Como dijo Banksy, el arte debe consolar al perturbado y perturbar al cómodo; debe pellizcar el alma y sorprender. Roberto Carretero, Gobi, presenta “Contenido”, en una vivienda de Tomelloso. El artista ha intervenido en la casa, que próximamente será reformada, con sinceridad, sin prisa, en una especie de catarsis de la que se encuentra muy satisfecho.
La muestra sorprende desde que se abre la puerta de la calle
Toledo donde está ubicada. Nos invita a descontenernos —una palabra recurrente
durante toda la visita—. Con la exposición, Gobi llena de contenido una casa,
una residencia —un contenedor vacío— “y que me sirva de ‘descontención’ en una
época de contención”. Dice el artista que el espacio es el cincuenta por ciento
de su obra “casi siempre me gusta intervenir el espacio deshabitado, abandonado
o en ruinas”.
El artista nos va guiando, primero a una instalación que
“representa lo que es este contenedor”. Gobi ha creado una sinergia virtuosa
entre la vivienda y su arte “dialogo con el medio y él lo hace conmigo”. La
creación ha sido una suerte de catarsis para el artista que queda perfectamente
reflejada en esa primera impresión “desde la oscuridad y el pasado vas
avanzando a la luz, dejas equipaje, te descalzas, avanzas más ligero, liberas
tus manos y te permites improvisar”. Y
es que, cuando a Gobi le ofrecieron actuar es un espacio tan singular, lo
primero que sintió fue miedo de no hacerlo bien, un sentimiento que fue
desechando con el paso del tiempo “no se trataba de exponer aquí, sino de
actuar en este espacio y ver qué pasaba con el resultado. El lugar de trabajo
se ha convertido en la sala de exposición”.
La actuación ha supuesto un importante desembolso para el
artista, de tiempo, ha tardado más de tres meses, y económico, todo lo ha
costeado él mismo “he invertido en mí mismo”. El noventa por ciento de las
obras que se pueden ver en “Contenido” han sido creadas en la vivienda que las
alberga. Nos muestra una obra realizada
con carteles de la calle, superpuestos y pegados unos encima de otros con el
paso del tiempo “me gusta mucho este soporte, es como una caja del tiempo,
puede haber hasta diez años de historia y te permite encontrar historias que no
esperabas”.
La sala de proyecciones está amueblada con bancos de un
hotel abandonado de Valdepeñas y una televisión antigua. Una pantalla muestra
las intervenciones de Gobi. El artista nos invita a dejar nuestro equipaje y
pasar descargados. Mientras vamos
recorriendo exposiciones nos traslada la idea de que él es la última huella de
este edificio, por el que han pasado muchas personas, familias, generaciones.
Él es “la transición entre lo que ha sido y lo que será esta casa”.
Nos cuenta Gobi que tiene otro proyecto “que saldrá cuando
tenga que salir”, que se llama “Huellas”. No se puede llegar al espacio con el
ego del artista “está antes que tú y también tendrá algo que decir”. El artista
interviene en el espacio “y le cojo las texturas que me valen para otras cosas”.
Seguimos recorriendo habitaciones y admirando las
intervenciones de Gobi en la vivienda. El artista va descubriendo la historia
de la casa conforme a lo que le cuenta la gente que visita. Se perciben las
obras, las reformas que ha sufrido la casa. “El leitmotiv de la exposición es
la casa taladrándote la cabeza. Es una manera de descontenerte en un contenedor”.
Nos va explicando que juega al 50 por ciento con los elementos
de la casa y su obra. Esta es la primera exposición que ha hecho Gobi en la que
ha intervenido un espacio y ha pensado en llevárselo todo, no en dejarla. Las
obras están perfectamente integradas, Roberto ha respetado el color de las
paredes “pero con la idea de que se venga luego conmigo”. Confiesa que ha
abierto un melón con el que está muy a gusto y de esta casa irá a otra. “Estaba
un poco perdido. Mi estilo es contar mi vida al día de hoy, ser contemporáneo y
decirte la verdad a ti mismo”.
La cámara va disparando mientras vamos recorriendo piezas de
la casa. En la despensa hay botellas muy viejas, algunas sin abrir, que Gobi
sacó de la cueva. En el patio —a pesar
de estar sin terminar— hay un “Gracias” que nos alegra la mañana. Recorremos la
cuadra, el escusado… nos cuenta Gobi que el propietario de la casa no la va a
derribar, aprovechará la estructura antigua, las paredes de tapial.
En la planta alta suena jazz, Gobi percibe la vivienda como
un centro cultura. Los visitantes estamos admirados del recorrido, convenimos
que el arte es lo que te descoloca. La exposición se visita en grupos de 10,
como máximo, dando calidad al espectador, un beneficio importante con respecto
a las muestras al uso. Es un lujo único poder contar con el artista que cuadro
a cuadro, obra a obra, intervención a intervención va explicando lo que ha
hecho y la historia que les rodea.
Entre sonrisas pasamos al “ala norte”, sorprendente, como todo.
Nos señala en unas vigas “las dedadas”, o el kintsugi en muchos objetos. Como
la ausencia es presencia, nos confiesa, cambió dos cuadros de sitio para que se
puedan percibir los gotazos que cayeron en la pared. También, en otro cuadro, “muestro
el compromiso que tengo conmigo mismo. Primero hay que solucionar tus adentros,
para luego salvar el mundo”.
Hay un homenaje a un galgo maltratado, jugando con la aparente
seguridad y protección de una casa. Llegamos a la chimenea, “que era donde se
hablaba de las propiedades y el poder”. Y la mañana, mágica, acaba de la mejor
manera posible, con un vino y hablando distendidamente (aún más) con Gobi.
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Sábado, 23 de Noviembre del 2024
Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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