Descubriendo Tomelloso

Altercados y disputas (Y II)

Ángel Martín-Fontecha | Jueves, 11 de Febrero del 2021
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Tras la Guerra de la Independencia y durante casi todo el siglo XIX era necesario para moverse de un pueblo a otro de España que se expidiera un pasaporte desde la localidad de origen a favor del ciudadano que debía desplazarse por la geografía nacional. En dicho pasaporte era obligatorio indicar las características físicas del portador y el motivo de su traslado.

Como ejemplo de este documento tenemos el siguiente, que provocó –como veremos posteriormente- una gran cantidad de incidencias entre las justicias de las localidades de Santa Cruz de los Cáñamos (Cuenca), Tomelloso, Alcázar de San Juan y Herencia.

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Como vemos el pasaporte, fechado el 27 de enero de 1823, estaba hecho a nombre de Vicente Gallego, para pasar a la villa de Tomelloso “a diligencias propias”. Este personaje es descrito con edad de 27 años, talla de 4 pies, color moreno, cabello negro, ojos melados, nariz regular y barba negra. Además no sabía firmar.

Hasta aquí todo normal, sin embargo una serie de sucesos provocarían una serie de diligencias creando un problema burocrático entre las localidades enumeradas anteriormente.

El problema surgió cuando el 6 de Febrero de 1823 le fue requerida declaración a un chalán –lo que hoy entendemos como tratante comercial- que estaba vendiendo unas mulas. Pidiéndoles sus referencias personales y algún justificante que confirmase que las caballerías que vendía eran de su propiedad dijo que se llamaba José Gallego y era natural de Tomelloso.

Sobre la propiedad de las mulas no pudo justificarla aunque informó que había pasado por Alcázar con ellas dando cuenta a la autoridad pertinente. Quizá por los nervios del interrogarlo al citado José Gallego no se le ocurrió otra cosa que sacar de un bolsillo el pasaporte mostrado anteriormente creyendo que con el documento mejoraría su situación.

Obviamente el lío se acrecentó, pues en el papel se indicaba que el portador era Vicente Gallego, por tanto o había un gravísimo error en el documento o el vendedor de las mulas no debía llevar esa credencial.

La solución por parte de la justicia herenciana no se hizo esperar: prisión hasta que no se aclarase la cosa. Más de dos semanas de indagaciones para comprobar la buena voluntad del detenido, donde incluso se llegó a pensar que el pasaporte era falsificado por algunos defectos de forma que tenía.

Poco a poco el entramado se fue resolviendo. De Tomelloso llegó escrito donde se confirmaba que el portador de las monturas era natural de esa villa y que, efectivamente, se dedicaba al comercio yendo de una villa a otra. Desde Alcázar de San Juan, se informó que era cierto que el acusado había pasado por allí con las caballerías y por tanto se aceptaba que no las había robado. Por último quedaba aclara el tema del pasaporte, lo cual quedó resuelto cuando se recibió en Herencia escrito de Sebastián Rodríguez, alcalde de Santa Cruz de los Cáñamos, poniendo claridad al incidente.

“Contestando al oficio de V. e. de 19 del corriente, con el que me acompaña el testimonio de un pasaporte expedido por mi, en 20 de Enero último; debo decirle, en honor de la verdad, que el citado pasaporte, como dejo dicho, lo expedí yo a favor de Vicente Gallego, de esta vecindad, pues me dijo tenía que pasar al Tomelloso acompañado de un hermano suyo vecino de dicha villa, de el Tomelloso; y como dicho su hermano también ha estado en esta, como vecindad de su madre y otros hermanos que tiene, y como a el Vicente no tenía ningún motivo para negarle pasaporte, se lo concedí con el de pasar acompañado de su hermano a la esperada villa.

Los requisitos que le faltan según el testimonio, como son no expresar en la cabeza para donde iba y sí en el centro, y el no llevar la firma del Secretario con los demás que pueda tener y que yo ignoro, son hijos de la poca práctica del que lo llenó, pues estando impedido el secretario ciertamente porque se había dado un golpe de arma de fuego esta impedido; yo también de proporcionar sujeto práctico que no dejase hueco alguno sin llenar.

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Al Vicente lo he llamado, y con la reserva y precaución necesarias le he examinado y contesta a mis preguntas que dicho pasaporte lo llevaba su hermano en el bolsillo y que el se vino repentinamente y se quedó dicho su hermano con él; de todo insisto que el pasaporte que V. se ha reservado y cuyo testimonio con el oficio que le acompaña queda en mi poder es el mismo que yo expedí; sin tener otra cosa que exponer en contestación a dicho su oficio.” 

