan Martínez Márquez y José Gómez. Estos soldados se dirigían
a la Caja de Alcázar y pertenecían a la leva del año 1747.
El suceso, considerado de gravísima importancia, obligó a u n amplio expediente iniciado por los Alcaldes Pedáneos de Tomelloso, Juan Francisco García Castellano y Juan Francisco Romero Caravaño.
Rúbricas de los alcaldes pedáneos de Tomelloso (FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)
Como curiosidad
podemos ver las descripciones de las cuatro personas que se vieron afectas en
este suceso. Los dos vecinos de Tomelloso, supuestos ladrones de las armas, y
los dos jóvenes soldados que fueron despojados de las citadas armas.
Las descripciones son las siguientes:
“Juan Francisco
Cavedo es un hombre como de dos varas, pintado de viruelas, cargado de espaldas,
calzón de anse y coleto (pelliza) de badana (cuero) como
de treinta a treinta y cinco años.
Pedro Gómez es
cargado de espaldas, perniquebrado, un poco delgado, su altura más de dos varas, poca barba, vestido de
paño y chupa (chaqueta) azul y edad como de treinta años.
José Gómez es un hombre de dos varas, como de
diez y ocho años, chupa de estameña tornasolada, casaca de mezcla y calzón de
paño.
Juan Martínez Márquez es un hombre
delgado, su altura más de dos varas, color bermejo, su edad como de veinte y
cinco años. Vestido de paño negro, es oficial de la ...”
Al final el pleito concluyó con el
encarcelamiento de los dos tomelloseros en la cárcel de Alcázar y el embargo de
parte de sus bienes.
La portada de la documentación judicial que se
requirió para este caso, que se encuentra en el Archivo Histórico de Alcázar de
San Juan, nos da, en resumen, los detalles del asunto:
(FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)
Hasta hace unas décadas, la dependencia económica de nuestros pueblos hacia los recursos naturales era primordial. La actividad agrícola, ganadera y forestal fue la fuente general de subsistencia para toda una sociedad a lo largo de siglos. Evidentemente, los derechos de aprovechamiento de dichos recursos fue continuo motivo de disputa entre pueblos y ciudadanos de los mismos.
A veces, los incidentes que se generaban eran
bastante farragosos y originaban extensos expedientes judiciales donde unos y
otros, personas afectadas y localidades interesadas, defendían sus derechos
que, en mucho de los casos, eran fundamentales para poder ejercer una actividad
económica primordial para la vida cotidiana de todos.
Algunos ejemplos de estos incidentes de “índole
económica” se enumeran a continuación (todos ellos situados en la segunda mitad
del siglo XVIII y cuyas documentaciones se encuentran en el Archivo Histórico
de Alcázar de San Juan en su sección de “Causas de Montes”):
10 de mayo de 1758. Desde la vecina
Argamasilla nos encontramos los autos de justicia criminal contra Baltasar
Valterra, Juan Sepúlveda “el de la Morena” y Monjiles “hijo de Jerónimo” y
Francisco Martínez Bázquez (carretero de profesión); vecinos todos de
Socuéllamos por destrozos en el monte propio de la Villa de Tomelloso.
31 de agosto de 1772. En Alcázar de
San Juan se presenta la querella de Paulino Ortiz,
vecino de Tomelloso, contra Juan “alias Abujeta” (pastor del ganado de Juan
Antonio Saavedra –de Alcázar-) por daños en unos sembrados de su propiedad.
7 de mayo de
1773. En Argamasilla de Alba, se presenta la denuncia por cortar leña contra
Antonio Paños, vecino de Tomelloso.
31 de enero de 1776. También desde
Argamasilla de Alba, denuncia contra Pedro
Martínez Perete y consortes, vecinos
de Tomelloso por cortar leña en el monte de Argamasilla.
1 de noviembre de 1784. En Alcázar de
San Juan, se presenta denuncia contra las
vacas de José López Guerrero, vecino
de Tomelloso, por daños en unos salicones (o salicores en otros sitios, aunque
en Tomelloso se conocen como malvecinos. También denominada
barrilla, de sus cenizas se obtenía la sosa).
17 de diciembre de 1784. En Argamasilla de
Alba se denuncia a Pedro Martínez y
otros vecinos de Tomelloso, por corta
de leña en el monte de Argamasilla de Alba. Hay que recordar que este mismo
personaje también se vio envuelto en otra causa de montes en la misma
localidad argamasillera unos años antes.
22 de diciembre
de 1788. En Alcázar de San Juan, denuncia contra José Rodrigo y su
hermano “el Miliciano”, vecinos de Tomelloso, por corta de leña mataparda.
