Cuando llegamos a su cercado, Jesús Andújar anda en plena faena restauradora. Está arreglando la rueda de un carro bajo la luz blanca de un flexo que ha instalado en su cocinilla. En este lugar pasa buena parte de sus horas de descanso este tomellosero que ama como pocos las tradiciones de la ciudad. Aquí guarda sus tres mulas, también varios carros y remolques de la familia, además de otros aperos que le dejan para ir arreglando. La tarde va cayendo y el pataleo de las mulas es señal inequívoca de que tienen hambre. Jesús las mima y les da un bocado de pan. En las paredes de la cocinilla cuelgan fotos de la familia y unos estupendos dibujos a lápiz que ha hecho el propio Jesús. En uno de los más entrañables, aparece de niño junto a su padre repartiendo leche por las calles de Tomelloso. También hay horcates, cabezones y otros aperos por los que ha pasado su hábil mano restauradora.
En la semana previa a la Romería, Jesús Andújar saborea esa atmósfera mágica del último fin de semana de abril en el que llega la gran celebración. Las circunstancias han determinado que no haya Romería, pero Jesús piensa sacar sus mulas para hacer un pasacalles junto con Eulogio Benito y otros amigos con los que comparte aficiòn. “Daremos una vuelta por el pueblo sin parar, con el fin de que ningún grupo se acerque a verlas porque tenemos que tener cuidado”, señala.
Explica Andújar que su afición a las mulas le viene por lo mucho que le han gustado siempre los animales. “Mi oficio fue el de vaquero y cuando dejé este trabajo, el sustituto de las vacas fueron las mulas. Yo tenía que oler a basura siempre (risas). En mi casa nunca nos hemos quedado sin animales. Vendimos las vacas y nos quedamos con un borrico”. Se refiere Jesús a la nobleza y carácter de las mulas “que como nos ocurre a las personas, cada una tiene el suyo. Hay animales más dóciles, otros más agresivos, más inteligentes o menos inteligentes. Hablamos de un ser vivo que siente igual que tú o igual que yo”.
Precisamente esta forma de ser de cada animal, Jesús las tiene bien presentes en la doma. “Hace cincuenta o sesenta años, cuando las mulas trabajaban, a las mulas no las tenían que domar, el propio trabajo lo conseguía. Pero ahora hay que domarlas para la Romería y poder engancharlas con los arreos, la barriguera, los ruidos, tienen que acostumbrarse al cabezón…es un proceso en el que tienes que ir enseñándolas”.
Jesús Andújar sale todos los domingos con las mulas, también algunos días de feria, pero, sin duda, el día más esperado es el de la Romería que siempre prepara con un celo y un mimo especial. “Para los muleros, la Romería es el día mas grande. También para mucha gente que no tiene mulas, pero les gusta mucho esta tradición. A las cinco de la mañana ya estamos en marcha y en los días anteriores hemos tenido que cargar los carros con los costales, limpiar los arreos y pelar las mulas. Esta labor la hacemos una semana antes. En los días previos pido permiso en mi trabajo, porque me voy a pelar mulas; las mías y las de la asociación. El pelo les crece muy rápido a las mulas y no las puedes pelar veinte días antes, hay que apurar una semana antes. Las mulas negras se arreglan las primeras, porque los dibujos se notan más que en las coloradas que se quedan para las últimas. Ha habido domingos de Romería que he terminado de pelar cuando ya estaban aparejando para salir. Primero esquilamos y luego se hacen los dibujos ya con el pelo corto”, explica.
A Pinilla lleva sus mulas en seda “que son las más vistosas con las mantillas que son divinas” y en sencillo “con los arreos de material en negro. Muchos de los arreos son auténticas obras de arte. Aquí tengo algunos de Miguel Díaz que era un maestro en esta labor. Todo esto lleva mucho trabajo y en realidad la gente solo podrá disfrutar de las mulas unas cuantas horas, pero merece la pena”, dice.
Jesús Andújar asegura que el momento más emocionante de la Romería “es cuando veo de salir a las mulas y nos vamos al Santuario. Mucha gente se emociona porque ve en las mulas recuerdos de su niñez, de familiares que ya no están y forzosamente te tienes que emocionar. Nuestra ciudad siempre ha tenido fama en el cuidado de las mulas”.
Celebra que la tradición de las mulas se haya recuperado. “A principios de los noventa prácticamente se perdió, de hecho hubo años que salí yo solo. Y me propuse remover esto para que la gente se animara de nuevo. Trajimos mulas de Socuéllamos y pudimos sacar una reata con cinco mulas y otra con tres, en el 95 o en el 96, no recuerdo bien. Pero la gente empezó a movilizarse, se compraron más mulas y la tradición empezó a resurgir de nuevo. Lo que hace falta es que no decaiga", manifesta.
Recuerda también el año qie vino una reata de mulas enanas."Las trajo Pablo Lizcano, de Alcázar de San Juan. Otro año vino con mulas grandes. Tuve una buena relación con él, pero tuvo un accidente y falleció”.
“Las mulas han hecho grande a Tomelloso, también los hombres y las mujeres que han trabajado con ellas”, señala Jesús sin poder ocultar algo de emoción. “Mi sueño era que en la Romería pudiera salir una reata arreglada por mí. No tuve un maestro que me enseñara, fui aprendiendo a base de afición y terquería por dominar esta labor. Participar en la gran fiesta de mi pueblo me produce mucha emoción, es algo que yo le regalo a mi pueblo y que espero seguir haciendo mientras Dios me de salud”, concluye.
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