Al final todo fue un malentendido, pero que nos pone en antecedentes sobre las relaciones entre los pueblos vecinos y las actividades comerciales en la época.

Uno de los sucesos más estudiados en la historia de Tomelloso es sin duda la llamada Revolución de los Consumos, que tuvo lugar en la localidad el el 2 de Julio de 1876. Fue una rebelión popular y sangrienta contra los consignatarios del arbitrio de consumos y de rechazo contra las autoridades.

Tal y como los relata el escritor tomellosero Francisco Navarro (conocido como “gasolinero”), apoyándose en la descripción hecha por García Pavón, los hechos ocurrieron de las siguiente manera:

En 1874 un fuerte pedrisco acabó con la cosecha y en 1875 una plaga de langosta asoló el campo tomellosero. Ante esta situación el ayuntamiento solicitó diversas moratorias sobre las contribuciones, pero el gobierno las fue rechazando.

La situación era dramática. Ante la ruina, el Ayuntamiento subasta los consumos para el año de 1876, pero nadie quiere hacer cargo de los mismos por lo complicado que era su cobro ante la situación de la población. Al final se hizo cargo de los mismo Tiburcio Peinado y mando a los consumistas a “sacar cuanto hubiera, hasta debajo de las camas” para hacer frente al pago de las deudas. La gente se hartó y así el dos de julio del año de mil ochocientos setenta y seis, “a la hora de misa mayor, cada uno por su cuenta, llegamos a la plaza armados con lo que pudimos encontrar. Todos a una principiamos a vocear y a ir hacía la Casa Carnecería donde se encerraron los consumistas y desde el balcón empezaron a disparar, matando a Picalé a Chichaca y a Calzón e hiriendo a un montón.

Asaltamos la Casa Carnecería y las Casas Consistoriales. Algunos de los consumistas se escondieron en el vano del cielo raso, pero los cogimos y les dimos los suyo. Otros se fueron a esconder a la casa de los Peinado. Se metieron en la cueva creyéndose a salvo, pero echamos trapos, paja y leña ardiendo por la lumbrera. Tuvieron que reventar las tinajas para no quemarse, que no hubiera sido malo, Peinado huyó del pueblo. Quemamos todos los papeles del Ayuntamiento: sin recibos no nos podrían cobrar.

Y al final, llegaron los soldados de Manzanares a la una de la madrugada. Lo de ayer parece que fuera hace doscientos años. Aquí me tienen, apuntándome, sin mirarme siquiera a la cara”.

Quizá uno de los hechos más relevantes de la historia de la localidad tomellosera sucedió al poco de iniciarse el siglo XX. Así el 18 de febrero de 1901 hubo una serie de robos en Tomelloso, en concreto en las casas de doña Ramona Díaz, conocida como “La Cascarilla”, y de su hijo Indalecio Perales Díaz. Debido a sospechas sin fundamento, fueron detenidos tres vecinos de la localidad: José Cruz Peinado Herreros, Francisco Eladio Cobo Lara y Juan Cobo Martínez. El 8 de noviembre fueron procesados y condenados a tres años de prisión en el penal de Ceuta.

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Sin embargo, el 1 de Abril de 1902, confesaron el delito los verdaderos ladrones: Indalecio García (de mote “Gorge”), Agustín Peinado (de mote “Cañamón”) y Manuel Bascuñana (de mote “Comeperros”). Pero la burocracia judicial no solucionaba el entuerto y así en mayo de 1903 el Ayuntamiento reclama contundentemente el indulto a los inocentes, era el alcalde don Bonifacio Espinosa. Seis meses después nada se había arreglado por lo que el Consistorio tomellosero acordó costear por su cuenta una revisión del proceso judicial.

Finalmente el 1 de Diciembre de 1904 se notifica que las personas apresadas por el error judicial habían sido puestas en libertad, casi cuatro años después de sucedido el hecho delictivo. Ante la noticia se agradeció el apoyo de cargos oficiales de la zona como el Conde de las Cabezuelas, don Segismundo Moret (ministro liberal que llegara a Presidente del Consejo de Ministros de España), don Melquíades Álvarez (líder del Partido Republicano Liberal Democrático)… Se decidió hacer una suscripción popular para ayudar a los tres presos en su regreso a Tomelloso y se decidió recibirles con música y repique de campanas.

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La prensa se hizo eco del recibimiento de los injustamente condenados. Así, el periódico “El Gráfico” el Jueves 22 de Diciembre de 1904 nos muestra la presente columna:

El 20 de Septiembre de 1906, el periódico “El Porvenir” contaba, con algún que otro apunte irónico” este dramático suceso:

“ Un marido indignado persiguió a su otra mitad en Tomelloso, armado de un hacha con la que derribó la puerta de la casa de un vecino en la que la mujer se había refugiado, emprendiéndola a golpes al mismo tiempo con cuantos quisieron evitar el escándalo.

