Las
primeras veces que oí decir “Quedó como Cagancho en Almagro” me preguntaba: ¿Fue
un personaje real, o imaginario? Si fue
un personaje real, ¿Quién fue Cagancho? ¿Un actor de comedias que actuó en el
famoso Corral de la ciudad manchega? ¿Un torero que toreó en su plaza? ¿Cuándo
vivió? ¿De dónde proviene esa frase? ¿Cómo se popularizó y por qué?
Sin
duda no hace referencia al mítico caballo de rejoneo de ese nombre que tanta
gloria dio a su propietario, Pablo de Hermoso de Mendoza, a finales del siglo
pasado.
Descubrí
que Cagancho fue un personaje real. Era el apodo familiar de Joaquín Rodríguez,
homónimo del diestro “Costillares”, pero de segundo apellido Ortega, nacido en Sevilla, en el barrio de Triana, el 17 de
febrero de 1903. Gitano, hijo de una cigarrera y un herrero y nieto de un
cantaor de flamenco.
Respecto del apodo se han dado
muchas y variadas versiones. Las
malolientes de la prensa taurina catalana, (entre otros escritos: “Porque, vamos, francamente, / ese apodo
impertinente/ es una ofensa al olfato, / por lo nuevo y maloliente, / no le
cuadra dignamente / a un artista de boato.” ). Las de que sus antepasados herreros hacían ganchos para las romanas: “Ca gancho a dos reales”. La de que
vendían ropa en mercadillos: “A real ca
gancho”. Y la más extendida, más
amable y lírica, de que se lo pusieron a su
abuelo el cantaor, en su juventud, porque entonaba como un pájaro de
Huelva, el “cagancho”, que canta de
maravilla.
Primo de Francisco Vega de los
Reyes, Curro Puya, el primer “Gitanillo de Triana”, al que en 1931, vestido de ceniza y oro, quitó la vida el toro Fandanguero
en Madrid.
Aquel Cagancho, gitano de ojos
verdes, se
dedicó al arte del toreo debutando en público en 1923,
en San Fernando (Cádiz), con novillos de Bohórquez. Un año después, el 25 de julio de 1924, hizo la presentación
oficial ante sus paisanos en la Real Maestranza de Sevilla, en el transcurso de una modesta
novillada nocturna. En Las Ventas lo
hizo el 5 de agosto de 1926, con novillos del marqués de Villamarta,
cosechando un éxito rotundo. Tomó la alternativa
el 17 de abril de 1927, en la plaza de Murcia siendo su padrino Rafael
el Gallo con el Toro "Orejillo", de la ganadería de Carmen de Federico,
inaugurando ya el escándalo.
Entonces
se escribió: “Ya es Cagancho matador, / que el Gallo le dio cartel, / y ya da en el
redondel / el cañí, como orador, / el mitin mejor que aquél. / ¿Qué va a ser de
este gitano?/ ¿será abismo, cumbre o llano?/ Nadie lo sabe de fijo; / hoy por
hoy es un arcano, / mejor dicho: un acertijo.”
Confirmó la
alternativa en Madrid, el 22 de
junio de ese año, teniendo como padrino
a Valencia II y de testigo a Lalanda, con el toro "Naranjo", de María
Montalvo. En esa temporada toreó 46 corridas en España con desigual
fortuna y 10 en México. El día 7 de mayo de 1931, en el coso de la Villa y
Corte, nueve años después de que en ella
muriera Granero, caía herido de gravedad por un
toro de Alipio Pérez-Tabernero, que le infirió dos cornadas, una en cada
muslo, no pudiendo volver a hacer el paseíllo hasta el día 2 de agosto en que reapareció en Cádiz. En la temporada de 1934,
el 21 de octubre, participó en la corrida oficial de
inauguración de Las Ventas (Madrid),
alternando con Belmonte y Lalanda,
obteniendo un gran triunfo y saliendo a hombros según nos cuenta Gregorio Corrochano en su crónica
de ABC del 23 de octubre. En la de 1935
torea 30 corridas en España, lidiando otras en América, interrumpiendo la guerra su
trayectoria taurina.
