Mi voz con otras, en el coro, suena.
Sola mi voz no alcanza a tus oídos.
………………
Hay una
asignatura que no se cursa en universidades.
Se llama humor. Solo hay autodidactas.
………………..
Según el Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua, “dar en el clavo” es “Acertar en lo que se hace o dice, especialmente cuando es dudosa la resolución.”
Y “Una
en el clavo y ciento en la herradura” es una frase figurada y familiar que
significa “acertar por casualidad, equivocarse a menudo”.
También Jesús, el veterinario,
colega de don Lotario, me contó una anécdota parlamentaria referida a esta última
frase. No la he visto recogida en ningún libro de de los que tratan de estas
cuestiones ni se la oído a nadie más. Parece ser que tuvo lugar entre Diputados
de la segunda República española.
Debatían en Las Cortes sobre algún tema, no sé si de de la
reforma agraria o de algún otro asunto agropecuario. Había intervenido un diputado
que, según contaba, era colega suyo, veterinario de profesión y, por tanto,
conocedor de mulas, burros y demás acémilas,
a los que habría curado y herrado en múltiples ocasiones, poniéndoles el acial
en el hocico. Tras una intervención suya, le tocó el turno a otro diputado para darle la
réplica. Tomó la palabra y no se le ocurrió otra forma de comenzar su
parlamento que pronunciando la conocida frase: “Su señoría ha dado una el clavo y ciento en la herradura”. El diputado-albéitar,
saltó como un muelle, sin esperar a que le concedieran la palabra,
replicándole: “porque su señoría no se
estaba quieto.”
Viniendo de una tarea rústica, ¡qué forma tan fina, atinada y sutil de llamar a alguien
caballería!
La anécdota parlamentaria, de ser cierta, resulta que no era
tan original como creía (nihil novum sub
sole), pues he encontrado, en el “Almanaque
de los chistes”, nada menos que para el año 1869, la misma anécdota,
aunque referida a dos frailes. La trascribo literalmente:
“Un religioso agustino
defendía unas conclusiones, y como le arguyera un jesuita muy discreto, se
acaloraron en el curso de la discusión, y dijo el agustino desde su cátedra:
— Mire, padre Timoteo,
que da una en el clavo y ciento en la herradura.
— La culpa es de
vuestra reverencia, padre maestro, le contestó el jesuita. ,
— ¿Por qué?
— Porque no tiene el
pié quedo.”
De estilo parecido es la siguiente, también encontrada en ese
periódico humorístico:
“Caracoleando sobre un
hermoso alazán, iba un capitán de la guardia real por el mismo camino en que venía
el cura de un pueblo cabalgando en su humilde pollino, y al pasar por delante
de él, queriendo el oficial dar una broma picante al padre, le dijo con burlona
sonrisa:
— ¿Cómo va el burro, padre cura?
-- A caballo, señor
capitán, á caballo, le contestó con alegre semblante, dejando corrido al
oficial.”
Pues que de herraduras vamos, vaya este epigrama de Manuel del Palacio, al que Clarín clasificó
como medio poeta:
“Ayer se encontró un
clavo
mi amigo Lucas.
¿Sí se le irán cayendo
las herraduras?”
Y metidos en la harina
de las ingeniosas respuestas es conocida la anécdota, entre las múltiples atribuidas a Benavente,
en la que la presidenta de una asociación de damas le solicitó una conferencia
para el día siguiente.
-Tenga en cuenta, que
de hoy a mañana no es posible preparar
lo que me solicita.
-Pero su ingenio y sus
conocimientos son inagotables, don Jacinto, insistió la dama.
- Gracias, pero a pesar
de ello, señora, yo no doy conferencias a tontas y a locas.
Para cerrar, como
tapa, este versete que no viniendo a
cuento, ni gozando del ingenio de los autores de las anécdotas, un día se me ocurrió:
Las páginas
del libro,
cansadas de
estar juntas,
acarician mis
dedos
y en vez de
responder,
me
formulan preguntas.
…………..
Madrid, en los idus de marzo del
2021
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