Tomelloso

El Marcelo Grande se rinde al Réquiem de Mozart

La OFMAN triunfa en Tomelloso con la conocida obra que el director dedica a “quienes nos han dejado en la pandemia”

Francisco Navarro | Lunes, 1 de Noviembre del 2021
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La Orquesta Filarmónica de la Mancha, OFMAN, dirigida por Francisco Antonio Moya, ofreció el domingo en el Teatro Municipal Marcelo Grande de Tomelloso el Réquiem de Mozart. Participaron en el concierto el Coro Quercus Robur de Villarrobledo y el Coro Femenino de Tomelloso, ambos dirigidos por Javier Benito. Actuaron como solistas Alicia Hervás, Beatriz Lanza, Cesar Arrieta y Antonio Alonso. Buena entrada en el Marcelo Grande, el público disfrutó del concierto y lo demostró con una gran ovación.

A uno le cuesta trabajo esta mañana poner en orden sus sensaciones para relatar el concierto que nos ofreció anoche la OFMAN. Le dan ganas al cronista de saltar sobre las teclas del ordenador como en una suerte de Rayuela deslavazada y loca. Pero es la obligación del periodista poner en orden sus sentimientos y hacer un relato ordenado y cronológico. Vamos a intentarlo.

El concierto arrancó con una obra que encaja perfectamente con la misa de difuntos de Mozart, como explicó Francisco Antonio Moya, el “Adagietto” de la Sinfonía número 5 de Mahler. La inequívoca melancolía de las notas del checo nos eleva un palmo de nuestros asientos. Moya dirige a la sección de cuerdas y al piano de la orquesta con las manos desnudas, sin batuta, con reverencia ante este monumento de la música. Nos abstenemos de hacer fotografías no sea que el clic de la cámara interrumpa esta maravilla. El teatro permanece extrañamente en silencio. Bueno, se oye alguna tos, seamos sinceros, pero aislada y contenida. Nos dejamos llevar por la sonoridad de la pieza, por su carácter melancólico, pensativo, nostálgico, resignado. Un movimiento que se tocó en los funerales de Robert Kennedy o de Leonard Berstein.

Tras la ovación del público, sale a escena el coro. El conjunto está formado por el Coro Quercus Robur de Villarrobledo (con algunas voces de nuestra ciudad) y el Coro Femenino de Tomelloso bajo la dirección de Javier Benito. Los solistas fueron, Alicia Hervás, soprano; Beatriz Lanza, mezzosoprano; Cesar Arrieta, tenor y Antonio Alonso, Bajo.

Y, esta vez con batuta, Moya dio la orden y comenzó ese templo de la música sacra que inició Mozart en 1791. Las conocidas notas del Requiem Aeternam del Introitus marcaron el punto sin retorno, cuando el coro cantó “Requiem aeternam dona eis, Domine / et lux perpetua luceat eis” y Alicia Hervás continuó con “Te decet hymnus” ya no hubo vuelta atrás. El público quedo atrapado por esta sobrecogedora obra.

Moya continuó dirigiendo el Kyrie con fluidez y el coro respondió ante esa especie de torbellino agitado, pero con control. Tras la petición de piedad al Señor, llegaba la rotundidad del Dies Irae, casi una marcha militar, que volvió a demostrar el buen hacer del coro. Con calma y serenidad el trombón iniciaba el siguiente movimiento, Tuba Mirum. Ahí, el cuarteto solista dando lo mejor de sí, nos trasladó a la ligereza de una ópera mozartiana.

Las voces de los coralistas bordaron el desolado Rex Tremendae para dar paso al Recordare. Una parte que nos da un descanso en el que los solistas vuelven a estar de nuevo solventes y entonados, con calma. Confutatis maledictis, rechazados ya los malditos, cantó el coro al que Moya supo sacar todos los contrastes de esa parte. Y llegó otro de los pasajes más conocidos del Réquiem, el Lacrimosa, con toda su emocionalidad y el misterio que le rodea.

Los solistas interpretaron junto al coro la primera parte del ofertorio, Domine Jesu, trasladando al respetable su sentido barroco, subiendo (si eso fuese posible) la tensión del concierto. Hostias, Sanctus, Benedictus, con el coro y los solistas y Agnus Dei nos llevan a la inequívoca Lux Aeterna. Fragmento con el que Franz Xaver Süssmayr concluyó este universal Requiem, volviendo al inicio que compuso su maestro.

Cuando Moya bajó los brazos, el público prorrumpió en una gran ovación que duró varios minutos. Se pudieron escuchar algunos ¡bravo! en el Marcelo Grande. Francisco José Moya llamó al director del coro, Javier Benito, a saludar al proscenio.

Explicó el director que el concierto estaba programado pero que hubo que suspenderlo por la pandemia. Agradeció Moya al Ayuntamiento que lo hubiese vuelto a incluir en la programación del Marcelo Grande. Aseguró que es una buena forma de honrar a los que han fallecido en Tomelloso “con belleza y de la mejor manera posible”.

Como propina volvió a sonar el Lacrimosa. El director anunció que haría una pausa “donde Mozart lo dejó” y ese silencio (atronador y emocionante), fue un “recuerdo imborrable a quienes nos han dejado en la pandemia”.

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