Opinión

La despoblación y las polis griegas

Alberto Lara Ramírez | Domingo, 11 de Febrero del 2018
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¿Podría tender el mundo hacia un resurgimiento de las polis griegas? Un nuevo orden mundial podría establecerse según algunos indicadores. 

El alto índice de despoblación dado en los últimos años puede ser devastador para las zonas rurales. Lo pueblos caerían en abandono en favor de las grandes urbes, hasta llegar al extremo de concentrarse toda la población en unas cuantas ciudades distribuidas por todo el territorio peninsular, centralizando el poder y los suministros, al más puro estilo de las ciudades-estado clásicas. 

La despoblación es un hecho. Tomelloso concretamente, con los datos del Instituto Nacional de Estadística en la mano, llegó a tener en 2012 la cifra más alta de población en toda su historia, con algo más de 39.000 habitantes. No obstante, tras el año 2017 ronda los 36.200, es decir, ha perdido casi 3.000 habitantes en cinco años. 

Pero es más, desde junio de 2015 hasta junio de 2017, la población de Castilla-La Mancha ha disminuido en 10.000 habitantes, cifra que es aún más preocupante en Castilla y León, ya que allí son 20.000 personas las que han partido hacia otras zonas. 

¿Quién gana esa población perdida por las zonas rurales? Obviamente las grandes urbes. En el mismo intervalo de tiempo, mientras las dos Castillas han perdido conjuntamente 30.000 habitantes, la Comunidad de Madrid ha crecido en más de 100.000.

Además, la población envejecida rema a favor de la despoblación, siendo un factor que realza aún más si cabe la problemática del abandono sistemático de aldeas y pueblos. 

Es la población joven la más favorable a renunciar a su pueblo natal en busca de un panorama más urbano, con más oportunidades, servicios, y con más tiendas de ropa y grandes almacenes. Por tanto, una cosa está clara, y es que la mayoría de los jóvenes que tenga la oportunidad de marcharse, lo van a hacer. 

Por tanto, la desaparición de la población joven va a provocar el aumento del número de ancianos en las zonas rurales (aumento de mortalidad), los cuales no van a estar en condiciones de trabajar, y los pueblos van a constar de una población envejecida, y por consiguiente, poco productiva.

Aquí es donde los inmigrantes juegan un papel fundamental, ya que solamente las personas que vengan de fuera  podrán bajar la media de edad de nuestro país, trabajando además en aquellas labores exigentes que la población más anciana no va a estar capacitada para realizar. No obstante, los inmigrantes estarían dispuestos a marcharse de vuelta a sus países de origen si madura la despoblación. 

Un resurgimiento de las polis griegas en la actualidad sería totalmente devastador para nuestra civilización, ya que las ciudades no están diseñadas con el fin de albergar tal densidad de población, ni están preparadas para el autoabastecimiento. 

La producción de alimentos estaría abocada a la desaparición con el progresivo abandono de las áreas rurales, sin quedar suficientes suministros de alimentos para ese disparatado nivel de población concentrado en las ciudades.

 El trigo, las lentejas, los tomates, las vides, no crecen en las regueras ni pueden cultivarse en plena calle expuestas a la contaminación y a los efectos del dióxido de carbono, haciendo madurar tomates de color gris con sabor a humo de coche de segunda mano. 

Asimismo, al no estar las despensas particulares plenas de alimentos, las familias no se van a aventurar a tener y a criar hijos, haciendo disminuir la natalidad hasta puntos preocupantes.

Por otro lado, la división y el nacionalismo es una cuestión que requiere tomársela más en serio de lo que nos la estamos tomando hasta el momento, porque además es un fenómeno que se ha puesto de moda. 

Por tanto, no sería de extrañar que, ante lo poco consecuentes que somos, la división llegue a tal exceso hasta la fragmentación radical de la política en ciudades independientes. 

En España, el antecedente está en las revoluciones cantonales producidas durante la Primera República Española, donde algunas ciudades proclamaron su independencia, formando incluso un ejército propio. 

Esta tendencia hacia la división se ratifica con el caso de la polémica corriente independentista de la Comunidad Autónoma de Cataluña, que a su vez, tiene el caso de Tabarnia: independencia de las provincias de Tarragona y Barcelona con respecto a Cataluña. 

No obstante, esta visión apocalíptica no sólo es demasiado inverosímil, sino que a día de hoy es totalmente imposible. Pero ello no quiere decir que no se deba empezar a tomar medidas gubernamentales más contundentes para frenar la despoblación antes de que el éxodo rural se vuelva irreversible.


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