Varios periódicos de la época se hicieron eco de la
noticia de un anónimo con la exigencia de dinero al párroco de Tomelloso, bajo
amenaza de muerte.
“La Libertad”, (21/04/1932, p. 4) lo titulaba “UN ANONIMO. Le exigían la entrega de cinco mil duros. El autor del escrito intenta hacer frente a la Guardia civil y resulta herido de gravedad”; “El Telegrama del Rif”, (22/04/1932, p. 2) “El párroco recibe un anónimo amenazador. El autor resulta herido”; “El Cantábrico”, (1932 abril 22, p. 3) “Delincuente cazado”, y “Las Provincias”: diario de Valencia, (1932 Abril 22, p. 12), “Una aventura peligrosa”.
Los hechos resumidos y coordinados de las
mencionadas crónicas, eran los siguientes: Don Vicente Borrel, cura párroco de
Tomelloso recibió en la mañana de ayer (20/04/1932) por correo interior, un
anónimo en el que se le pedía que esa noche, a las diez, cerca del cementerio,
llevara 25.000 pesetas y de no hacerlo, mañana sería muerto por una banda de
terrorismo. Puesto al habla con el jefe del puesto de la Guardia civil,
acordaron que el párroco acudiera al lugar indicado, donde dejaría un sobre con
recortes de periódico. Tras montar un dispositivo especial, a la hora
convenida, el cura se presentó solo en el sitio fijado, dejando el sobre en el lugar que se le decía. A los pocos minutos se presentó el que luego
sería identificado como Saturnino Palomo Navarro. Cuando estaba examinando el
contenido del sobre, aparecieron tres parejas de la Guardia civil que se
hallaban apostadas convenientemente y le dieron el alto; como se diera a la
fuga la Benemérita disparó causándole
heridas graves.
Trasladado a la Casa de socorro
se le apreció una herida con entrada en la región glútea y salida por fosa
ilíaca derecha, y otra con entrada en la región “superoexterna” de la escápula
del hombro con salida por la parte anterior, de pronóstico grave quedando
hospitalizado. “Allí declaró que no tenía
cómplices y que había enviado el anónimo para correrse una aventura a las que era muy aficionado.”
Con la sola excepción de la
primera crónica, que dice que “El
individuo, pistola en mano trató de defenderse, viéndose la Guardia civil
obligada a hacerle dos disparos, que hirieron al desconocido”, las demás
medios no mencionan la resistencia, y menos armada, del interfecto, sino su
huida, circunstancia totalmente compatible con las heridas sufridas, recibidas
por la espalda: en glúteo y escápula.
Pero no es este el tema que nos ha movido a traer aquí a colación esta noticia aparecida en la prensa abrileña de 1932. Estoy seguro de que varios lectores al ir avanzando en la crónica del suceso les ha ido sonando y han caído, como el que escribe, en que, sin duda, es la fuente real del capítulo VIII de “Los liberales”, tomo I, pp. 283-299 de las Obras completas de don Francisco García Pavón. (Cito por Ediciones Soubriet S. L.), titulado “Ahora trataremos el anónimo que recibió el señor cura párroco y de la intervención del teniente Casariego”. García Pavón escribe que conoció, y puede ser cierto, la historia a través de su abuelo y de Lillo, que eran amigos del teniente Casariego, jefe del dispositivo de la Guardia civil que, en el cuento, capturó al delincuente. No sabemos si el apellido del teniente es real o imaginario como imaginario es el nombre del párroco, don Álvaro, en vez de el del valenciano don Vicente Borrel Dolz que ejerció en Tomelloso, al menos desde 1911; que, en 1915, descubrimos, como curiosidad, que fundó, como director, un colegio de primera y segunda enseñanza con el nombre de “Santo Tomás de Aquino”, según anuncio que adjuntamos[1]
Colegio que, aún, en 1927, debía subsistir pues[2] para él se solicitaba un maestro nacional, ofreciendo buen porvenir.
Párroco éste, don Vicente
Borrell, que, en 1911, también tuvo sus más y sus menos con el lindante
Casino de San Fernando con motivo de las
obras de un anejo a la iglesia que les impedía el derecho a tener luces y
vistas a la calle[3]; que
continuaba en su ministerio en 1920 en
que, en la colecta de la misa, consiguió
321,40 pesetas para los niños hambrientos de Austria [4];
que dos años después, ofició los funerales de S.S. Benedicto XV[5],
y que, según decimos más arriba, seguía ejerciendo su ministerio en la primavera
de 1932 en que fue objeto del anónimo.
Tres diferencias entre las
crónicas del suceso y el cuento son: la datación de éste, 1935, mientras que
los hechos acaecieron, como hemos destacado, en 1932; la
cuantía del petitum -todo sube- 25.000 pesetas en la realidad y 50.000
en el cuento y, por supuesto, la diferente calidad literaria entre los reporteros y el cuentista.
Madrid, a 13 de enero de 2022.
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