Y en las fiestas de Tomelloso de
septiembre de 1933, como nos informa en este periódico (25 de marzo de 2021)
Ángel Martín-Fontecha , el día 12, torearía nuestro Cagancho, mano a mano,
con Manolo Bienvenida, ganado de Domecq, ofreciendo un espectáculo, síntesis de
su estilo: “dos avisos en su primer toro, [y] terminó su actuación entre
ovaciones y aplausos”. Por nuestra
cuenta hemos encontrado que volvió a torear en la feria tomellosera de 1935, el
11 de septiembre, toros de Santa Coloma, en sustitución a El Estudiante,
alternando con Armillita y Curro Caro. En el primero, a pesar de realizar una
“faena valentona”, cosechó pitos al matar de una estocada y tres descabellos,
resarciéndose en el cuarto al que muleteó “adornado”, obteniendo ovación y
oreja, aunque resultaría eclipsado por la gran faena de Curro Caro al tercero
que vio premiada con dos orejas, rabo y vueltas. (La Libertad - Año XVII Número
4820 - 1935 septiembre 12 (12/09/1935), p. 4.)
Cagancho llegó a ser uno de los
ídolos de la afición mejicana donde desde 1953 se quedó residiendo. Allí, llegó a cortar ocho rabos entre los
años 1932 y 1936. En
la plaza del Toreo de México, D.F., el 27 de diciembre de 1931 en corrida a
beneficio de la Asociación de la Prensa toreó con Vicente Barrera, Fermín Espinosa, Armillita
Chico y Alberto Balderas, toros de Zotoluca.
Se otorgaban la "Medalla del Arte " y la "Medalla del
Valor". En el quinto toro hizo enloquecer al público con una faena tan
sublime y pródiga en bellezas que, luego de pinchar una vez y dejar un volapié
de perfecta ejecución, produjo el delirio; le concedieran las orejas y el rabo
y por unánime aclamación la "Medalla del Arte". La del Valor fue para Vicente Barrera.
Santainés relata que lo vio torear en la
Monumental de Barcelona el 7 de junio de 1942, donde hizo una magistral
faena pero que un espectador
comentó: “¡Qué buen toro le ha
tocado a este torero!”, a lo que Pepe Berard, gran amigo de Cagancho respondió: “¡Que buen torero le ha tocado a ese toro!”.
Protagonizó varias películas: Pasión gitana (Díaz Morales, 1945), Los amores de un torero (1945), ambas con Carmen Amaya y Ángel Garasa y trabajo en Santos el magnífico (Budd Boetticher, 1955) junto a Antoni Quin.
Volvió a España, casi a escondidas, en los años 60. Decía que no quería
que lo vieran viejo todas las mujeres que le amaron.
En
México, una vez retirado pasó apuros económicos. El presidente de la República,
López Mateos, le nombró consejero de Gobierno para poder pagarle un sueldo a
final de mes. En una reunión el consejero de Economía, celoso por el trato de
favor hacia el torero, le preguntó en público: «Maestro, ¿sabe usted inglés?», a lo que Cagancho respondió con
total tranquilidad: "Ni Dios lo permita".
Falleció
en la capital de Méjico el 1 de enero de
1984, a los 81 años, víctima de un cancer
de pulmón, habiendo alternado con todas las figuras de las distintas épocas taurinas
que se sucedieron durante su larga vida profesional, desde
Belmonte hasta Aparicio y Litri,
a quienes dio la alternativa.