En 1774 nos
encontramos con un curioso expediente donde se ven implicados vecinos de
Tomelloso. Así el 14 de junio de dicho año se inicia causa criminal de oficio
de la Real Justicia contra Francisco Castellanos, vecino de Tomelloso, sobre la
muerte en Alcázar de San Juan de Antonio de la Cámara, natural de Vara del Rey
(Cuenca)
Los hechos
ocurrieron de la siguiente manera:
De Tomelloso a
Alcázar de San Juan partieron tres galeras con sus correspondientes mulas
cargadas de “lana de la Mancha” con destino a las Reales Fábricas de
Pólvora y Salitres. Los que llevan los citados carros son los tomelloseros Ángel
Izquierdo y los hermanos Francisco Castellanos y Gabriel Castellanos. Llegados
a Alcázar hacen su entrega y por la tarde parten de vuelta hacia Tomelloso.
En primer lugar, va Ángel Izquierdo tras él
Gabriel Castellanos y algo más retrasado Francisco Castellanos. Pues bien,
saliendo de la localidad alcazareña, sin que tengamos la razón exacta de lo ocurrido,
la última galera atropelló de forma mortal a Antonio de la Cámara que se
encontraba buscando trabajo en Alcázar. No se sabe si éste cruzó de forma
descuidada o si Francisco no llevaba la carreta de forma adecuada –pues las
testificaciones no fueron concluyentes- pero el caso es que un hombre terminó
muerto y pronto soldados de la Justicia alcazareña procedieron a perseguir,
capturar y meter en prisión a los tres tomelloseros.
Por si fuese poco lo ocurrido los hechos se precipitan agravan do la situación. Así, Gabriel Castellanos, el menor de los hermanos con 18 años al ver como eran detenidos y como acusaban a su hermano Francisco de haber matado a un hombre se pone nervioso y saca un “cuchillo prohibido”. Por ello, se le abrió un expediente criminal paralelo a la causa del fallecimiento de Antonio de la Cámara. Sin embargo, este percance se dirimió pronto con una multa al acusado pues se argumentó que la falta cometida se debió a “lo corto de sus años” y además se confirmó por la justicia que el joven “es de genio quieto, pacífico y nada violento, ni inclinado a quimeras, ni al uso de tales armas prohibidas”.
Pero el problema grave lo tenía su hermano
Francisco, de 35 años, que era el conductor de la galera que atropelló al
fallecido. Además, la situación se complicó pues cuando iba detenido por los soldados
se abalanzó contra ellos y con siguió esconderse y refugiarse en la Iglesia
Parroquial de Santa María de Alcázar de San Juan. Hay que recordar que en
aquella época existía el denominado Asilo en Sagrado, por lo que
cualquier perseguido por la justicia podía acogerse a la protección de iglesias
y monasterios
La situación se fue enredando cada vez más.
La Justicia buscando testigos que no hallaba, el acusado encerrado en lugar
sagrado, la esposa del fallecido –María Salomé Alonso Sevilla- que en principio
actuó como testigo pero que posteriormente se demostró que no había visto
exactamente el suceso, los médicos haciendo sus correspondientes informes para
verificar como se podían haber realizado las heridas y contusiones del muerto….
Tenemos que comprender que este hecho acaeció hace aproximadamente 260 años por lo que los avances de las investigaciones policiales
que hoy vemos por televisión en nada deberían semejarse a los de aquella época.
Pero el curso de los acontecimientos se fue
complicando más, posiblemente con ayuda del exterior el acusado Francisco
Castellanos salió de la Iglesia Parroquial donde estaba oculto y terminó
estando en paradero desconocido para la Justicia. Por más que se le quiso
localizar, las pesquisas no dieron fruto. Cada dos por tres eran consultados en
Tomelloso los alcaldes del lugar para ver si podían dar alguna información sobre
donde podía parar el acusado, pero siempre la respuesta se basaba en el
desconocimiento sobre cualquier dato que pudiese servir de utilidad.
Y así hasta un año después, 1749, cuando,
posiblemente aconsejado por algún conocedor de las leyes, Francisco Castellanos
se puso en contacto con la Justicia de Alcázar de San Juan a través de un
escrito. En él, sorprendentemente, esta persona dice que se ha enterado de que
la Justicia lo reclama. No deja de ser asombroso que un año después sea cuando
se da por enterado Francisco de que es requerido, después de todos los hechos
acaecidos y suplique la total clemencia y ser declarado libre argumentando la
proximidad de la recolección y que debe ayudar a sus padres.
