En estas fechas en que se
rememora a los difuntos, puede ser
oportuno recordar los que pudieron ser los primeros enterramientos civiles en
Tomelloso y las circunstancias que los rodearon.
A partir de la Constitución de
1978 que proclama la libertad de culto, empezaron a proliferar los funerales
civiles o laicos, estimándose
actualmente, en algunos lugares, en un 20 % del total. Son celebraciones centradas en la vida del
fallecido, ritual de despedida; una ceremonia laica o civil en la que
esencialmente se recuerdan las anécdotas y las virtudes del difunto. No faltan
empresas y funerarias organizadoras de estos sepelios que suelen desarrollarse
por un maestro de ceremonias que, después de unas palabras de bienvenida a los
asistentes, realiza unas reflexiones sobre la vida y muerte del finado; suelen, luego, los familiares o amigos recordarle y, a continuación, se procede al entierro o
cremación, finalizando con unas
palabras de agradecimiento por haber acompañado al féretro y a los familiares.
Esto que hoy nos es, si no
familiar, al menos conocido, era problemático en el tiempo en que se celebraron
los primeros entierros civiles en Tomelloso. Estábamos en 1885, sufriendo la
quinta pandemia del cólera que se
desarrolló entre 1881 y 1896. El 12 de septiembre, un comunicante informaba en
“El Liberal”[1] que “el número de invadidos desde el día 5 de
Agosto hasta el presente, [14/9/1885]
son 6OO. Las defunciones
ascienden á 312. Se encomiaba
a ”los individuos del Ayuntamiento que habían cumplido todos con entusiasmo sus
deberes, permaneciendo día y noche en
sus puestos para acudir pronto al remedio de cualquier necesidad. [y
destacaba que ] Han contraído méritos
especialísimos los facultativos D. Manuel Ortiz, D. Tomás Martínez, D. Juan
José Moreno, D. Eduardo Ocaña y D. Santos Torres, objeto hoy de verdadera
veneración por parte del pueblo.” Asimismo “La Unión”[2] informaba que
era “digno de alabanza bajo todos conceptos el celo y conducta ejemplar del
dignísimo Cura Párroco D Timoteo López Peláez, quien despreciando toda clase de
peligros, y con un valor heroico, sin temor al contagio de la enfermedad,
visitaba constantemente á los enfermos, les consolaba en sus aflicciones y
sostenía á los necesitados dándoles abundantes limosnas.”
En estas circunstancias nos cuenta “El Liberal”[3] que había fallecido una niña, hija
del conocido demócrata señor Blanco, que hallando en la iglesia algunos
inconvenientes para el sepelio católico, decidió prescindir de todo carácter
religioso y celebrar, a pesar de las influencias y manejos de ciertos elementos
para impedirlo, por primera vez, un entierro civil en Tomelloso. “Este fue una verdadera manifestación
popular, a la que acudieron centenares de vecinos con la banda de música del
pueblo, reinando el orden más completo.” No nos dicen dónde se realizó la
inhumación, si en el cementerio municipal o extramuros del mismo. La noticia
trascendió y, como era de esperar, fue
objeto de tratamiento por periódicos de distinto signo y desde diferentes
enfoques.
El semanario satírico, republicano y anticlerical, “El Motín”[4] , se
refería al entierro en estos términos:
“¿Que qué pueblo es aquél?
—Tomelloso.
—¿Que á dónde irá aquella gran reunión de
gentes, en medio del mayor orden, con música á la cabeza?
—A enterrar civilmente una niña.
—¿Que si se descompondrá el cadáver lo mismo
que sí la hubieran enterrado católicamente?
—Exactamente lo mismo.
—¿Y que si saldrá el entierro más barato?
—Infinitamente más.
¿Y que si rabiarán mucho los curas?
—Muchísimo.
— ¡Pues vivan los entierros civiles, y los
vecinos de Tomelloso! “
Con más detalle en cuanto a los trámites que se llevaron a cabo, meses después, el mismo
periódico, “El Motín”[5], bajo la rúbrica
de “MANOJO DE FLORES
MÍSTICAS” detallaba que “Solicitó un vecino de Tomelloso
autorización del alcalde para dar sepultura en el patio destinado á
enterramientos civiles al cadáver de una hija suya, y el alcalde le contestó
que no estaba en sus atribuciones el concedérselo, y que pasara la instancia al
cura de la parroquia, el cual dio este brillante, legal, luminoso y bien
redactado informe: «En vista de la anterior providencia y del escrito que la
antecede resultando ser una pretensión esa infundada, sin razón, que pueda en
manera alguna, no solo solicitarse, sino ni aun pensar en semejante deseo, pues
no hay ley alguna que autorice semejante profanación de un cadáver de una niña
cristiana é inocente, y á la vez que los padres sobre los cadáveres de sus
hijos no tienen derecho alguno; visto que pertenece á la iglesia y yo en manera
alguna puedo concretar los derechos que le son propios, teniendo presente esto
y más que pudiera exponer, pero que agobiado de tanto trabajo como nos
proporciona la calamidad colérica que á tanto baja al sepulcro, no puedo menos
de manifestar á V. S. que es improcedente lo que se solicita y por ello en nombre
de Nuestra Santa Madre la Iglesia protesto de semejante deseo y pido a vuestra
V. S. me proteja en mi derecho y prohíba no solo el entierro civil que pudieran
querer hacer sino también en que se dé sepultura en el cementerio laico.»