Como
otros toreros gitanos, (Rafael Gómez “El Gallo”, famoso por sus espantás, Gitanillo de Triana, Curro
Romero, Rafael de Paula), fue capaz en los ruedos, de lo más alto y de lo más bajo. La superstición en
un oficio como el del toreo en el que está en juego la vida, ha influido
enormemente en estos toreros artistas capaces de imprimir a su oficio la magia
de su raza, el sentimiento y la emoción irracionales, lo más exquisito, lo más
genial y lo más heroico, frente a lo más burdo, lo más torpe y lo más
cobarde.
Capaces, unas veces, de interpretar, como escribiera Bergamín, la
más maravillosa “música callada, su música para los ojos” o de provocar, otras,
los más estridentes silbidos y las más
sonoras y horrísonas broncas, según las sensaciones que el toro les
transmitía o creían percibir. Simplemente un “me miró mal”, era suficiente para
sembrar en ellos el pánico.
“Con suma facilidad
pasaba de la sublimación de un arte exquisito al fracaso más grotesco, de las
cumbres más insospechadas al más profundo abismo”
escribió de él Antonio Santainés Cirés.
Ya
sabemos quién fue Cagancho, pero ¿qué
significa la frase y de dónde viene?
“Quedar como Cagancho en Almagro” es quedar fatal a la vista de
todo el público porque así quedó Cagancho en agosto de 1927, el día 25, en la plaza de Almagro. Formaba terna con
Antonio Márquez y Manuel del Pozo, Rayito.
Eran los toros de la ganadería de Pérez Tabernero. Como nos cuenta J. de la Morena, en el tercero, primero
de los suyos, salió a hacer un quite; el toro le desarmó, haciendo volar la
capa y el maestro salió corriendo hacia
la barrera. Ahí empezó la bronca. Con la muleta estuvo distante y cobarde. A la
mínima que el toro le miraba, echaba a correr. Pinchó al toro en el cuello, y
después en el brazuelo, pinchó nueve
veces más y entró a descabellar cinco. Su segundo toro, el sexto de la tarde,
en la suerte de varas, mató a varios caballos. En el último tercio, cuentan que sacó una muleta
descomunal y comenzó a torear con el pico de la tela. En uno de los pases, le largó un espadazo en
el vientre, y luego otro. El toro lo miró mal, así que el torero tiró los
trastos y repitió la suerte del tercer toro: corriendo hacia la barrera. Y, una
vez dentro, como el toro se le acercase, le pinchó de nuevo. El tercer aviso,
sonó mientras Cagancho seguía intentando matar al animal sin salir de la
barrera. Lo hacía pinchándole en los costados, en los brazuelos, en cualquier
lugar. Aquellos de los subalternos que se atrevían a saltar a la arena lo
hacían con sus espadas debajo de las
capas, se acercaban al toro y le pinchaban también alevosamente, en
cualquier parte. Estaba el toro vivo, y el ruedo ya comenzaba a llenarse de
espectadores que, habían saltado a la
arena. Las gentes comenzaron a perseguir
a Cagancho, el cual intentó, con la espada en la mano, salir de la plaza. Se
dice que un espectador le agarró del cuello y, arrojándole en dirección
contraria, le gritó: ‑¡Al toro, coño! ¡Cobarde!- Y allí estaba Cagancho, en
medio de un ruedo lleno de gente que le rodeaba para darle una paliza;
mientras, el toro vivo, sangrando por sus mil heridas, soltaba tornillazos llevándose a la gente por delante. Entonces
cargó un destacamento de Caballería que
se encontraba allí reforzando a la Guardia Civil. A caballo consiguieron despejar
el anillo. Ocho guardias civiles rodearon a Cagancho y lo sacaron de la plaza,
entre una lluvia de todo tipo de objetos.
El fracaso de Cagancho en
Almagro era, se decía, la bronca más
gorda ocurrida jamás en un espectáculo público en España. La marcha del diestro
fue seguida de disturbios en la plaza y en los alrededores, que motivaron que
las fuerzas del orden llegaran a cargar a caballo.
