Opinión

Primeros entierros civiles en Tomelloso

Juan José Sánchez Ondal | Martes, 2 de Noviembre del 2021
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En estas fechas en que se rememora a  los difuntos, puede ser oportuno recordar los que pudieron ser los primeros enterramientos civiles en Tomelloso y las circunstancias que los rodearon.

A partir de la Constitución de 1978 que proclama la libertad de culto, empezaron a proliferar los funerales civiles o laicos, estimándose actualmente, en algunos lugares, en un 20 % del total. Son celebraciones centradas en la vida del fallecido, ritual de despedida; una ceremonia laica o civil en la que esencialmente se recuerdan las anécdotas y las virtudes del difunto. No faltan empresas y funerarias organizadoras de estos sepelios que suelen desarrollarse por un maestro de ceremonias que, después de unas palabras de bienvenida a los asistentes, realiza unas reflexiones sobre la vida y muerte del finado;  suelen, luego, los familiares o amigos  recordarle  y, a continuación, se procede al entierro o cremación,   finalizando con unas palabras de agradecimiento por haber acompañado al féretro y a  los familiares.

Esto que hoy nos es, si no familiar, al menos conocido, era problemático en el tiempo en que se celebraron los primeros entierros civiles en Tomelloso. Estábamos en 1885, sufriendo la quinta pandemia del cólera que se desarrolló entre 1881 y 1896. El 12 de septiembre, un comunicante informaba en “El Liberal”[1] que “el número de invadidos desde el día 5 de Agosto hasta el presente, [14/9/1885] son 6OO. Las defunciones ascienden á 312. Se encomiaba a ”los individuos del Ayuntamiento que habían cumplido todos con entusiasmo sus deberes, permaneciendo día y noche  en sus puestos para acudir pronto al remedio de cualquier necesidad. [y destacaba que ] Han contraído méritos especialísimos los facultativos D. Manuel Ortiz, D. Tomás Martínez, D. Juan José Moreno, D. Eduardo Ocaña y D. Santos Torres, objeto hoy de verdadera veneración por parte del pueblo.” Asimismo “La Unión”[2] informaba que  era “digno de alabanza bajo todos conceptos el celo y conducta ejemplar del dignísimo Cura Párroco D Timoteo López Peláez, quien despreciando toda clase de peligros, y con un valor heroico, sin temor al contagio de la enfermedad, visitaba constantemente á los enfermos, les consolaba en sus aflicciones y sostenía á los necesitados dándoles abundantes limosnas.”

En estas circunstancias nos cuenta “El Liberal”[3] que había fallecido una niña, hija del conocido demócrata señor Blanco, que hallando en la iglesia algunos inconvenientes para el sepelio católico, decidió prescindir de todo carácter religioso y celebrar, a pesar de las influencias y manejos de ciertos elementos para impedirlo, por primera vez, un entierro civil en Tomelloso. “Este fue una verdadera manifestación popular, a la que acudieron centenares de vecinos con la banda de música del pueblo, reinando el orden más completo.” No nos dicen dónde se realizó la inhumación, si en el cementerio municipal o extramuros del mismo. La noticia trascendió y, como era de esperar,  fue objeto de tratamiento por periódicos de distinto signo y desde diferentes enfoques.

El semanario satírico, republicano y anticlerical, “El Motín”[4] , se refería al entierro en estos términos:

“¿Que qué pueblo es aquél?

—Tomelloso.

—¿Que á dónde irá aquella gran reunión de gentes, en medio del mayor orden, con música á la cabeza?

—A enterrar civilmente una niña.

—¿Que si se descompondrá el cadáver lo mismo que sí la hubieran enterrado católicamente?

—Exactamente lo mismo.

—¿Y que si saldrá el entierro más barato?

—Infinitamente más.

¿Y que si rabiarán mucho los curas?

—Muchísimo.

