No sé ustedes, pero yo les reconozco que he disfrutado, y mucho, con la Feria.

Ha sido una Semana Grande rara, claro, porque no se han podido ofrecer todos los espectáculos y eventos habituales, pero lo cierto es que, después de esperarla durante dos años, lo cierto es que se ha agradecido poder degustar música, actos institucionales y religiosos, deporte, folklore, tradición, cultura y toros –y perdonen la redundancia.

El momento más emocionante, junto con la Función en honor de la Virgen de las Viñas, fue la Fiesta de las Letras –y esta vez nos ganamos el goce, porque vaya cola que tuvimos que soportar para conseguir las entradas.

Nunca reparamos lo suficiente en la importancia de que un pueblo como el nuestro haga esa apuesta –continuada y sostenida- por la cultura. Pero, sin perjuicio de ello, o precisamente por ello, hemos de ser celosos y cuidadores de que la Fiesta no se convierta en un lugar utilizado con intereses distintos a los meramente artísticos.

Y, por eso, duele, a una tomellosera como yo, que se afirme, alegremente, que Tomelloso no ha tenido referentes, poéticos o literarios, con nombre de mujer. Y se ejecute un auténtico ejercicio de equilibrismo para dotar de tal condición a la malograda Guadalupe Grande.

De ahí mi lamento porque, de un modo erróneo –a mi juicio- se olvidase, en la celebración de la Fiesta de las Letras, la figura de la poetisa local Natividad Cepeda. Y es que el buen hacer de Natividad, y su indudable contribución al arte, no debiera requerir –ahora- reiteración, pero, hagámoslo, por si acaso.

Cepeda es la autora de libros como En esta tierra alta de viñedos, Memorial de amor y leyenda, Palabras desde el silencio, Solo creo que llueve, El rumor del otoño o Poemas para un hombre. Su obra ha merecido premios de la categoría del Ciudad de Montoro, “Reposo Neble”, Bollullos Par del Condado (Huelva), el Internacional de la Casa de Andalucía de Benicarló, el Nacional de Conil, el “Pastora Marcela” de Campo de Criptana o el “Lola Peche” de Algeciras, entre otros.

Natividad, asimismo, ha sido Vicepresidenta de la Junta de la Asociación de Escritores de Castilla-La Mancha y la Presidenta del Club UNESCO Arquitectura de Piedra en Seco (los bombos tomelloseros), además de formar parte de la Academia de la Hispanidad y de la Real Academia de la Historia.

Pareciera, pero seguro que estoy equivocada, que el silencio sobre Natividad responde a que determinados encargados de entregar los carnets de poeta –en ocasiones, demasiado escorados y presuntos propietarios del progresismo y la cultura- convinieron en olvidar a la artista local.

Y no procede. Créanme que no procede.

Máxime, porque, además, Natividad es mujer de consenso y cercanía. Como bien demostró en el fallecimiento de Guadalupe –y del poeta Juan José Alcolea, dedicándoles su “Elegía por la muerte de los poetas Guadalupe Grande Aguirre y Juan José Alcolea, en estos días de enero” y donde se puede leer: “Dejarme creer que Dios no es una fábula al que hay que combatir por los que dicen que no existe / Dejarme pedirle que también acoja a los poetas  al margen de su credo de vida / Dejarme que mis labios desgranen mi plegaria, no porque la tierra les sea leve, no / Yo pido que haya un cielo de amor para  los que parten, porque también yo quiero llegar a estar con ellos cuando mi Dios a mí me llame”.

Por eso, y como una especie de desagravio, me permito escribir ahora sobre Natividad. Como una suerte de desagravio de lo acontecido en el Teatro el pasado día 30 de agosto.