Así las cosas, llegó Cabañero con los periódicos debajo del brazo.
Las tres mujeres se ponían de pie ya para irse. Se despidieron muy finas de Pepito y marcharon con cierto aire de orgullo.
Una vez que le explicaron a Cabañero brevemente lo que había pasado, le dijo Plinio:
-Anda Eladio, tú que eres amigo del camarero, pregúntale qué han dicho las mozas.
-Eso está hecho, Jefe -Y llamó a Fernando-. ¿Qué ha pasado, Fernando?
-¡Ay, qué buena persona es este don Eladio!
-Sí, ya lo sé, ¿pero qué ha pasado?
-Que por lo visto esas tres son de la vida.
-Ya, ¿y qué? -preguntó Plinio impaciente.
-Pues que han conocido al señor Dupón como cliente antiguo de ellas…
-Que no les pagaba -cortó Cabañero.
-Sí que les pagaba, y muy bien. Lo que pasa es que el tío, fíjese usted, es un sádido, y así que puede le pega un mordisco en el pecho a la compañera hasta arrancarle el pezón…
-¡Ay! -gritó Porras con horror-, madre mía qué galgo.
FRANCISCO GARCÍA PAVÓN
El último sábado. Las fresas del café Gijón
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Viernes, 22 de Noviembre del 2024
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