— ¡Pues vivan los entierros civiles, y los vecinos de Tomelloso! “

Con más detalle en cuanto a  los trámites que se  llevaron a cabo, meses después, el mismo periódico, “El Motín”[5], bajo la rúbrica deMANOJO DE FLORES MÍSTICAS” detallaba que  “Solicitó un vecino de Tomelloso autorización del alcalde para dar sepultura en el patio destinado á enterramientos civiles al cadáver de una hija suya, y el alcalde le contestó que no estaba en sus atribuciones el concedérselo, y que pasara la instancia al cura de la parroquia, el cual dio este brillante, legal, luminoso y bien redactado informe: «En vista de la anterior providencia y del escrito que la antecede resultando ser una pretensión esa infundada, sin razón, que pueda en manera alguna, no solo solicitarse, sino ni aun pensar en semejante deseo, pues no hay ley alguna que autorice semejante profanación de un cadáver de una niña cristiana é inocente, y á la vez que los padres sobre los cadáveres de sus hijos no tienen derecho alguno; visto que pertenece á la iglesia y yo en manera alguna puedo concretar los derechos que le son propios, teniendo presente esto y más que pudiera exponer, pero que agobiado de tanto trabajo como nos proporciona la calamidad colérica que á tanto baja al sepulcro, no puedo menos de manifestar á V. S. que es improcedente lo que se solicita y por ello en nombre de Nuestra Santa Madre la Iglesia protesto de semejante deseo y pido a vuestra V. S. me proteja en mi derecho y prohíba no solo el entierro civil que pudieran querer hacer sino también en que se dé sepultura en el cementerio laico.»

“Si los fusionistas[6] quieren demostrar que no han venido á ser una secuela de los conservadores, [continuaba el redactor de “El Motín”] ahí tienen una gran ocasión. Manden exhumar el cadáver del cementerio católico [parece ser que entonces fue enterrada en el cementerio católico] y trasládenlo al civil; destituyan al alcalde imponiéndole una buena multa y procesen al cura, todo con arreglo á la Constitución del Estado y leyes que regulan su ejercicio. ¿Se atreverán á hacerlo? Lo dudo. Sin embargo, les convenía mucho dar esa muestra de energía y respeto á la ley.”

No podía pasar, sin más, la noticia en la prensa del otro  bando y, efectivamente,  la revista católica y carlista  “La Hormiga de oro”[7] le dedicaba el siguiente comentario que reproducimos íntegro: “Cerca de Madrid, en un pueblo de la Mancha, de cuyo nombre quiero acordarme, porque se llama Tomelloso, hase perpetrado públicamente un entierro civil, o lo que es  lo mismo, un escándalo impío, digno de la execración de las gentes. El protagonista ha sido un padre desalmado, conocido republicano de dicho pueblo, el cual, habiéndosele muerto una hija, que había sido bautizada y estaba dentro del gremio de la Iglesia, dispuso, llevado de su demencia política, darle sepultura con una manifestación atea, prescindiendo de todo sufragio religioso. Para este loco, mitad payaso y mitad criminal, no ha habido en España una camisa de fuerza. Las autoridades locales de Tomelloso han permitido que se consume a la luz del día, y a la vista del pueblo atribulado, esa especie de orgía sacrílega con el cadáver de un párvulo inocente, inspirada por un salvaje sin entrañas, digno de profesar su democracia en las regiones de Dahomey. Contrario a las leyes que están en vigor, ha sido ese espectáculo bárbaro, contra el que ha protestado un pueblo acongojado y temeroso de Dios; pero ya  pasó  y quedará impune. Así pasa todo. Menos el demonio,  que parece que no pasa nunca, hallándose, por lo visto, muy   a gusto entre nosotros. Donde no hay quien perturbe los días de su reinado.”

