Opinión

Romerías y otros festejos a la Virgen de Peñarroya en el siglo XVII

Pilar Serrano de Menchén | Miércoles, 1 de Septiembre del 2021
{{Imagen.Descripcion}} Imagen antigua de la Virgen de la Encarnación de Peñarroya, desaparecida en la Guerra Civil de 1936 Imagen antigua de la Virgen de la Encarnación de Peñarroya, desaparecida en la Guerra Civil de 1936

Este año, de nuevo, la pandemia nos deja sin la romería que desde tiempo inmemorial se ha venido celebrando en honor a la Virgen de la Encarnación del Castillo de Peñarroya; fortaleza donada por Enrique I a la Orden Militar de San Juan en 1215, junto a Ruidera del Guadiana, Campo de Santa María ─recientemente excavado─ y el de Villacentenos; fiesta muy arraigada hasta el s. XIX en diversas poblaciones del Campo de San Juan y Santiago. La importancia de dicho enclave se evidencia en las 28.000 fanegas de tierra que pertenecían al Castillo a finales del último tercio del s. XVIII. 

Respecto a otras prerrogativas era su alcaide, por nombramiento del Gran Prior de San Juan, junto al Concejo de Argamasilla (localidad que tenía la preeminencia de dar el visto bueno a dicho nombramiento), el que decretaba el nombre del Alcalde de Feria; responsable de organizar (y cobrar a los feriantes) la famosa y concurrida romería por medio de bandos y pregones puestos en lugares públicos, no sólo en los alrededores de la fortaleza de Peñarroya, sino en otros pueblos de la comarca.  

Pero al margen de las romerías (hasta 1770 tuvieron lugar el último domingo de abril), en el Castillo y en torno al Santuario se organizaban otras fiestas, funciones religiosas y peregrinaciones (ya sabemos que en esa época la Imagen de la Virgen permanecía  todo el año en el Castillo y no se trasladaba a los pueblos donde dicha advocación tenía cofradías y culto, como no fuese con motivo de rogativas y con permiso expreso de los Vicarios de San Juan, radicados en Alcázar de San Juan). En todo caso, como decimos, estas otras fiestas dedicadas a la Virgen, también estaban instituidas desde muy antiguo y tenían una serie de tradiciones realmente interesantes. 

Para saber algunos detalles de las mismas referiremos la festividad organizada en 1628 por la “Cofradía de Soldados de la Virgen de la Encarnación del Castillo de Penarroya” de Argamasilla de Alba.

Su Mayordomo Mayor en 1628 era Cristóbal López Enamorado y tenía como encargo de la Cofradía organizar, como cada año, en el día de san Marcos, un festejo en el Castillo, al que acudían, además de múltiples devotos, todos los hermanos cofrades o soldadescas dirigidos por el capitán, alférez, sargento y cabo, pertrechados con las señas de identidad y armas de la Cofradía: picas, moharra y maza, siendo el distintivo de las mangas y cruz octogonal de la Orden sanjuanista de color blanco. (La cruz sanjuanista simboliza las ocho bienaventuranzas)

Para la Fiesta se contrataba música de tamboriles y pífanos: 42 reales importó el año que decimos. Asimismo se gastaron 11 reales en 3 docenas de cohetes para animar la celebración.  

Pero los motivos para organizar fiestas en el Castillo no era solamente lúdico, ya que la fe y el componente religioso estaba profundamente incardinado en la sociedad; asimismo el devocional con peregrinajes que implicaban celebraciones y funciones religiosas: salves cantadas en días anteriores a la Fiesta principal y otro número importante de misas solemnes cantadas y rezadas "ante la Señora". 

Asimismo era obligado que lucieran en la ermita gran número de candelas o velas que debían alumbrar a la Imagen tanto de día como de noche. Para un mayor respeto y cuidado en la Feria o romería de Peñarroya y en otras Fiestas, se organizaban,  ante la Imagen, turnos de guardia por los llamados "cereros" para que las candelas no dejasen de alumbrar en ningún momento a la Virgen.

Un tema importante era la recogida de dinero para celebrar estas fiestas; pues los encargados de pedir por las calles y casas (y en otros pueblos) eran los directivos o Mayordomos de la Cofradía. Dicho dinero se sumaba al que entregaba el Ayuntamiento de Argamasilla, el cual tenía instituida cierta cantidad de maravedíes o reales para su celebración. En 1628 fueron 191 reales, para compra de 22  libras de cera blanca al precio de 8 reales y medio cada libra. 

Respecto a la distinción entre la cera blanca y la amarilla, la primera se consigue cuando se reduce a hojas y se blanquea puesta al sol: las velas blancas simbolizan la intimidad y la pureza a través de su color. La cera amarilla es la que tiene el color que saca comúnmente del panal, después de separar la miel derretida y colada: la cera amarilla se asocia a las impurezas que contiene, similares a los defectos del ser humano. 

Pero volviendo a la devoción popular, también la Cofradía recibía de los devotos, igual que ahora, donativos por "haberlo ofrecido" o porque desearan comprar cera para alumbrar a “nuestra Señora” en cantidades realmente importantes. Veamos algunas de las ofrecidas en el año que estamos comentando: Pedro de Avellaneda 84 reales en dos partidas de cera; Luis Botizal 28 reales de 4 libras de cera; Luis Fernández Serrano 20 reales por 27 libras de cera, etc.

En cuanto al dinero pagado (consta como limosna), entregado por los Mayordomos de la Cofradía a los sacerdotes y capellanes de Argamasilla por asistir y celebrar oficios religiosos en la ermita del Castillo, en 1628 fueron: Frey don Gerónimo de Perea 30 reales; Diego Alonso López Valera, Teniente de Prior, 16 reales; fray Alonso de Ayllon  “porque hizo oficio de sacristán, 12  reales”; Francisco Martínez, Clérigo de Menores, “15 reales de salves”.

Pero además de lo anterior, la ermita de Peñarroya tenía un capellán dedicado exclusivamente a decir misa todos los domingos y fiestas de guardar del año. Se trataba de un  privilegio concedido, en 1607, por el Gran Prior, Enmanuel Filiberto de Saboya, a los Mercedarios Descalzos del Convento de Santa Ana de Argamasilla. La evidencia la tenemos en numerosos documentos relativos a este tema; aunque ahora anotaremos el que firma el mercedario Pedro del Moral, “presbítero Capellán de Nuestra Señora del Castillo”, el cual cobró en 1628, “92 reales que confieso aver recibido de las misas deste año". 

Por otro lado, los festejos también incluían desfiles alrededor de la fortaleza por la soldadesca o Cofradía (sólo había dos Cofradías, la de La Solana y la de Argamasilla: a esta última estaban adheridas las Escuadras de Santa Cruz de la Zarza, El Toboso, Miguel Esteban y Munera). La fiesta incluía invitar a los cofrades a degustar la gastronomía popular; pues hay recibos de haber pagado a los proveedores para este fin: vino, pan y carne. 

Con el deseo que la Feria y Fiestas dedicadas a la Patrona, a pesar del rigor que sufrimos por la Covid-19,  sigan reuniendo en los hogares argamasilleros a todos los vecinos, amigos y forasteros, nos despedimos, testimoniando que, de alguna manera, la historia pervive en nosotros como nexo de unión, viviendo, tanto en abril como en septiembre,  en el corazón de los vecinos de Argamasilla de Alba y La Solana. 


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