Al fin fue calmado por la policía que no pudo evitar sin embargo una herida en la cabeza producida a la mujer por su cariñoso esposo”.

Unos días después, el 25 de septiembre de 1906, el mismo diario comenta, sin más detalles, la siguiente noticia:

“Dos jornaleros que amistosamente estuvieron en Tomelloso en los toros juntos, se separaron a la salida marchando cada uno a su casa, pero poco después uno de ellos, provisto de una pistola del 15, se dirigió a la de su amigo y habiéndolo encontrado a corta distancia de su domicilio le disparó dos tiros, uno en la frente y otro en el pecho que le causaron la muerte instantáneamente.

Parece ser que el móvil de este crimen no es otro que el débito de unas cuantas pesetas”

Pero sin duda el hecho más macabro fue relatado por El Porvenir el 16 de Octubre de 1906. La historia es increíble y desgarradora y sin duda provocó una gran conmoción en la sociedad tomellosera de principios del siglo XX.

Según un artículo periodístico firmado por el corresponsal de este diario en Tomelloso, Eloy Ruiz, y que relata un acontecimiento vivido de primera mano por él: “encontró en el camino que conduce al cementerio de Tomelloso a un hombre de pobre y afligido aspecto que llevaba curiosamente en los brazos un abultado envoltorio. Movido a curiosidad el Sr. Ruíz se aproximó a aquel y vio con sorpresa y lástima que conducía un niña muerta”.

La explicación del hombre que portaba tan tétrico equipaje fue desgarradora: “Señor, yo soy un pobre jornalero que he venido de mi pueblo a éste con el fin de trabajar en las faenas de la vendimia; en las viñas donde trabajaba cayó enferma esta hija mía; la traje al pueblo para pedir auxilio al Ayuntamiento, él que me proporcionó médico y botica gratis, a los pocos días murió mi hija; en el Juzgado me dieron la autorización correspondiente para enterrarla y con ella me fui a la iglesia y expuse al sacristán mi situación, diciéndole que quería enterrar a mi hija aquella misma tarde por haber transcurrido el plazo preciso para el entierro desde su muerte; el sacristán me contestó que volviese al día siguiente después de misa mayor a la puerta de la iglesia, llevando a mi hija en los brazo y que entonces se enterraría; yo le indiqué mi imposibilidad de esperar a otro a otro día por tener que irme al campo a trabajar so pena de dejar sin comer a mis otros hijos, y entonces el sacristán me respondió que si no podía esperar, me fuese por la orilla de pueblo con la muerta en brazos y la enterrase yo mismo, que es lo que me he decidido a hacer obligado por la necesidad”.

La crítica, como es lógico, del corresponsal hacia el sacristán fue feroz en el documento periodístico instando a un “correctivo severo” por parte del párroco de la iglesia a su sacristán por su “proceder inhumano”.

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A veces la aparición de Tomelloso en las noticias de sucesos es de forma puramente anecdótica. Así ocurrió en el famoso caso acaecido en España en 1907, donde unos individuos realizaron una estafa al Banco de España en Madrid mediante la falsificación de varios cheques. Uno de los detenidos, Vicente Pérez Cuesta, trabajador del propio Banco en su sección de Cuentas Corrientes, compinche en la estafa, para no estar en la oficina en el momento del delito se encontraba disfrutando de un permiso que había solicitado “para ir a visitar a unos amigos de Tomelloso”. La coartada no le sirvió de nada y él, junto con otros dos implicados, fue llevado a la cárcel.

El lunes 22 de Agosto de 1910 toda la empresa nacional se hace eco de un acontecimiento ocurrido en Tomelloso. Tanto el periódico ABC como La Vanguardia informan que “el vecino de Tomelloso Patricio Pedro, que tenía celos de su mujer, disparó sobre ésta dos tiros, hiriéndola levemente. Después de realizada la agresión huyó al monte y se ahorcó, colgándose de un árbol. El juzgado de Argamasilla de Alba y el de Tomelloso practican diligencias”.

De los sucesos acaecidos en el pasado siglo XX tenemos los recuerdos de nuestros mayores, muchos de los cuales se encuentran relatados en obras literarias y estudios más o menos históricos de escritores de la localidad: la caída del balcón del ayuntamiento mientras se entregaba los trofeos por una carrera ciclista, los trágicos sucesos acaecidos en el pueblo durante la fraticida Guerra Civil, accidentes aciagos, deplorables crímenes, …De muchos de estos sucedidos se hace eco García Pavón en sus cuentos, relatos y, por supuesto, las inigualables historias de Plinio y Don Lotario, así como otros pasajes descrito en libros como “Luces del tiempo en Tomelloso” de Pablo Ortiz Perona.