Parece ser que no se atendió a las  recomendaciones de ninguno de  ambos bandos y, ni como pedía “El Motín”, destituyeron al alcalde imponiéndole una buena multa,  ni procesaron al cura, con arreglo á la Constitución del Estado y leyes que regulaban su ejercicio,   y, como auguraba “La Hormiga de oro”, el “espectáculo bárbaro”,  “Contrario a las leyes que están en vigor”, quedó impune, pues siguieron celebrándose entierros civiles aquel mismo año.  Así  en el mes de agosto “La Iberia”[8], informaba que “En medio del mayor orden se ha verificado en Tomelloso (Ciudad Real), un entierro civil, siendo acompañado el cadáver hasta el cementerio por las familias de casi todos los industriales de aquella población” y, finalmente, en octubre, “Las Dominicales del libre pensamiento[9],  nos daba cuenta de un nuevo entierro civil de otra niña en Tomelloso, acontecido el domingo 4 de octubre de 1885 en estos términos:

“En el último número de El Independiente, de Ciudad-Real, leemos que en el Tomelloso, el domingo tuvo lugar el entierro civil de la malograda niña Guillerma Ortega, hija del conocido industrial del Tomelloso, Manuel Ortega Aragón, á cuyo acto asistieron varias personas de las más distinguidas de aquella población, tanto por su posición social como por sus títulos científicos.”

También en Valdepeñas, aunque con posterioridad al primer entierro de Tomelloso, se celebró en ese año, al menos el que comunica en el mes de octubre, “Las Dominicales del libre pensamiento”[10],  haciéndose  eco de la noticia de El Contribuyente de Ciudad Real que decía: «Con gran animación y concurrencia se ha verificado en Valdepeñas el entierro de un libre-pensador. Los amigos del difunto llevaron el cadáver hasta el cementerio, sustituyéndose unos á otros. Uno de los librepensadores de Valdepeñas, llevaba una vistosa bandera, con varios lemas alusivos al acto. Hubo mucha curiosidad, pero sin producir tumultos.» Y terminaba comentando: “Bien por nuestros correligionarios de Valdepeñas. Que en ellos tomen ejemplo los demás libre-pensadores de la Mancha, donde tanto bueno hay que fomentar y tanto fanatismo que destruir”.

Así nos lo contaron y así lo cuento.

Si en 1885 se celebraron en Tomelloso los primeros entierros civiles, también sería noticia, en 1931, la celebración, no de un entierro, sino de un matrimonio civil. ¿También el primero?

 El Heraldo de Madrid[11], bajo el titulo: “Gran entusiasmo con motivo de un matrimonio civil”, informaba del acontecimiento que constituyó, con asistencia en el local y en las afueras de extraordinaria concurrencia que aclamó con entusiasmo a los contrayentes, enarbolando varias banderas tricolor y lanzando estruendosos vivas,  el matrimonio civil contraído en esta ciudad por doña Carmen Moreno Jiménez con don Ángel Oñate Ruiz, en las Casas Consistoriales, ante el juez y el secretario del Juzgado.

Madrid, 2  de noviembre de 2021.


               [1]El Liberal” (Madrid. 1879). 14/9/1885, p. 2.

               [2] “La Unión” (Madrid. 1882). 5/9/1885, p. 3-

               [3]El Liberal” (Madrid. 1879). 9/5/1885, página 2.

               [4] “El Motín” (Madrid). 21/5/1885, página 4.

               [5]“El Motín”[5] (Madrid). 10/12/1885, página 3.

               [6]  Partidarios del  Partido Liberal-Fusionista, creado el 23 de mayo de 1880 por Práxedes Mateo Sagasta

               [7] “La Hormiga de oro”15/5/1885, página 4.

               [8] “La Iberia” (Madrid. 1868). 13/8/1886, página 3.

               [9] “Las Dominicales del libre pensamiento”, 10 /10/1885, página 2.

               [10] “Las Dominicales del libre pensamiento”, 3/10/1885, página 2.

               [11] El Heraldo de Madrid. 25/12/1931, página 4.

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