Feria 2021

Memoria de Tomelloso

Fragmento del discurso del mantenedor de la Fiesta de las Letras en el año 1990, Valentín Arteaga

La Voz | Lunes, 16 de Agosto del 2021
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Hay pueblos y pueblos. Y fiestas y fiestas. Como hay, también peregrinos y peregrinos. El peregrino, al que este año habéis abierto los brazos, tenía que volver al pueblo y a la fiesta. No sabe porqué tenía que volver, pero sí sabe que volvería. La memoria y la nostalgia de Tomelloso tienen dentro mucho tirón y mucha cordialidad, y un conoce de antemano lo que va a ocurrir, porque la primera vez que llegamos a Tomelloso a la Fiesta de sus letras llegamos.

Hace años el peregrino previó estos momentos. Hace años el peregrino no tuvo más remedio que escribir –casi inevitablemente- un muy emocionado poema de regreso a Tomelloso. Porque lo sabía. Hay cosas que se saben. Mientras os doy a todos y a cada uno las gracias por ser como sois, permitidme ir terminando con aquel poema titulado precisamente “Memoria de Tomelloso”.

Un día volveremos al “país de las viñas”,

 Allá donde las tardes son igual que un espejo

en el que la memoria se contempla su imagen,

y es resplandor de pronto el corazón temblando.


Volveremos, y el día se tornará caudal

como la luz precisa que adelanta al prodigio

de las anunciaciones de sus propios milagros:

el carro de las mieses, las serillas de uvas, 

las ventanas abiertas al otoño y al campo,

o Dios entrando en casa para cenar contigo.


Un día volveremos al “país de las viñas”,

el lugar donde Eladio miraba

pasar por el río Záncara sus versos y los trenes de la infancia,

o los mostos de la alegría -¡entonces!-

nos temblarán de música la ebriedad de las manos.

Un día volveremos a Tomelloso.

El aire nos pondrá entre los labios la añoranza y el fruto

de un asombro ardoroso tan subido de grados.


Mientras, aquí en Madrid, en las prisas finales de la conducta,

lejos de la vendimia, lejos de la anchura infinita que en Tomelloso

tiene la paz, el sol, el largo cordel de los paisajes desatados,

estamos tristeando con el frío,

o buscando un poquito de amor que nos cobije.


Aquí, donde ahora nadie nos pronuncia palabras,

Musicales y antiguas como en la Mancha, dulces

proverbios luminosos, los refranes rurales

en los que Dios y el haza se confundían prietos

de una querencia íntima como un beso de lumbre,

quedamos recordándonos hasta nosotros mismos.


Se regresa el espíritu a Tomelloso.

Iremos por la hermosa costumbre con que los surcos guían

la inocencia buscando la raíz y el estruendo

del universo en llamas, la pureza extendida

de las auroras altas más que van los vencejos.


Aquí donde ahora nadie te saluda diciendo

“Buenos días, hermano”, o “usted quede con Dios”

ni habla con el tratado patriarcal de un idioma

de quintería, blanco como el candeal sonoro

de “Solespones”, hondo como la luz difícil

de “Rebinar”, macizos vocablos transparentes,

anchos como cinturas de tinajas voladas,

nos quedamos alzando el pensamiento,

puestas las dos manos encima de los ojos del alma

frente al sol, para ver aún mejor los recuerdos

de aquellas calles largas que nunca terminábamos

de recorrer, los rojos ocasos tan traslúcidos

de noviembre, o el quicio de la noche entreabierta

en “Los Portales”, toda la anchura de la Plaza

por la que cruza el verso todavía de Eladio,

el  ganado de cabras de Félix Grande,

o pinta Antoñito el misterio de las desolaciones.


De nuevo volveremos a Tomelloso un día,

con la añoranza a cuestas como un costal de trigo,

a besar muy despacio toda la luz y el aire,

o a ver cómo las cosas están allí perfectas

tal un cuadro perenne de Antonio López Torres.


Volveremos un día al “país de las viñas”

No a enterrar a los muertos ni a decir oraciones

Sobre el sagrado luto de las tumbas amigas,

sino a cantar en corro padrenuestros azules,

o cerciorar que alguien nos quiere todavía

y no pudimos nunca lograr agradecérselo.


Salías a la calle de la Feria y hallabas

paisanos que con lenta paciencia inacabable

miraban a las nubes, se liaban un pito

frente al “Alhambra”, hacía lo que tienen que hacer

Chullas, Pantojo, Pluma o Malaño…y ahora

uno recuerda cuánto se quedó en Tomelloso.


Un día volveremos al “país de las viñas”

admirados de tanto corazón derramado.

Volveremos, las manos repletas de apellidos

y nombres que se besan y se dicen despacio

con la querencia hecha resplandor y esperanza,

volveremos lo mismo que van los peregrinos

por el borde del día celebrando la tarde

o persignando el rito de las celebraciones:

“Vaya con Dios, hermano”, “Buenas tardes, buen hombre”

Todo está como entonces lo dejamos tan quieto.


Amigos y paisanos de Tomelloso, vamos a dejarlo aquí.  Fuera, en el Recinto de la Feria, nos aguarda y espera la última noche de Fiestas porque pasado mañana van a hacerse despiadadamente normales las manecillas del reloj; pero ahora la Reina y sus damas, las autoridades del Concejo, y los mandamases del Común de la Mancha seguro que andan ya muy deseosos de un buen vino cencibel y unos cuantos pasos felices de baile. Por lo que a mí respecta, no sé si habré cumplido bien con el menester u oficio de mantener este hermosísimo ceremonial de la Fiesta de las Letras de Tomelloso. Lo que si puedo asegurar a todos es que mantendré siempre viva la memoria de este pueblo excepcional. A la paz de Dios, pues, y muy buenas noches, hermanos.


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