Llegados los siglos XVIII y XIX la sociedad tomellosera sufre una profunda
transformación de tal manera
que las estructuras económicas y sociales que se habían
mantenido desde su origen, en el primer
cuarto del siglo XVI, son hondamente modificadas en todos los aspectos.
Una muestra
de estos cambios lo podemos
ver en la aparición de nuevas familias que se sitúan en los puestos
más altos del escalafón
social. Los Quiralte, Ortiz, Araque,
Muñoz, Morales… que constituían la clase más privilegiadas de aquellas décadas
primeras (aunque los privilegios de aquellos
primeros instantes
distaran mucho de los que hoy entendemos de los estamentos superiores), dieron paso o -en el mejor de los casos-
compartieron su importancia social con nuevas
sagas familiares como Ugena, Cepeda, Peinado, Carranza, Bolós, Compte, Olmedo, Cañas…
Obviamente las estructuras sociales
cambian drásticamente. Es el primer cambio de estas características que se produce a gran escala
en la sociedad
española y que se mantendría hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se producirá
una nueva y espectacular revolución económica y social.
Uno de los pilares que promovieron los cambios a partir del siglo XVIII es el acceso
a la educación de los tomelloseros. Dicho acceso fue paulatino
y, por supuesto, al principio
sólo favoreció
a esas clases privilegiadas de la localidad.
La aparición
de sucesivos movimientos educativos en Tomelloso
y la construcción de los primeros colegios en la villa fueron continuos en el siglo XIX. Además,
muchos tomelloseros ya accedieron a estudios superiores, sobre todo en Madrid, creando una red de personas altamente cualificadas que liderarían el auge cultural y político
de la localidad
en el entorno regional. Alcaldes, secretarios, médicos,
farmacéuticos, hombres
de leyes, periodistas…fueron el motor del auge de un pueblo
que salía de su ostracismo económico y político
(hay que recordar
que su independencia de Socuéllamos no se produjo
hasta finales del siglo XVIII) para convertirse en muchos aspectos en un pueblo
referente de toda la región.
Como ejemplo
veamos a continuación los personajes de la localidad que realizaron estudios universitarios entre el siglo XIX y comienzos del siglo XX, reiterando que la preparación adquirida por los mismos fue, al mismo tiempo,
causa y consecuencia del avance
social en la localidad.
Iniciamos nuestro
estudio con un tomellosero que en el siglo XVIII ya estuvo matriculado en la antigua
Universidad de Alcalá.
Se trata de Juan José Alonso Rodrigo que en 1775 se encontraba adscrito a la Academia de Jurisprudencia del Patio de Continuos de la citada Universidad de Alcalá y en 1777
por el cambio de denominación de la Academia anterior aparece matriculado en la Academia
de Santa María de Jesús de la misma Universidad.
La Academia de Jurisprudencia del Patio de Continuos es una de las dos Academias que se abrieron en la Universidad de Alcalá en el recinto del Colegio Mayor de San Ildefonso para la práctica de la Jurisprudencia en cumplimiento de lo dispuesto en el Nuevo Método y Plan de Estudios de 1771. Con tal denominación abarca los años 1774 a 1777. A partir de esta fecha pasa a denominarse Academia de Santa María de Jesús para diferenciarla de la otra Academia de Jurisprudencia que había en la Universidad en el Patio Principal, que a su vez recibe la nueva denominación de Academia de los Santos Justo y Pastor.
Seguimos con la Universidad Central de Madrid.
La Universidad de Madrid o Universidad Central fueron los nombres que tomó la Universidad de Madrid cuando se cerró la Universidad de Alcalá, y sus estudios fueron trasladados a la ciudad de Madrid, a mediados del siglo XIX. Mediante Real Orden de la Reina Regente de 29 de octubre de 1836, se decretó el comienzo del traslado a Madrid de los estudios. La universidad de Madrid se denominó en un principio Universidad Literaria y en 1851, Universidad Central.
La Universidad Central tiene su origen en la mentalidad renovadora liberal que pretendía dar fin a las enseñanzas tradicionales en las universidades del Antiguo Régimen.
Desde la ley Moyano (1857) esta universidad fue la única autorizada en España para dar el título de doctor, hasta que en 1954, fue concedida esta potestad a la Universidad de Salamanca, tras la celebración de su VII centenario, y posteriormente al resto de las universidades españolas de la época. En 1973, las Escuela Técnicas de Grado Superior y de Grado Medio de Arquitectura e Ingeniería de esta universidad junto con otros centros superiores dependientes de los ministerios de Defensa, Industria y Obras Públicas se unieron para formar la Universidad Politécnica de Madrid.