Tras la Guerra Civil, y por tantas razones, no encontramos en nuestro país con un conglomerado de pueblos muy rurales que mantenían intactas las añejas costumbres de una vida rústica, casi primaria y tosca. Superstición, peculiares formas de relaciones personales, normas no escritas pero respetadas… todo un cúmulo de circunstancias que hacen imprevisible el devenir de sus gentes.

Es la llamada “España Profunda”, que incluso hoy cuando presumimos de destacar la España Moderna, esa “España Negra” se esfuerza en persistir y de vez en cuando, dar señales de vida…

El reflejo de aquella sociedad fue la aparición de el semanario “El Caso” que fue un periódico de ámbito español especializado sobre noticias de sucesos, cuyo primer ejemplar apareció el 11 de mayo de 1952, y que hasta su cierre en 1987 se caracterizó por relatar en sus páginas los crímenes y episodios trágicos más desagradables y escandalosos de la sociedad española de la posguerra.

Como ejemplo de un suceso de aquellos tiempos, donde se observan los factores sociales más característicos que envolvían muchos de los crímenes de unas décadas oscuras de la sociedad española, lo tenemos en el relato del tomellosero José María Arcos Funes (graduado en Arte Dramático por la Real Escuela Superior de Arte Dramático, Profesor en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Castilla La Mancha, Diputado Provincial, Delegado Provincial de diferentes consejerías, …), nacido en Tomelloso en 1956 y titulado “Muerte en el camino”

En este relato nos narra el drama que sucede cuando dos tomelloseros, Agustín Moreno González “el Chaval” y Francisco Martínez López Migas”, tras terminar sus faenas en el campo y junto a su mujer e hijas en los carros coincidieron en el “camino hondo” a unos tres kilómetros de Tomelloso en el paraje de “Miguelillo”.  Cuando             ambos los carruajes se encontraban a unos cien metros de distancia y en sentidos opuestos, y como en el camino por aquel lugar ofrecía graves dificultades para el cruce de ambos se inició una discusión entre ambos hombres por ver quien tenía preferencia y quien debía de apartarse del camino aun a riesgo de volcar la carga.

La disputa cogió tintes cada vez más violentos y todo acabó con una escopeta y un disparo de perdigones que provocó la muerte de uno de ellos.

Unos días después constituido el Juzgado Municipal de Tomelloso” se condenó al asesino a la pena de “catorce años, ocho meses y un día de reclusión temporal”.

Siglos de historia, jalonados con multitud de altercados, como corresponde a la naturaleza humana. La sociedad se va transformando y los sucesos pueden variar en su forma aunque los trasfondos suelen ser siempre los mismos, y el tema económico y la necesidad de subsistencia del ser humano es, evidentemente, uno de ellos. Hemos visto algunas incidencias en los siglos anteriores donde la razón era la explotación de los recursos naturales que ofrecía el entorno (montes y sembrados), accidentes con galeras y otras monturas, percances en los caminos donde se desplazaban los habitantes del momento,…

Ahora los tiempos han cambiado, y las formas de vida económica han variado considerablemente por lo que la forma de las desgracias actuales pueden diferir mucho de las relatadas anteriormente (los accidentes ya no son de carros sino de automóviles, ya no vuelcan las galeras sino que los accidentes son en fábricas y obras, ya los ladrones y asesinos no esperan escondidos en los caminos sino que sus fechorías son realizadas en la misma población,…).

Como último suceso del presente estudio, uno muy cercano en el tiempo y que sirve de argumento al cambiar de los tiempos y costumbres en Tomelloso a lo largo del tiempo.

Se trata de la muerte de un tomellosero al explotar un depósito de alcohol en una bodega. Se trataba de Laureano Cañas, un obrero de 38 años que desarrollaba su actividad laboral en las Destilerías y Bodegas Osborne, situadas al final de la calle del Campo de la localidad.

Del suceso, ocurrido el 31 de Julio de 2007, se hizo eco toda la prensa regional y nacional. Así extraído de la edición digital del periódico regional Lanza, podemos observar los dramáticos detalles de éste fatal accidente laboral. 

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Para dar más tintes dramáticos al suceso, agencias tan prestigiosas como Europa Press daban nuevos detalles como que “… Este hombre fue ingresado en la Unidad de Grandes Quemados del Hospital madrileño de Getafe, a la que se habían desplazado sus familiares, su mujer, embarazada de cinco meses y sus padres, de avanzada edad”.

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