Opinión

La operación

Dolores la Siniestra | Martes, 15 de Junio del 2021
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Llega el verano y, como cada año, como los champiñones, renacen los “caminantes”. Y no, no son los cantantes mexicanos.

Seguro que ustedes los habrán visto.

Con un chándal, o con una camiseta y pantalones cortos, circunnavegando las calles de Tomelloso, a ritmo de trote marcial…

Marcha que te marcha, que llega el verano y es necesaria la operación. La operación bikini… por Dios, claro, que sí.

A mí, cuarentona y de hechuras generosas, las operaciones no me agradan.

Ninguna.

Ni las de anestesia, ni las otras. Pero, especialmente, todas las que no resulten irremediablemente perentorias.

Es como la moda de las bicicletas, que ya no pueden comprarse en España porque la gente las arrasó fruto del confinamiento.

Sujetos que jamás habían depositado su trasero en un sillín, no dudaron en adquirir culotte y maillot para subirse al velocípedo.

Y es que ese desmedido culto al cuerpo, muy rara vez viene acompañado de una alimentación sana, de un comedimiento en el resto de ingestas y una adecuada y equilibrada, por salubre, vida.

Es como elegir el camino de la victoria por la vía de la trampa.

Lejos de la constancia, el último arreón, como el estudiante que pretende que, en la noche previa al examen, se recupere un esfuerzo que debía de haber observado durante todos los meses anteriores.

Pues miren, con honestidad, si uno decide vivir por el camino de la supervivencia, las exigencias y los sufrimientos buscados por el camino del último minuto, suelen conducir a episodios dantescos.

Pero es que, si además esto fuera poco, si van a machacarse, si van a intentar acomodar su cuerpo a los exigentes dictados de la mercadotecnia y la imaginería de los medios de comunicación, háganse –y hágannos- el favor de evitar la publicidad.

Compartir su sudor no les hace más humanos… si cabe, más animales… y no es plan.

Si quieren que sus fotografías o sus stories luzcan bien este verano, ya llegan tarde.

Ahora, todos los excesos, los ultraprocesados, las cañas y los aperitivos, las palmeras de chocolate del desayuno y las pantagruélicas cenas y comidas ya no tienen solución.

Por eso, si deciden acometer la operación, igual, déjenlo para el año que viene.

Será su mejor propósito.

 

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