Tomelloso

Rafael Cabanillas: «Un pueblo sin raíces no tiene futuro»

El autor de “Quercus. En la raya del infinito”, un verdadero fenómeno literario que no deja a nadie indiferente, asegura que se ha desnudado completamente en esta obra

Francisco Navarro | Miércoles, 16 de Junio del 2021
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Ya está en la calle la tercera edición de “Quercus. En la raya del infinito”, un verdadero fenómeno literario que nos lleva a un lugar duro, los Montes de Toledo, en una época dura, la posguerra. Rafael Cabanillas, su autor, no habla a humo de pajas, fue maestro rural en esa zona y dio clase a los hijos de los guardas y los furtivos que protagonizan el relato. Cabanillas rescata un patrimonio cultura que, si no ha desaparecido, está a punto de hacerlo.

En la charla Rafael Cabanillas defiende que la España vaciada no lo sería si los pueblos, como ocurre en otros países, tuvieran los servicios necesarios para mantener a sus habitantes. Indaga en la novela sobre las causas de la despoblación, producida por intereses espurios.

—“Quercus” está siendo un completo éxito.

—La verdad es que estamos gratamente sorprendidos. Y es que, pocas veces se dan tres gozosas coincidencias. Una, un escritor de Castilla-La Mancha, con origen en Toledo y viviendo en Ciudad Real. La segunda, una editorial de la región, con sede en Toledo y las gráficas en Albacete como es Cuarto Centenario. Y por último, una temática de Castilla-La Mancha, la novela está centrada en los Montes de Toledo, pero extrapolado mucho más, a Cabañeros, Sierra Madrona o Albacete.

Tanto la crítica como los lectores han aceptado muy bien el libro y, además, tenemos el boca-oído. La novela está editada en sello pequeño que no se puede permitir meter dinero en marketing, sin embargo, cada persona que la lee se multiplica por cuatro o cinco.

—A la novela la comparan con Delibes y usted mismo asegura que es un homenaje a los “Santos Inocentes” ya que no tiene puntos y aparte.

—En la primera página, después de unos párrafos digo que a partir de aquí no hay puntos y aparte como homenaje a “Los Santos Inocentes”, la novela que el maestro Delibes escribió solo con comas. En una escalera dé cien peldaños, él estaría en el de arriba, en el número cien y yo estoy llegando al uno. He tenido el atrevimiento de escribir “Quercus” sin puntos y aparte y parece que no le ha disgustado a la gente.

—La novela está levantando tanta expectación que ya va por la tercera edición, ¿qué va a encontrar el lector en “Quercus. En la raya del infinito”?

—La vida de nuestros padres o abuelos, dependiendo de la edad, en esos montes y sierras. Son cazadores, leñadores, hacen carbón y picón, descorchan, son mieleros… todos esos oficios que por desgracia ya se han perdido de la posguerra para acá en ese abandono que se ha llamado la España vacía. Los lectores van a saber reconocer muy bien en la novela o lo que vivieron ellos de niños, o lo que les han contado sus padres o abuelos. Es un lamento por el abandono de una forma de vida que se nos escapa de las manos como el agua. Parece que, de manera inevitable, pero que tenemos que evitar. Un pueblo sin raíces no tiene futuro.

—El libro transcurre en pueblos, según cuenta, que malvivían por intereses espurios.

—La novela ocurre después de la Guerra Civil, un conflicto que no se gestó de la noche a la mañana y que tuvo una gran financiación, extranjera también. Cuando acaba la guerra, que salió bien para ellos porque vencieron después de haber causado un dolor extraordinario y un millón de muertos, esos financiadores exigieron su parte del botín, que se repartieron las grandes empresas y la banca. Eso repercutió en esa zona del mundo rural con las grandes fincas. Los jerarcas del régimen en lugar de llevar servicios hicieron todo lo contrario porque querían mantener la virginidad de sus latifundios, que allí no pisara nadie. Son aldeas que no tienen luz, ni agua corriente, ni nada de nada y a las que se accede por caminos de mala muerte.

Esas grandes fincas comenzaron a alambrarse y los habitantes de la zona no tenían acceso, los pastores con sus cabras, no se puede coger la bellota, ni la leña, no se puede descorchar… No es que se planificase en un despacho, pero obligaron a aquellas gentes a abandonar sus pueblos e irse a los extrarradios de las grandes ciudades. Cosa que les vino muy bien porque se necesitaba mano de obra barata. Empieza la Pegaso, la Barreiros, o Ensidesa y se necesita a los pobres desgraciados de los pueblos que se fueron a las ciudades, dejando sus casas con su higuera y su parra a vivir en una chabola del extrarradio de Madrid.

—¿España vacía o vaciada?

—Prefiero España vaciada. Cuando dices España vacía, parece que se haya vaciado por un azar. Ahora, vaciada denota intencionalidad. Me gustó el terminó que sacó Sergio del Molino, el de España vacía. Pero luego los de Teruel, Soria o Guadalajara que lo estaban viviendo dijeron que les gustaba más España vaciada, porque hay una intencionalidad. Y en lo que estoy contando no hay planificación, pero sí intención. Si tú llevas servicios a esos pueblos, todavía estamos a tiempo, en esa naturaleza se puede vivir con los mismos medios que en la ciudad, nadie se marcha. He tenido la suerte de vivir tres años en Suiza y allí, ni tampoco en Francia, se da este fenómeno. Vas al pueblo más perdido de los Alpes Suizos y tiene todos los servicios.

—Usted relata “Quercus” con conocimiento de causa. Vivió en esos pueblos en una época difícil para ellos.

—No podría haber escrito esta novela sin haberla vivido. Hay una literatura impostada y hay otra literatura verdadera. La verdadera es la que te desnuda, es como arrancarte el corazón y ponerlo encima de la mesa y con la sangre escribir lo que quieres escribir. En “Quercus. En la raya del infinito” me he desnudado completamente. Fui maestro rural en esos pueblos, conviví con esta gente, mis alumnos son los hijos de los guardas y de los furtivos. Ellos se quieren como niños, inocentemente, pero los padres se odian a muerte. Viví toda esa historia y esos conflictos que, llegado a una edad, he tenido que sacar fuera por medio de “Quercus”.

—Nuestra región no solo es La Mancha, tiene paisajes increíbles que usted describe.

—Increíblemente somos más montaña que llanura en Castilla-La Mancha. Tenemos la suerte de que Miguel de Cervantes no puso en el universo literario a través de La Mancha, llana y seca, pero hay muchos más. Esta novela le gusta a los de la sierra porque lo viven y a los del llano porque tiene siempre esa aspiración montañosa y del bosque.

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