La transcripción de su escrito es la
siguiente:
“Francisco Castelllanos, vecino de la villa
del Tomilloso, ante Vuesa Merced como mas haya lugar, digo: Que en el año
próximo pasado se formó contra mí en ese Juzgado causa con el motivo de haber
atropellado la galera y mulas que conducía a Antonio de la Cámara, vecino que
fue de Vara de Rey, y según parece se siguió la muerte al susodicho tan casual
como de la misma causa resultara; y
acogido al sagrado de la Parroquial de Santa María de esa villa, le desamparé;
y por ello es llegado a mi noticia se me ha emplazado por edictos y pregones, y
respecto a que cualquiera culpa que se me puede atribuir, es puramente
voluntaria por no haber intervenido en el hecho que ocurrió del atropello
referido solo alguno y menos malicia; a fin de acreditarlo como corresponde y la
buena fe con que procedo, desde luego me presento a la disposición de ese
Juzgado, y por ello:
Suplico se sirva hacerme por tal presentado, y declarándome por libre de cualquier cargo que se me atribuía, concederme su licencia y permiso para restituirme a la compañía de mis padres en el tiempo de la presente recolección de frutos, sin perjuicio y a reserva de cualesquiera otras acciones y actos que me competan y sean de Justicia”.
(FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Alcázar de San Juan)
Al final, a Francisco Castellanos le fueron
embargados parte de sus bienes para costear todos los gastos generados por su
actitud; aunque, quizá por la ausencia de testigos contra él, no consta que
fuese detenido.
Al igual que en la actualidad, los accidentes
de tráfico de coches y motos están al orden del día, en aquella época los
percances con las caballerías eran la causa de muchas incidencias que, en
muchos de los casos, como el referido anteriormente, causaba desgracias
irreversibles.
Un ejemplo curioso lo vemos el 17 de mayo de
1790, cuando en Alcázar de San Juan se abre una causa criminal de oficio por
parte de la Real Justicia sobre el “descubrimiento del autor del autor o
autores del golpe que Juan Serrano hijo de José, vecino de Tomelloso, sufrió en
la cabeza, al vuelco de un carro de dos ruedas”.
El tomellosero había ido a la vecina Alcázar
de San Juan a llevar leña a diferentes fábricas, como tantos otros hacían. Su
nombre era Juan José Serrano alias “Chalo”. El asunto tuvo desde un principio
un cariz bastante dramático. Se encontró al citado Juan Serrano tumbado en el
suelo, al pie de un carro, con “bastante sangre que cuajaba en el oído
izquierdo”. Urgentemente se le dio la extremaunción y, aunque volvió en
sí y se le pudo tomar una declaración, falleció en pocos minutos.
La declaración del herido fue la siguiente:
“Preguntado si otros convecinos suyos iban
con él que declara cuando se retiró de las fábricas con las yuntas y carro que
maneja, quien le recibió en ellas las escobas que refiere estuvo descargando y
adonde se dirigía cuando ocurrió el pasarse en la Placeta de la Rubia, dijo:
Que cuando se retiró de aquellas –las fábricas- iban un corto trecho delante del
que declara, Francisco Serrano, su primo, Ramón Navarro y Juan Pimienta
Chinela, sus convecinos, quienes poco antes habían descargado en las mismas
cada uno otro carro de la propia leña.
Que se la recibieron Santiago Atienza y un
lumbrero que ignora como se llama; y que el que declara se dirigía a las casas
del expresado Manuel Páez con el ánimo de dar un pienso a la yunta, y después
marcharse al leñar con sus tres compañeros, pues así lo tenían trazado los
cuatro.
Preguntado para que efecto quería el pliego
de papel que deja referido, y si sus
tres compañeros se hallaron presentes al tiempo de asombrase las mulas, dijo
que aquel –el papel- lo quería para anotar las arrobas de leña
que su amo va comprando en la Quintería de este término,
llamada de Las Tres Caras, a los que allí van a venderla, para después
conducirla a otras Fábricas; y que sus tres compañeros no presenciaron lo que
se refiere a la pregunta.
Preguntado si ha tenido algún desazón
con cualquiera de sus tres compañeros o con alguna otra persona, dijo que con
nadie ha tenido desazón alguno”.
Llegado a este punto parece ser que
el estado del herido empeoraba por momentos, y así el cirujano presente en el
interrogatorio, Bernardino, aconsejó no seguir con las pesquisas.
“… en este estado, y con la reserva
de continuar diciéndole las demás preguntas que se tengan por convenientes a
depurar en el asunto de que se trata, se cesó en esta declaración por hacer
presente el cirujano que no conviene por tener que aplicarle las medicinas
correspondientes, y dejar en quietud al declarante, quien expresó que lo que en
ella se contiene es la verdad, so cargo de su juramento, y hallarse en la edad
de veinte años poco más o menos”.