Estando su origen en el desmantelamiento de la Universidad de Alcalá de Henares y el traslado de sus estudios a Madrid se le daría, oficiosamente durante el franquismo, el nombre de Universidad Complutense de Madrid y legalmente más tarde, cuando se fundó, hacia 1968, la Universidad Autónoma de Madrid.
Los tomelloseros con
expediente en esta Universidad en el siglo XIX e inicio del siglo XX son:
Por último,
veamos los tomelloseros que se formaron
en el Colegio
de Cirugía de San Carlos.
El Colegio de Cirugía
de San Carlos fue una institución dedicada a la enseñanza
de la cirugía
y la medicina fundada en Madrid 1780 por Carlos III a instancias de Antonio Gimbernat y Arbós. Planteado inicialmente como una institución ajena a la Universidad, terminó convirtiéndose en la facultad
de medicina de la Universidad de Madrid.
Su denominación (en honor del santo del nombre del rey) fue sucesivamente Real Colegio de Cirugía de San Carlos (hasta el 12 de marzo de 1799), Real Colegio de Cirugía y Medicina de San Carlos o Real Colegio de San Carlos para la Facultad Reunida (hasta el 20 de marzo de 1801), Real Colegio de Cirugía Médica de San Carlos (hasta marzo de 1820), Colegio Nacional de Cirugía de San Carlos (hasta el 11 de julio de 1821), Escuela Especial de la Ciencia del Curar (hasta 1823, cuando se vuelve a la denominación Real Colegio de Cirugía Médica de San Carlos) y Colegio Nacional de Medicina y Cirugía de San Carlos (desde 1842). Desde 1843 se denominó Facultad de Ciencias Médicas (agrupando cirugía, medicina y farmacia), y desde 1845, con la separación de farmacia a su propia facultad, pasó a denominarse Facultad de Medicina de San Carlos.
Hasta entonces la
cirugía era un saber menor,
más práctico que teórico, impropio para una hidalguía que menospreciaba el trabajo
manual. Por su parte,
las universidades, todavía dominadas por las órdenes religiosas, no proporcionaban los profesionales que la sociedad requería.
En pocos
años, los cirujanos
le darán la vuelta a la situación
y serán ellos quienes ocuparán los mejores puestos,
incluso la denominación de catedráticos y el otorgamiento de títulos y licencias profesionales.
Para el Colegio de Cirugía de Madrid lo que se proyectó fue un colegio civil y no religioso como los tradicionales colegios universitarios, con el propósito de abrir una fisura profunda en todo el sistema educativo médico español. La iniciativa implicaba darle la espalda a la Universidad, y de paso convertir la capital en el centro de una nueva mentalidad sanitaria.
Los tomelloseros que estuvieron inscritos en esta prestigiosa universidad fueron:
Hay que reseñar que la entrada en esta Universidad no era sencilla. Y muchos tenían que certificar que procedían
de buena familia. Así ocurrió en los casos de Patricio
González Ugena y Sergio Navarro Aguado,
que para ser admitidos
tuvieron que presentar una “certificación de buena conducta”.Los Cirujanos de 2ª clase eran los conocidos
como los cirujanos de Colegio. Los Cirujanos de 3ª clase equivalían a lo que entendemos por practicantes, aunque también popularmente se les conocía
como sangradores. Los estudiantes romancistas recibían
este calificativo por no dominar el latín y sólo defenderse en lengua
romance, en nuestro caso castellano.
Más compleja
fue la situación
de Juan Francisco
Isabel García
Luís y de Antonio
Pérez Concha, que tuvieron
que presentar una “información de limpieza de sangre” donde se asegurara que en sus generaciones anteriores no había habido judíos, seguidores del islam ni cristianos procesados por asuntos de fe.
Como apunte anecdótico, señalar que el anteriormente nombrado Sergio Navarro Aguado nació en Tomelloso el 7 de octubre de 1815, y que se asentó Madrid. Su nombre completo era Juan Francisco Sergio y estaba domiciliado en la capital de España en la calle Fuencarral, en el número 20, en el piso segundo izquierda. Fue Caballero de gracia de la Ínclita Orden de San Juan de Jerusalén y Comendador de Número de la Orden de Isabel la Católica, siendo considerado como “persona con fortuna y buen liberal”. La anécdota de su domicilio radica en que dicha dirección vivió durante al menos once años (1854-1865) la tomellosera Doña Crisanta Moreno Martínez, personaje ilustre de Tomelloso.
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