(En
los dos capítulos anteriores hemos visto la entrevista de José y Cálamus. En
este último se narra, a expensas de la pregunta del eterno periodista, la dura
experiencia del artesano)
—¡Era
imposible!, ¡No podía ser! María nunca me engañaría con otro hombre. Pero en el
vientre de mi esposa estaba germinando una nueva Vida. Mi razón hacía
malabarismos en mi cerebro intentado una solución. La experiencia me repetía
continuamente que aquello era imposible. Mi esposa tampoco me daba
justificaciones. Pensé en abandonarla sin que se enterase nadie en el pueblo;
una noche saldría de mi casa para no volver, nadie sabría más de mí. Por otro
lado, de ningún modo podría denunciarla en la sinagoga, porque la condenarían a
muerte lapidándola en las afueras del pueblo. Mi amor a María era y es muy
grande, inmenso. ¿Entiendes, amigo Cálamus, la situación tan difícil que estaba
viviendo en aquel tiempo?
—Después de muchos
días agitando mi cabeza, razonamientos…, posibilidades…, soluciones…, siempre
volvía al mismo comienzo. Una noche como otra de tantas, me había desvelado
intentando comprender la situación: ¡No cabía en mente humana que una mujer
estuviera embaraza sin concurrir un varón! Pero en ese momento me vino una luz: En mente humana no cabe, y
¿en la de Dios? Si Dios pensara lo haría
infinitamente mejor que el hombre más inteligente. ¿Y si Papá-Dios, origen de
toda vida, hubiera cambiado los caminos humanos para este nuevo ser…?
—Hay
alguien en nuestro mundo en quien tengo una confianza absoluta. Una fe completa,
total; al modo, si pudiera decirse, de
nuestro padre Abraham del que nos habla
el libro del Génesis. ¿Recuerdas el episodio en el que cree que Dios le
pide sacrificar a su hijo en el monte Moriah? Con gran dolor de su corazón
prepara todo para el holocausto; ante la pregunta de su hijo por no llevar
víctima alguna, Abraham responde: “Dios proveerá, hijo mío”. Sabes cómo termina el relato: encuentran un carnero
enredado en unas zarzas por los cuernos, el cual les servirá para el
sacrificio. Este creyente confió
plenamente en Dios a lo largo de su dilatada vida. Por eso lo
consideramos nuestro padre en la fe.
—Ese
alguien –continuaba José-, para mí igual que para Abrahám es Dios, lo considero
como… el compañero de mi vida, es más como si fuera mi Padre. En mi oración,
amigo Cálamus, en mi interior lo llamo “Abba”, mi papá, mi papaíto. Es como
ese papá del ejemplo que te conté antes, el papá que nunca dejaría caer a su
niñito al suelo, el papá que lo coge, lo abraza y lo colma de besos. Tú mismo
decías que se te encogía el corazón solo con pensar en dejarlo caer y eso que
tú igual que yo no somos padres perfectos. En mi Padre Dios confío totalmente,
y sé que Él dirige mis días en este mundo. Él da sentido a todo lo que para mí
no lo tiene, me hace comprender acontecimientos pasados, y llego a valorar la
importancia que en su día tuvieron; y a los que yo no encontraba sentido
alguno. Cuando recuerdo mi historia
entiendo a la perfección aquello que Dios quería de mí, lo que realicé fiándome
de El sin ver el verdadero sentido.
—Pero
te voy a añadir algo más excepcional: Yo al fin y al cabo sólo he sido un
espectador directo y afectado en los hechos, un co-protagonista, si quieres,
pero ella María, mi esposa la BENDECIDA
POR DIOS, lo ha vivido en primera persona. Ha dado cuerpo a ese niño que corre,
va y viene, por nuestra casa; lo ha alimentado con la leche de sus propios
pechos. Ella sí que tiene mérito. Ella desde su silencio, es mujer de pocas
palabras, con solo su mirada y su sonrisa me facilitó en su momento la decisión
de no abandonarla, de compartir con ella pan y familia. Nos lleva de la mano a
nuestro muchacho y a mí mismo. Tiene la grandeza de las virtudes que canta la
Biblia en el libro de los Proverbios y la sencillez de la sierva que trae el agua
de la fuente cada mañana. Sus manos son capaces de acariciar al mismo Dios y a
la vez cambiar los pañales sucios. ¡Es
muy grande esta María!
—Por
favor, amigo Cálamus, -intervino la mujer-,
no le hagas mucho caso a mi esposo José, sigue enamorado de mí como el
primer día. Exagera cuando habla de nosotros, al fin y al cabo somos criaturas
de Dios y cuanto más empeño pongamos en acercarnos a Él, tanto mejor para
nosotros. Vamos a cambiar estos temas tan importantes por otros más materiales.
Llevamos charlando toda la mañana. Jesús está a punto de volver de la escuela
de la sinagoga, mientras preparo la comida os traigo una jarrita de vino,
tenemos que celebrar el encuentro con nuestro gran amigo Cálamus, el plumilla
nervioso.
María
había manifestado esto último con su sonrisa imborrable en la cara, los ojos
grandes y negros expresando con ellos tanto como con las palabras. No sabes,
amigo lector la alegría que noté en mi corazón cuando María, la esposa de
José el Nazaret me llamó: ¡Amigo Cálamus!
—Nos
acompañarás tú también, María, a tomar el vino del que hablas ¿verdad?,
-pregunté.
—Desde
luego, faltaría más. Nuestro antepasado Noé, cuando descubrió las bondades de
las viñas y el vino no redujo el disfrute a los hombres; que yo sepa no hay
ninguna ley que nos prohíba a las mujeres beberlo y especialmente cuando
celebramos haber hecho un nuevo amigo como tú. Ahora poneos de pie y echad una
mano preparando la mesa.
José
conocía la soltura de su esposa y la alegría que sentía cuando podía compartir
la comida y el vino con otra persona nueva, por eso no le extrañó que me diera
dos besos, incluso él mismo aprovechando que estábamos en pie me dio un gran
abrazo mientras me decía al oído con toda la cara plena de alegría.
—¿Has
comprendido, amigo viajero, cómo hay que confiar plenamente en Papá-Dios?
Se
me hizo un nudo en la garganta con tanta
emoción por el derroche de cariño que había tenido conmigo, no pude
articular palabras y solo asentí repetidas veces con la cabeza, mientras grababa intensamente las palabras y la
vivencia tenidas en aquel taller del artesano de Nazaret.
FIN
Pd.:
Habéis visto una instantánea de José el de Nazaret en estos tres capítulos, eso
que dudaba de ser importante para el mundo cuando el primer día lo visité en su
taller, tendré que buscarme alguna excusa para echar otro rato con él en el taller.
{{comentario.contenido}}
"{{comentariohijo.contenido}}"
Lunes, 29 de Abril del 2024
Lunes, 29 de Abril del 2024
Lunes, 29 de Abril del 2024