Opinión

Nunca olvidaré el 18 de marzo

Francisco Navarro | Jueves, 18 de Marzo del 2021
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Una buena amiga, Gema Molina, me recomendó el lunes que me diese permiso para llorar. Es muy importante, me dijo. Además, me aconsejó que me rodease bien. La única manera de hacer frente a la que a un servidor se le viene hoy encima es esa, la compañía de las personas que, de una forma u otra nos quieren —la pena son las injustas faltas—. Y es que, desde hace unos días los sentimientos se agolpan en el magín y hoy 18 de marzo, han estallado. Hace un año, mientras las desiertas calles de Tomelloso eran desinfectadas, comenzaba mi odisea contra la Covid. Este mismo día, en una trágica coincidencia, mi hermano Jesús Emilio habría cumplido 53 años.

El frío ha vuelto, como una hipérbole de una jornada de malos recuerdos, añadiéndole (si fuese posible), aún más tristeza. A pesar del sol, se nota la anunciada bajada de las temperaturas; el ánimo también se enfría. Hoy también han regresado los titulares con los que los grandes medios agreden a Tomelloso. En una suerte de “memento mori”, el “recuerda que eres mortal” de los romanos, un gran digital nacional evoca el injusto epíteto que nos colocaron en lo más duro de la pandemia “el Wuhan de La Mancha”. Tras la hercúlea lucha de los tomelloseros por salir del pozo (y haberlo conseguido) nadie nos llama “la Australia de La Mancha”. Los sambenitos venden más, como hemos podido comprobar en carne propia.

Ya ha pasado un año y todavía las noticias de la pandemia siguen ocupando la mayor parte de los noticiarios, quién nos lo iba a decir. Doce meses después el virus sigue haciendo de las suyas. Nunca podremos olvidar en Tomelloso aquellos tristes días de marzo y abril en los que 300 de nuestros convecinos perdieron la vida. Días de calles vacías y redes sociales henchidas de mensajes, gritos de dolor y textos de ánimo en muchos casos, pero no faltaron quienes se dedicaron a sacar tajada. Escribí que, a pesar del sol, recuerdo esos días con una luz apagada, mortecina y ocre, como la Gran Vía de Antonio López.

Hoy hace un año que empezó mi batalla con el coronavirus, que la muerte me gritó al oído que la siguiese. Afortunadamente viví para contarla, gracias a Dios y, sobre todo, al esfuerzo del personal del Hospital de Tomelloso puedo recordar aquello. Nunca olvidaré que el 18 de marzo de 2020 me ingresaron con Covid. Tampoco que este día mi hermano, injustamente fallecido, habría cumplido años. Ese recuerdo indeleble, sobre todo de las caras (de los ojos) de quienes me atendieron y de los que perdieron la vida me hacen gritar que no bajemos la guardia

Hoy, insisto, es para este que escribe —como para tantos— un día de sentimientos a flor de piel, de recuerdos complicados, de lágrimas contenidas y de suspiros. 

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