Opinión

La política y el imperio de las medias verdades

Fermín Gassol Peco | Lunes, 22 de Marzo del 2021
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Engullimos de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga.” Diderot

Todos sabemos que en política se miente sobre todo en el imperio de las medias verdades o verdades a medias, proclamadas un día tras otro, lo cual como principio es algo que nos debería hacer temblar aunque sea una realidad descontada y por lo tanto nada nueva.

Sin embargo, como en todos aquellos lugares donde la mentira campea y la verdad escasea, también en política existen muchos grados siempre calibradas por sus consecuencias. Las hay nimias e intrascendentes, sin vocación de ir más allá, encerrando peleas de cuerpo a cuerpo provincianas y domésticas a lo sumo autonómicas, cosa por otra parte y hasta cierto punto comprensible que al contrario sería algo así como un expectante partido que termina sin goles; pero las hay de tantísimo calado que pueden dar con el final de una verdad irrefutable, básica y fundamental para el futuro, de determinados estamentos y organizaciones legítimamente y democráticamente establecidas, también de la humanidad. Por eso solo el enemigo tiene derecho a mentir, que diría Lenin cuando hablaba de la mentira como un arma esencial para hacer triunfar las revoluciones.

Unas mentiras repetidas una y mil veces en colegios, escuelas, universidades e iglesias, que como dijera el dirigente nazi Goebbels, han acabado a fuerza de repetirlas, en verdades incontestables.

Y es que la mentira en política siempre ha tenido unos beneficiarios concretos y conocidos, cuestión evidente, algo que por otra parte responde a una inmoralidad que podríamos subjetivar de lógica porque está al servicio de unos determinados intereses por supuesto que ilegítimos; sin embargo mucho más preocupante es la mentira que cala por ignorancia, desconocimiento o desinterés. Esta es mucho más indeterminada, ciega y por lo tanto más difícil de combatir.

Y en este auténtico jardín creo que es en el que nos encontramos para nuestra desgracia. Una consecuencia de la falta de interés de esta sociedad construida a base frivolidad y prisas, donde el saber es algo inútil y la imagen única fuente de información para el gran público. Una sociedad de invernadero, nutrida día a día en la ingesta de basura informativa visual, política y no política y que está construyendo su futuro es cuestiones tangenciales en lugar de hacerlo sobre valores profundamente humanos no digamos ya trascendentes que a la postres se identifican pese a quien pese.

Lo más pernicioso de todo esto acaba siendo de una parte el descrédito hacia el sistema y de otro la misma calidad de ese sistema que es sal para la sociedad, que en esto consiste la democracia; y si la sal se vuelve sosa…quién la salará?

Llegados a este punto de desfachatez política, creo que no estaría de más que en una sesión parlamentaria todos los portavoces de los grupos políticos subieran al estrado y entonaran un sincero mea culpa por los casos habidos en sus partidos donde la indecencia ha existido y cada cual en consonancia con los cometidos.

Al menos, la ciudadanía a la vez que contribuyentes,nos iríamos esa noche a dormir con la sensación de que por una y a la vez los políticos se han acordado de nosotros demostrándonos también algo de respeto.

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