“Si los fusionistas[6] quieren
demostrar que no han venido á ser una secuela de los conservadores, [continuaba
el redactor de “El Motín”] ahí tienen una
gran ocasión. Manden exhumar el cadáver del cementerio católico [parece ser
que entonces fue enterrada en el cementerio católico] y trasládenlo al civil; destituyan al alcalde imponiéndole una buena
multa y procesen al cura, todo con arreglo á la Constitución del Estado y leyes
que regulan su ejercicio. ¿Se atreverán á hacerlo? Lo dudo. Sin embargo, les
convenía mucho dar esa muestra de energía y respeto á la ley.”
No podía pasar, sin más, la noticia en la prensa del
otro bando y, efectivamente, la revista católica y carlista “La
Hormiga de oro”[7],
le dedicaba el siguiente comentario que reproducimos íntegro: “Cerca de Madrid, en un pueblo de la Mancha,
de cuyo nombre quiero acordarme, porque se llama Tomelloso, hase perpetrado
públicamente un entierro civil, o lo que es
lo mismo, un escándalo impío, digno de la execración de las gentes. El
protagonista ha sido un padre desalmado, conocido republicano de dicho pueblo,
el cual, habiéndosele muerto una hija, que había sido bautizada y estaba dentro
del gremio de la Iglesia, dispuso, llevado de su demencia política, darle
sepultura con una manifestación atea, prescindiendo de todo sufragio religioso.
Para este loco, mitad payaso y mitad criminal, no ha habido en España una
camisa de fuerza. Las autoridades locales de Tomelloso han permitido que se
consume a la luz del día, y a la vista del pueblo atribulado, esa especie de
orgía sacrílega con el cadáver de un párvulo inocente, inspirada por un salvaje
sin entrañas, digno de profesar su democracia en las regiones de Dahomey.
Contrario a las leyes que están en vigor, ha sido ese espectáculo bárbaro,
contra el que ha protestado un pueblo acongojado y temeroso de Dios; pero
ya pasó
y quedará impune. Así pasa todo. Menos el demonio, que parece que no pasa nunca, hallándose, por
lo visto, muy a gusto entre nosotros.
Donde no hay quien perturbe los días de su reinado.”
Parece ser que no se atendió a las recomendaciones de ninguno de ambos bandos y, ni como pedía “El Motín”, destituyeron
al alcalde imponiéndole una buena multa,
ni procesaron al cura, con arreglo á la Constitución del Estado y leyes
que regulaban su ejercicio, y, como auguraba “La Hormiga de oro”, el “espectáculo bárbaro”, “Contrario
a las leyes que están en vigor”, quedó impune, pues siguieron celebrándose
entierros civiles aquel mismo año. Así en
el mes de agosto “La Iberia”[8],
informaba que “En medio del mayor orden
se ha verificado en Tomelloso (Ciudad Real), un entierro civil, siendo
acompañado el cadáver hasta el cementerio por las familias de casi todos los
industriales de aquella población” y, finalmente, en octubre, “Las Dominicales del libre pensamiento”[9],
nos daba cuenta de un nuevo entierro civil de otra niña en Tomelloso,
acontecido el domingo 4 de octubre de 1885 en estos términos:
“En el último número de
El Independiente, de Ciudad-Real, leemos que en el Tomelloso, el domingo tuvo
lugar el entierro civil de la malograda niña Guillerma Ortega, hija del
conocido industrial del Tomelloso, Manuel Ortega Aragón, á cuyo acto asistieron
varias personas de las más distinguidas de aquella población, tanto por su
posición social como por sus títulos científicos.”
También en Valdepeñas, aunque con posterioridad al primer
entierro de Tomelloso, se celebró en ese año, al menos el que comunica en el
mes de octubre, “Las Dominicales del
libre pensamiento”[10],
haciéndose eco de la noticia de El
Contribuyente de Ciudad Real que decía: «Con gran animación y concurrencia se ha
verificado en Valdepeñas el entierro de un libre-pensador. Los amigos del
difunto llevaron el cadáver hasta el cementerio, sustituyéndose unos á otros.
Uno de los librepensadores de Valdepeñas, llevaba una vistosa bandera, con
varios lemas alusivos al acto. Hubo mucha curiosidad, pero sin producir
tumultos.» Y terminaba comentando: “Bien
por nuestros correligionarios de Valdepeñas. Que en ellos tomen ejemplo los
demás libre-pensadores de la Mancha, donde tanto bueno hay que fomentar y tanto
fanatismo que destruir”.
Así nos lo contaron y así lo
cuento.
Si en 1885 se celebraron en
Tomelloso los primeros entierros civiles, también sería noticia, en 1931, la
celebración, no de un entierro, sino de un matrimonio civil. ¿También el
primero?
El
Heraldo de Madrid[11],
bajo el titulo: “Gran entusiasmo con motivo de un matrimonio civil”,
informaba del acontecimiento que constituyó, con asistencia en el local y en
las afueras de extraordinaria concurrencia que aclamó con entusiasmo a los
contrayentes, enarbolando varias banderas tricolor y lanzando estruendosos
vivas, el matrimonio civil contraído en
esta ciudad por doña Carmen Moreno Jiménez con don Ángel Oñate Ruiz, en las
Casas Consistoriales, ante el juez y el secretario del Juzgado.
Madrid, 2 de noviembre de 2021.
[6] Partidarios del Partido Liberal-Fusionista, creado el 23 de mayo de 1880
por Práxedes Mateo Sagasta.
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Martes, 6 de Mayo del 2025
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