Almagro, aquella tarde, fue una batalla campal
tan fuerte, que quedó en la memoria de los españoles, para los cuales «quedar
como Cagancho en Almagro» pasó a ser el símbolo de un fracaso absoluto.
Cagancho, todavía vestido de luces, refugiado en el salón de actos del
Ayuntamiento de Almagro, custodiado por la guardia civil para que el personal
que estaba en la calle no lo matase, se dice que comentaba: “Así es la vida. Yo quería quedar bien, pero
lo que no pue zé, no pue zé.”
Uno de sus subalternos se quejaba a la guardia civil. –“¿A usted le parece lógico que a éste [por Cagancho] lo quieran meter en la cárcel por no haber
matado un toro y a nosotros nos quieran hacer lo mismo por matarlo?
Con bastante
detalle, pero con moderación, el anónimo cronista del Diario ABC del día 26 de
agosto de 1927 contaba que en el tercero, ”Colorao,
bragao y recogido de cuernos, ….Entre una bronca, da un pinchazo echándose
fuera descaradamente; otro igual; otro, (Monumental bronca.) Otro cuarteando
feamente; otro. (Gran escándalo.) Otra puñalada; cinco intentos de descabello
por Cagancho. (Enorme bronca.) Guerrilla apuñala al toro a la primera.”
Y en el sexto, “grande y con buenas defensas”
escribe: “De salida siembra el pánico
entre la torería. Cagancho huye, y el público protesta ruidosamente…La faena de
este torero incomprensible es un espectáculo lamentable. Huye ante el toro,
pincha como puede y donde puede, agujereando al bicho por todas partes, presa
en todo momento de un pánico indescriptible. La bronca es ensordecedora. Suena un aviso y Cagancho,
harto de pinchar, toma la barrera e intenta marcharse. El público le apostrofa. Rayito descabella, y Cagancho es conducido a la cárcel en medio
de una gritería inenarrable. No puede darse nada más vergonzoso.”
Y al día
siguiente, informaba que salieron de la cárcel tras pagar las multas de 500 y
250 pesetas que les impuso el Gobernador a él y a su cuadrilla, ya que “Por evitar
un perjuicio a la empresa de Almería, capital donde torea hoy Gagancho,
el gobernador no quiso que estuviesen detenidos, pues de lo contrario hubiesen
estado más tiempo” Y concluía: “No se
recuerda otro escándalo mayor que el de ayer, y si a Cagancho no lo protege la
Guardia Civil, la multitud, enfurecida, por la frescura inaudita del diestro,
lo hubiera linchado. No obstante, Cagancho recibió algunos golpes.”
El episodio de Almagro,
no fue único ni casualidad.
Ya en
la tarde en que tomó la alternativa, el
17 de abril de 1927, en la plaza de Murcia, había inaugurado el escándalo.
La reseña del día después en el periódico “Levante Agrario”, entre otras
cosas, decía que “Cagancho, de blanco y oro, con alamares, nos demostró que
ni es torero, ni tiene valor, ni sabe torear. No hizo nada. En los quites…
abroncado por el público. En el segundo toro dio media verónica superior, pero
nada más. A las 5’12 (hora oficial) fue hecho matador de toros. El toro se llamaba
“Orejillo”, era negro bragao y calcetero, y ostentaba el número 205. Empieza el
neófito con precauciones con ayudados por bajo, movidos, sin mandar nada
(pitos) más pases, huyendo en algunos, y media pescuecera echándose fuera
(bronca) acierta al segundo intento, y hay una buena pita”. La
lidia del sexto toro [que el
cronista califica como “pera en dulce”] fue una continua pita a Cagancho, con gritos
de ¡Que se vaya! ¡Que se vaya! En los quites salía de estampía a la barrera, y
así las cosas, tocan a matar y ¡la debacle!, pases por bajo a dos metros de
distancia, perdiendo varias veces la muleta y arreando a la barrera. iSi esto
es el día de su alternativa!, más adelante ¿qué será? ¡la karaba! El toro era
ideal, embistiendo cada vez que movía la muleta, y entrando franco, sin tirar
una cornada, y el espada huyendo, huyendo, huyendo… Un pinchazo en el cuello
saliendo de estampía, y media pescuecera. Pasa el tiempo. Más pases. Dos
intentos de descabello. Sigue pasando el tiempo, y la presidencia durmiendo, a
los 13 minutos le dan el primer aviso (bronca de las grandes) dos intentos más
y acierta.