A las pocas horas el tomellosero Juan José Serrano fallecía debido a las heridas del accidente.
Aunque más o menos ya estaba claro que lo sufrido por el fallecido era un lamentable accidente, fueron tomadas más declaraciones a numerosos testigos que en mayor o menor medida estaban relacionados con el caso. Por ejemplo, tenemos la declaración del hombre que “trajo un azadón y limpió la sangre que había vertida, porque no la lamiese un perro”.
Tras la declaración de Rufina Sobrado, se
puso luz sobre todo el asunto, que ocurrió de la siguiente manera:
“… tras retirarse -Juan Serrano- de las
Fábricas de Salitre donde hacía media hora que estuvo descargando un carro de
escobas, se dirigió para las casas de Manuel Paez, en las cuales estaba
hospedado con otros convecinos suyos. Al cruzar por la Placeta que llaman de La
Rubia, tuvo necesidad de comprar un pliego de papel común, y parándose en ella
con la yunta que tiraba del carro, en el cual iba subido, le dijo a una
muchacha pequeña, a quien no conocía, que de una tienda que le parece nombraban
la del Rosquero, le sacase el pliego de papel ya referido. Y ejecutado así, aquella
–la niña- al tiempo de ir a entregárselo
se asombró una mula de las dos que iban uncidas u partiendo a correr ambas con
el carro se volcó éste, y de resultas del golpe que sufrió, precisamente se
quedó entorpecido y quedándose privado principió a verter sangre por los oidos”.
El nombre de la niña resultó ser
Ángela, y el lugar exacto del vuelco del carro fue “en la esquina de las Casa de
Jesús del Campo, y con el vuelco despidió al hombre quien fue a caer de cabeza
junto a la Portezuela de Juan Meco, inmediato a lo cual estaba de pie derecho
una mujer que vive en la Puerta Cervera y que se llama Lucía”
Detalle de los autos instruidos por el fallecimiento del tomellosero Juan José Serrano:
Otro suceso
acaeció el 22 de agosto de 1813, entre las diez y doce de la mañana, en el
Camino Real que de la villa de Socuéllamos “lleva a la inmediata Tomelloso” y a
distancia de una legua fueron robados D. Benito Martín y D. Vicente Jiménez, “que
así dijeron llamarse, ser vecinos de Villagarcía –provincia de Cuenca-, y del
Comercio, por tres hombres a caballo que no reconocieron ni distinguieron si eran
soldados o paisanos”.
Hay que tener
en cuenta la distinción que se hace entre soldados o paisanos. No en vano, en
esta época estamos inmersos en plena Guerra de la Independencia y a veces
propios desertores de los diferentes ejércitos eran los que cometían las
fechorías.
En el robo les
quitaron un macho mular, ochocientos reales, las capas y otras prendas de
vestir y aparejos, con las letras de camino que llevaban para Cádiz y aunque
por el Sr. Regente, entonces, D. Andrés Manuel Rodríguez comisionado por el Sr.
Jefe Político, se despachó gente armada en su persecución, oficiando a las
inmediatas villas de Villarrobledo, Tomelloso y Pedro Muñoz, “no
se pudo lograr verles ni capturar”.
Unos años
después, en concreto el 8 de noviembre de 1822, se inicia causa criminal contra
Manuel Izquierdo alias “manta al hombro”, vecino de Campo de Criptana por robo
y agresión a vecinos de Tomelloso. Los tomelloseros agredidos fueron Jesús
García y José Antonio Villena, los cuales hicieron el siguiente relato de los
hechos ocurridos:
“…. llevában
dos carros de arroz para su venta en la Vega de este término y jurisdicción
–Tomelloso – y en las inmediaciones a la
Puerta Bermeja del Río Záncara les había salido un hombre a caballo y armado y
les había sorprendido, roban a el uno un pañuelo morado y con flores y unas
botas y queriendo hacer lo mismo con el otro éste se resistió, por lo que el
otro hombre le había disparado un tiro con la pistola”.
Tras estos hechos, el criminal huyó y
siguiendo los tomelloseros su camino vieron a unos leñadores, y tras contarles
lo sucedido éstos dijeron que el criminal era “manta al hombro”, pues lo habían
visto por aquellos parajes.
Pronto se dictó la búsqueda y captura del
malhechor, que por si fuese poco era prófugo de la cárcel de Alcázar de San
Juan. La descripción del mismo fue la siguiente:
“… treinta y cuatro años, color trigueño, zamarra de pellejo como lanoso, chaleco como de mahón pintado con botones dorado y capa parda, con montera, …”
(Continuará)
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