Sale
de la plaza custodiado por la policía entre una bronca ensordecedora,
escuchando el diestro todas las frases que en estos casos se dicen. En un
automóvil va el torero custodiado con la secreta, y rodeado de guardias de
seguridad. No se atreve a tomar el tren en la estación y se va en auto,
protegido, hasta la estación de Alcantarilla, en donde toma el correo.”
Y en Caravaca, (Murcia), el 1 de mayo siguiente, ante una actuación
desastrosa, echándole los dos toros al corral, de nuevo, tuvo que salir
protegido por la fuerza pública.
Se había dejado un toro
vivo la tarde de su doctorado en Sevilla y los dos en la siguiente
corrida, aunque logró un éxito extraordinario
en Toledo el 8 de mayo de 1927. En aquella ocasión, realizó una faena
“inenarrable” al sexto toro de La Coquilla cortándole las dos orejas. Según Corrochano, "...la
muchedumbre se echó a la arena. Le estrujaron, le quitaron las zapatillas, se
le llevaban a pedazos, como un relicario. Intervinieron los guardias, siempre
los guardias, para que no le maten de rabia o para que no le deshagan de
entusiasmo y se le lleven a pedacitos como prenda de una tarde".
Confirmó la alternativa
en Madrid a los pocos días con muy buena acogida. Y es que, explicaba a su entorno, tras salir
de alguna plaza a almohadillazos: "De
cada 100 tardes, prefiero estar
una vez bien y 99 mal que 99 regular y una mal".
Junto al segundo
Gitanillo de Triana y a Joaquín Albaicín
formaban el cartel del arte, la terna
de los gitanos, que tuvo su mayor éxito en Vista Alegre (Madrid), repitiendo en
diversas plazas de España y Francia. En La Coruña, los tres finos toreros, con
una corrida de Miura para provocar el morbo como reclamo en taquilla, tuvieron
un estrepitoso fracaso. Pasó lo que tenía que
pasar. Clarito
tituló su crónica: “Tres gitanos engañan
a 8.000 gallegos".
Pero
Cagancho no solo provocó la ira de los aficionados en Almagro, actuaciones
parecidas ofreció en Calahorra y Zaragoza aquel mismo año de su alternativa. El cronista taurino aragonés de esta
feria de 1927, según nos cuenta Mariano García en “El
Heraldo”, en el articulo “Y Cagancho montó el escándalo en
Zaragoza”, publicado el 17
de octubre de
2009, escribía: ayer en
Zaragoza, tras una actuación de miedo, frescura e ignorancia incomprensibles,
toda la Guardia Civil de la provincia hubo de disponerse a custodiarle al
terminar la corrida para que no fuese víctima de las iras de un núcleo cargado
de razonada indignación. La ganadería era de Concha y Sierra y la actuación del
mismo tenor que en Almagro. En el
primero dio un pinchazo delantero y, después, una estocada atravesada.
Descabelló al sexto intento. El quinto de Concha y Sierra, era un berrendo,
buen mozo, cobardón y con pinta y hechos de buey. Le propinó una estocada
atravesada. Luego otra pescuecera, Otro pinchazo ignominioso. Sonó el primer
aviso. Otro pinchazo y dos intentos de descabello. Un pinchazo en el cuello,
cuando sonó el segundo aviso. Atizó otro pinchazo, y otro, y… Nueva
intervención de los peones, más pinchazos y… al corral.
Seguramente entre los improperios
que le dedicaran se oiría aquella frase de “no
le pinches más que la piel vale” porque parece que en estas ocasiones
Cagancho les dejaba el cuero como un acerico.
Por su lado, el decano del periodismo taurino
catalán,
Antonio Santainés Cirés, (1929-2014)
en su artículo “Joaquín Rodríguez Cagancho: centenario de su nacimiento”.
Anuario taurino 2003, nº 37. Asocoación de la Prensa de Madrid, pp. 60-63) escribe:
“Continúa la mala racha. A Zaragoza va a las corridas del Pilar. El 17 de octubre [de 1927] torea con Antonio Marquez y Gitanillo de Triana. Los toros son de Concha y Sierra. Ya el día antes al terminar su revista Don Indalecio decía: ".... Y esperemos mañana. Torea Cagancho. El billete que hemos sacado para verle, ¿Será un décimo premiado? "¡Que va! Cagancho ha estado fatal. Y en el quinto oyó los avisos reglamentarios y el sonar de los cencerros. El gitano pasó a la enfermería pero al certificar el doctor Pérez Serrano que no estaba lastimado, el presidente suspendió la lidia, obligándole a salir al ruedo. Anochecido, ya, Cagancho pudo salir de la enfermería de la plaza vestido de paisano en un automóvil, partiendo para Casetas para tomar el tren. A raíz de este suceso "La Voz de Aragón" de Zaragoza publicó una caricatura original de Teixi [Luis Teixidor Cortals] que representaba a un ratón en la cárcel, consultando un reloj y comentando con extrañeza: ¡Las ocho, y Cagancho sin venir!.” Chiste, que con la expresión “Que raro, las nueve y Cagancho sin venir”, se ha atribuido a Xaudaró como publicado en Blanco y Negro en los años 30. (Joaquín Vidal, Madrid - 02/01/1984, en EL PAIS). Reproducimos aquí el de Teixi tomado del artículo citado de Santainés.
También informa Manuel Ramírez, en
el ABC de Sevilla del día 14.7.1987, martes, pág. 56, que en la feria de abril
de 1929, en Sevilla, Cagancho estaba
anunciado para torear tres de las cinco tardes. La primera estuvo bastante mal.
La segunda provocó tal escándalo que tuvo que salir de la plaza protegido por
la fuerza pública. Ante tal situación el Gobernador Civil, temiendo que al día
siguiente se organizaran mayores desórdenes públicos ofició a la empresa
prohibiéndole que toreara.
Muchas tardes como las anteriores
debió vivir el torero. Muchas, debió salir escoltado por la Guardia civil y
muchas, visitar los calabozos por estos motivos. De ahí el mencionado chiste
gráfico y las coplas alusivas que se cantaban como la siguiente: “A
la puerta de la cárcel no me vengas a cantar, que está Cagancho dormido y lo
vas a despertar”. Tal era la
fama de que le echaran los toros al corral, de dejarselos vivos, que el
cronista taurino “Clarito” (Cesar Jalón Aragón, 1889-1985) en sus “Memorias de
Clarito” (1972), cuenta que Cagancho, desolado, acababa de comunicarle que había
muerto repentinamente el común amigo Sabino y como al apurar la taza de café, apareciera
éste, Clarito estalló: "Pero ¡maldita sea tu casta! ¿También a los amigos
te los dejas vivos?"
Pero no se gana fama solamente
por las malas tardes, y Cagancho, junto a muchas como las descritas, las tuvo
sublimes. Ya hemos hecho referencia a sus triunfos en Méjico y en España. Si
una plaza da nombre a un torero, esta es la de Las Ventas de Madrid, y en ella
cosechó Cagancho triunfos sonados. Parece ser que la de la presentación de
novillero el 5 de agosto de 1926, junto a Gitanillo de Triana y Enrique Torres,
con novillos del marqués de Villamarta, grandes, con pitones y arrobas, fue
memorable con verónicas calificadas de “enormes”, “inconmensurables”, etc. Por
cierto, el crítico taurino de ABC (E.P.), mencionaba a Joaquín Rodríguez y se
adscribía tácitamente a los críticos taurinos catalanes, pues decía, entre
paréntesis, de su sobrenombre que “el apodo de este torero no lo escribiré
jamás por respeto al lector”. De su gran triunfo, ha quedado, en contraposición al gran
fracaso en Almagro, la frase que a veces se oye, también, de “Quedar como Cagancho en Las Ventas”, para
indicar que se ha quedado muy bien. El gran crítico taurino Gregorio Corrochano
lo comparó en una de sus crónicas con una talla de Montañés. Escribe: "El gitano negro va vestido de
blanco. Pausadamente como un fantasma, se acerca al toro. Con el palillo de la
muleta y la espada hace una cruz y así se presenta a la multitud este hombre
seco como un cartujo, del color de la madera que eligiera para sus tallas, el
Montañés. Pasa el toro sin que el leño se mueva y hay en el tendido ruido de
apoteosis. La izquierda mano, huesuda o leñosa, asoma obscura por la manga
blanca salpicada de oro...." y
añade: "Aquella mano del Montañés
larga, leñosa, que asoma obscura por la manga blanca salpicada de oro, hace
unas cosas de torero, de un sabor torero que empalaga." Y termina su
histórica crónica diciendo: "Yo creo
que Cagancho no sabe torear; pero cuando torea... Sentí un escalofrío y me
crucé el abrigo."
La
fama de Cagancho, la buena, de las
crónicas pasó a las letras. Federico García Lorca escribiría de él: «Joaquín
Rodríguez “Cagancho”… monarca de gitanos» y Pedro Luis de Gálvez, (1882- 1940) lo inmortalizó en uno de sus magníficos
sonetos, soneto que termina con estos
dos tercetos:
“Juntos
los pies, erguido, sonriente,
Deja al
bruto pasar e indiferente
Mira en
un cuerno un alamar de oro.
Tiene
el cañí la chaquetilla rota.
Es todo
igual…La plaza se alborota.
¡Y
envidia una mujer tiene del toro!”
Entre
los múltiples homenajes en España y en Méjico, el torero de Triana tiene en la calle Evangelista de la capital
hispalense un azulejo en su honor con
esta leyenda: “En el seno de
una familia de cantaores, vino al mundo
en este extremo de
Evangelista, un genio del arte de torear Joaquín Rodríguez “Cagancho” quien
llevó a los ruedos la magia de los duendes de la cava. Nació en 1903 y falleció
el último día de 1983”. Y en Tarancón tiene
una calle, la
calle Joaquín Rodríguez Cagancho,
que va desde la calle de Santa Quiteria hasta la Cuesta de Barajas. Allí toreó varias veces. En una de ellas le
reglaron una medalla de la patrona, la Virgen de Riánsares, y toreando un toro un día de 1928, recibió
una cornada en el pecho que podría haber sido mortal, si esa medalla que siempre llevaba consigo, no
hubiera desviado el cuerno. Con ese motivo regaló a la Virgen un manto e hizo
en otras ocasiones diversas donaciones. “De
su bolsillo salió el dinero con el que se instalaron los primeros rayos X en el
Hospital de Santa Emilia” y actuó varias veces en festivales para recaudar
fondos para los pobres del pueblo y para su hospital.
Este fue Joaquín Rodriguez Cagancho,
el gitano de los ojos verdes, capaz de enfervorizar al público en sus tardes de inspiración y de
encolerizarle hasta extremo de querer
lincharle, en las que la astada pareja de baile no seguía sus pasos. Sí “Quedar como Cagancho en Almagro” es quedar
fatal, “Quedar como Cagancho en Las Ventas” es lo contrario. Yo me conformaría con quedar.
Madrid, 3 de abril de 2021
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